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Escritores con reconocimiento póstumo

El reconocimiento póstumo ha sido la norma entre la mayoría de grandes escritoras mujeres. Algunas de las más grandes tuvieron que escribir su obra en complejas circunstancias personales, lo que todavía dificultó más su fama en vida.

El caso paradigmático es el de la pequeña Ana Frank, cuyo diario escrito poco antes de ser detenida por la Gestapo, marcó a toda una generación. Tras su muerte en un campo de concentración, Otto Frank, el único superviviente de la familia, dio a conocer al mundo el diario más famoso de la historia.

 

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La revolucionaría obra de Emily Dickinson ha sido reconocida por grandes escritores como Jorge Luis Borges, que tradujo su obra, no solo por su calidad sino por su particular voz. Quizás esta voz personal no hubiera podido aflorar con la misma fuerza si la escritora hubiera podido ser reconocida por la sociedad de su época. Dickinson logró publicar tan solo doce poemas en vida, y algunos modificados por los editores. Murió en 1886, y fue su hermana Vinnie quien descubrió los poemas y los mostró al mundo.

Sylvia Plath es otro de los casos paradigmáticos de una voz femenina que quedó ahogada por el machismo académico. Sylvia Plath se suicidó el 11 de febrero de 1963 a los 30 años. Aunque la relación con su marido el poeta Ted Hughes ha sido siempre objeto de polémica, lo cierto es que Ted se encargó de la edición de todos los manuscritos salvo un diario que incluía material sobre su relación. En 1982, Sylvia Plath se convirtió en la primera autora en recibir un Premio Nobel de Literatura póstumo.

Entre los hombres durante siglos el reconocimiento social ha sido más fácil, pero no tanto el literario de los verdaderos genios que se adelantaban a su época. Es el caso de Edgar Allan Poe, que decidió vivir exclusivamente de la escritura. Poe transformó para la literatura fantástica. Murió en 1849, tras haber sufrido numerosos problemas por deudas y alcohol, antes de ser reconocido como el gran maestro por parte de escritores de la talla de Mark Twain, Julio Cortázar, Charles Baudelaire, Fedor Dostoyevski, William Faulkner, Franz Kafka, H. P. Lovecraft, Arthur Conan Doyle, M. R. James, Ambrose Bierce, Guy de Maupassant, Thomas Mann o  Jorge Luis Borges.

 

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Franz Kafka es, junto con Pessoa, el gran referente de la modernidad del SXX. Publicó muy poco en vida y, convencido de la poca valía de su obra, le pidió a su amigo Max Brod que quemara todos sus escritos tras su muerte. Por suerte, Brod hizo todo lo contario, ofrecer su obra al mundo.

Roberto Bolaño empezó a tener reconocimiento en los últimos años de su vida en España, pero nadie imaginaba la repercusión que la traducción de Los detectives salvajes al inglés, y la publicación de su obra póstuma 2666, tendría a nivel mundial.
Stieg Larsson es el caso más dramático ya que murió siendo casi un total desconocido, pocos días antes de la publicación del primer libro, Los hombres que no amaban a las mujeres. La saga Millenium se convirtió en todo un fenómeno de ventas y adaptaciones cinematográficas millonarias.

John Kennedy Toole, autor de La conjura de los necios, obra ganadora del Premio Pulitzer de ficción en 1981, se suicidó en 1969 a los 31 años tras no conseguir publicar la novela que obtuvo un enorme éxito mundial en 1980 gracias a la insistencia de su madre, Thelma Toole.