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Correctores de estilo

Ante la evidente confusión que suele causar entre algunas personas el ejercicio de esta noble y poco reconocida profesión, quizá convendría comenzar matizando lo que un corrector de estilo no es. Un corrector de estilo no es un profesional dedicado a susurrarle al oído al escritor cómo y de qué manera debe redactar sus textos para que estos sean mejores o más hermosos. Tampoco es un profesional que reescribe páginas y páginas tratando de embellecer la prosa empleada por un autor con el fin de mejorar el estilo de sus textos. Aunque haya mucha gente que crea que su labor es esa.

Un corrector de estilo, a diferencia del corrector de pruebas que se encarga de los aspectos tipográficos de un texto —y aunque, en numerosas ocasiones, las dos figuras se reúnan en una sola y única persona—, es un profesional dedicado esencialmente a pulir y limar aquellos aspectos sintácticos y gramaticales que, sin ser errores desde un punto de vista ortográfico, afectan al estilo y que desvirtúan y actúan en detrimento del aspecto formal de la obra: pleonasmos, aliteraciones, fallos de concordancia, ambigüedades, aliteraciones…

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