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Federico García Lorca, 85 años después


 

Federico García Lorca, 85 años después

 

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Hace ya 85 años que Federico García Lorca fue asesinado, -el 18 de agosto de 1936-, y todavía no se ha podido encontrar sus restos, a lo que no ha contribuido la reticencia de la familia de Lorca a buscarlos.

En esta fecha señalada, una nueva noticia viene a dar esperanzas a aquellos que han luchado por hacer justicia. Lorca fue fusilado junto a otros detenidos, entre ellos estaba el maestro Dióscoro Galindo, y su nieta ha interpuesto ahora una demanda al Tribunal Europeo de Derechos Humanos, con sede en Estrasburgo.

Nieves García Catalán, lleva años luchando en los tribunales, y tras ser rechazado un recurso de amparo ante el Constitucional después de que la Audiencia de Granada hubiera rechazado previamente su petición al desestimar otro recurso contra el auto emitido en noviembre de 2020 por el Juzgado de Instrucción 5 de Granada, que se opuso a la búsqueda. La demanda se sustenta en el incumplimiento del deber de investigación y localización de los restos por el Estado español. Sobre la actuación de los tribunales, el abogado explica que los involucrados en este caso “han resuelto de forma completamente opuesta a la línea mantenida por el Tribunal Supremo y la mayoría de los Tribunales españoles, en relación con la licitud y aplicación de leyes de amnistía, la prescripción y el carácter y naturaleza de la desaparición forzada de personas y los crímenes contra la humanidad en tanto crímenes de derecho internacional”.

Recordamos al genio granadino con uno de sus poemas, pereciente a Poeta en Nueva York:

Debajo de las multiplicaciones
hay una gota de sangre de pato.

Debajo de las divisiones
hay una gota de sangre de marinero.

Debajo de las sumas, un río de sangre tierna;
un río que viene cantando
por los dormitorios de los arrabales,
y es plata, cemento o brisa
en el alba mentida de New York.

Existen las montañas, lo sé.
Y los anteojos para la sabiduría,
lo sé.

Pero yo no he venido a ver el cielo.
He venido para ver la turbia sangre,
la sangre que lleva las máquinas a las cataratas
y el espíritu a la lengua de la cobra.