El escritor como lector

Patricio Pron

JEAN-CLAUDE CARRIÈRE y Umberto Eco dedicaron recientemente el último capítulo de sus diálogos. Nadie acabará con los libros (2010) a plantear la difícil cuestión de qué hacer con sus bibliotecas personales cuando ambos hayan muerto. Para el francés, son sus hijas y su mujer las que deberán tomar una decisión al respecto; el italiano, en cambio, no quiere que la suya se disperse."Mi familia podrá donarla a una biblioteca pública o venderla en una subasta. En ese caso debería venderse completa", afirmó.

La pregunta de cómo preservar la biblioteca de un escritor no sólo preocupa a los propios autores, a sus viudas y a un puñado de instituciones, sino también a algunos lectores como Annecy Liddell. Algún tiempo atrás, la joven neoyorquina estaba hojeando ejemplares en una librería de segunda mano cuando encontró una copia usada de la novela de Don DeLillo Ruido de fondo, que compró por un dólar. Al llegar a su casa, Liddell descubrió que el antiguo propietario del volumen había apuntado su nombre en una de las primeras páginas y decidió buscarlo en la Red. No era el nombre de un lector común.

David Markson (1927-2010) fue un autor estadounidense de novela experimental no particularmente exitoso a pesar de que David Foster Wallace sostuvo en varias ocasiones que consideraba su novela La amante de Wittgenstein (rechazada por 54 editores antes de su publicación en 1988) "probablemente el punto más alto de la ficción experimental en este país".

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