Querida Carmen (Balcells)

Documentos del archivo de la legendaria agente literaria que cambió la relación entre autores y editores, muestra la cara íntima de sus escritores más célebres.

 

 

Mario Vargas Llosa se dice “harto de dar clases”; Juan Carlos Onetti está deprimido porque lo ha detenido la dictadura militar uruguaya; Isabel Allende no quiere que por su nueva obra se pague menos que por la anterior para no sentar mal precedente; Gabriel García Márquez, transformado en insólito asesor inmobiliario; Pablo Neruda se enoja con alguno que otro “editor fresco” que intenta abusar; José Donoso se queja porque está “pobre”. Todos ellos danzan alrededor de la gran dama de la literatura hispanoamericana del siglo XX, la catalana Carmen Balcells, una de las mayores agentes literarias del mundo. Su archivo, compuesto por dos mil cajas de documentos celosamente guardados durante más de medio siglo, ha visto la luz gracias a los tres millones de euros que pagó el Ministerio de Cultura español; todo un gasto en medio de la acuciante crisis económica.

Mientras se espera que el material sea clasificado para ponerlo a disposición de los investigadores, van aquí algunas perlas de la tumultuosa relación económico-afectiva que Balcells mantuvo durante años con sus queridos representados, hechas públicas recientemente por el diario El País, único matutino que hasta el momento ha tenido acceso a la totalidad de los documentos. El revuelo que armó esta publicación hizo que la agente catalana se mostrara molesta con el Ministerio de Cultura por haberle permitido al periódico hurgar entre sus papeles cuando aún no han sido clasificados entre públicos y privados.

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