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Un escritor que ya es industria
Leticia Pogoriles
(Télam)

La vida, la repentina muerte de Stieg Larsson y la batalla legal por los derechos de su obra se transformaron casi en igual dimensión en objeto de culto, curiosidad y veneración como su ya ultra famosa trilogía Millennium, que por estos días regresa a los cines de la mano del film “La chica del dragón tatuado”, la versión norteamericana de la primera parte de la saga.
La mañana del 9 de noviembre de 2004 el ascensor del edificio de la revista Expo de Estocolmo dejó de funcionar, el director de la publicación llegó unos minutos después del mediodía y subió los siete pisos por escalera hasta su despacho; este hombre -alto, rubio, de cincuenta años, fumador hasta el cansancio y bebedor constante de café- llegó a destino con un hilo de aire.
Media hora más tarde, en la ambulancia, su corazón reventó. Así, el periodista y escritor Stieg Larsson moría dejando atrás una obra vasta sin publicar, una ficción extensa donde entrama los temas que investigó durante toda su carrera, dos personajes impecables -por sus claroscuros tan humanos- y una fortuna en disputa, producto de las 27 millones de copias de sus libros vendidos en todo el mundo.
La póstuma creación de la “industria Larsson” -construida a base de cientos de sitios web, libros complementarios, películas y series- estuvo lejos de pasar por la mente de este hombre, o por lo menos así lo sugirió su compañera de vida, Eva Gabrielsson, en una carta abierta dirigida a los lectores hispanoamericanos.

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