Industria del libro: ¿qué futuro?

Ramón Cota Meza

El fin del libro como objeto industrial parece inevitable. La revolución digital impone al pensamiento y la imaginación mayores exigencias.


Las plataformas y formatos de lectura cambian tan rápido que el fin del libro como producto industrial parece cercano. Que vaya a desaparecer o devenir objeto de culto no significa que la lectura vaya a desparecer también. Al contrario, cada día se lee y se escribe más que en el pasado inmediato, pero la lectura y la escritura se han vuelto más improvisadas y más fragmentarias, al tiempo que tienden a convivir con otras formas de expresión.

La Asociación de Editores Americanos anunció en abril pasado que la venta de libros electrónicos había superado la de los formatos tradicionales por primera vez. Amazon del Reino Unido anunció el mismo mes que sus clientes están comprando más del doble de libros para la tableta Kindle que libros empastados. Amazon tiene ahora puestas sus expectativas en la tableta Kindle Fire porque su margen de ganancia por la venta de libros tradicionales se ha estrechado al mínimo.

Las ventajas económicas del libro electrónico son obvias: los ejemplares no tienen que ser impresos en papel, ni encuadernados, ni almacenados, ni enviados para distribución, ni devueltos. Debido a estas ventajas, el impresor, el distribuidor, las librerías y las bibliotecas públicas tienden a desparecer. Las grandes cadenas distribuidoras de Estados Unidos ya desparecieron, salvo Barnes & Noble, que sobrevive en alianza con Amazon.

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