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El papel del libro renace como objeto

W. Manrique Sabogal / El País

Día 01/12/2013

El destino dejó entrever algunas páginas del porvenir y no gustaron. Ahora se reescriben.

Es el conjuro contra el corro de oráculos que en los últimos años, tras la irrupción del e-book, ha enlazado preguntas con la frase “El libro tradicional ha muerto”. No es así. El futuro del libro de papel está en su propio pasado. Y confirma su larga vida al invocar lo más noble de su estirpe casi perfecta. Es la vuelta a la forma, a la belleza, a las sensaciones, al despertar de esa pulsión en la gente de querer conservar aquellos libros cuyas historias y contenidos una vez leídos pasan a formar parte de su memoria y de su vida.

La irrupción del libro electrónico y su acelerado crecimiento en cinco años esparcieron dudas y pesimismo en el sector editorial. Pero tras el estallido de entusiasmo por los lectores electrónicos su mercado se ha ralentizado, e incluso frenado, hasta estabilizarse en un 25%. Eso augura una larga convivencia de los dos formatos. “A la gente le gustan los libros y las editoriales cada vez editarán mejor porque su forma física vuelve a ser un reclamo para los lectores de verdad”, asegura Molly Barton, precisamente una de las personas que más ha contribuido a posicionar el libro electrónico y la autoedición a través de la prestigiosa y pionera en este campo Penguin, hoy Penguin Random House.

El título de la historia de esta historia podría ser ¡El libro ha muerto! ¡Viva el libro! O El linaje no se improvisa. O El libro pasa página a sus sepultureros. O “El libro es una obra de arte en sí mismo”, como proclama César Antonio Molina, director de la Casa del Lector de Madrid.

No es una defensa a ultranza del libro físico. Ni nostalgias cibernícolas. Es la constatación de cómo esta realidad se abre paso. La historia la relata una veintena de escritores y especialistas cuyas opiniones se pueden distribuir en las partes esenciales de un libro.

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