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John Berger y la puerca tierra

Rodolfo Braceli / Diario Jornada

Día 14/01/2017

En pocos días han dejado de respirar varios escritores, de los esenciales: Alberto Laiseca, Andrés Rivera, Ricardo Piglia, John Berger. Los tres primeros, argentinos; el cuarto, británico residente en Francia. A ninguno de los cuatro el nuevo neoliberalismo los va a extrañar ni un poquito así.

¿En que se parecían los autores de “Los Soria”, de “La revolución es un sueño eterno”, de “Respiración artificial” y de “Puerca tierra”? Se parecían en que estaban comprometidos con la condición humana. No eran escritores intelectualmente impostados. No eran intelectualudos. No eran indiferentes al hambre y al analfabetismo, ni a la analfabetización deliberada. Tampoco eran indiferentes al horror de los efectos colaterales. Eran, los cuatro, de esa raza de escritores que ponen el cuerpo entero al escribir y al leer y al pensar. No, no eran chantas, no “hacían como que”, no se creían ni dioses ni semidioses. No, no eran pavos reales. Escribían de cuajo, desde las tripas del cerebro y del corazón.

A propósito de escribidores “pavos reales”: el lector, la lectora me pedirá apellidos. Si suponen que estoy pensando – por dar un ejemplo de “pavo real”– en sujetos como el exitoso Marcos Aguinis, suponen acertadamente. La partida de Laiseca, de Rivera, de Piglia, de Berger duele más si uno observa alrededor la vigencia mediática de personajes como el autodenominado “filósofo” Kovadloff, o del best seller Aguinis (este último entusiasmado apologista de los misiles inteligentes).

Pero no nos distraigamos con los monicacos. Busquemos los libros de Laiseca, de Rivera, de Piglia y de Berger. Y démonos un baño de entrañable condición humana. Propongo detenernos en John Berger. Hace una semana escribí en Página 12 una contratapa sobre él. Intenté un retrato levemente ficcionado. Con la introducción a esta columna entrego ahora una versión ampliada. Permiso, deseo compartirla.

 

 

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