La palabra del poeta en la voz de todos
Alberto BOCO. Para un programa de disolución y otros textos. Buenos Aires: Ediciones en Danza, 2016, 79 págs.
Susana Santos
Las 79 páginas de Para un programa de disolución y otros textos reúnen cinco grandes poemas y mucho más que cinco años de escritura de Alberto Boco, reconocido poeta y crítico literario argentino, de obra lenta y diligente, atenta y meditada, cuidadosa y alerta. En este volumen publicado en Buenos Aires 2016 con el pie de imprenta de Ediciones en Danza se suceden, ordenados en acuerdo a la progresión temporal de su producción, “Para un programa de disolución” (2005) , “Golpe de vista (( visteo)) en Paraland” (2008), “Opaca no es la noche” (2009), “Química orgánica” (2209-2010) y “QOII” (2011). Lejos de una simple acumulación de acontecimientos aluvionales, el conjunto vertebra un sostenido orden vertical, que responde y contesta a la horizontalidad, el devenir de los otros, de la vida y del mundo. Pilar y resorte de ese orden vertical se encuentran en la simultaneidad y consonancia que los cinco grandes poemas de Boco dan prueba de los temas mayores que configuran la poética del autor. Tal condición dinamiza el entero conjunto a tal punto que, aun si no solicita, tolere sin contradicción la lectura del entero volumen como un solo, único y prolongado poema. La tentación de introducir, inmiscuir la historia personal de cada día en cada intersticio de ese tiempo singular (que es más que un registro descriptivo) revela una reflexión común, o polifónica -en la diversidad y unicidad de los cinco textos que aquí cohabitan- sobre un estar en el tiempo transmitido por la palabra del poeta Alberto Boco. Palabra suspendida en el lenguaje de todos los días, en sus sobreentendidos, en las líneas y las entrelíneas, en los interrogantes y los bastidores: en el reino del resquicio. “Fingir, confesarse, lamentarse, quejarse cuesta demasiado caro. Cantar es gratis” es el acápite que precede y preside el despliegue de “Para un programa de disolución”. Esta cita de la novela Sexus (1949) del escritor norteamericano Henry Miller, a la primera de su largo tríptico de auto-ficción La crucifixión rosa (1949-1959), recupera la distinción entre las escrituras ligada a la representación (de sí) y la interpelación (de los otros) como una contra/posición al canto. Gratis: en latín, por las (solas) gracias, sin retribución crematística alguna. Pero, sin compensación o pago ninguno asegurado, implica sin embargo la asunción consciente de riesgos. El peligro es una experiencia que el mito griego de Orfeo reconoce necesaria a la obra poética. La de descender a los infiernos para rescatar a Eurídice, una presencia ausente a quien solo puede rescatar en el canto. La ausente solo tiene vida y presencia durante el poema, y por él. Se anuncia así, desde el epígrafe del libro de título latino -y de la palabra latina con que concluye el texto del epígrafe-, la inauguración del espacio de la escritura poética del libro. Una arquitectura dinámica, que respira, habla, pronuncia, dice, se dice y exhala, sin desmayar, sin sobre ventilar, desde el poema inicial hasta el último. Leemos el verso “que se canta y se canta de cada quien” en “QOII” que cierra el libro. Bibelot abolido de inanidad sonora, o por qué tu golpe de dados no abolirá el azar En este poemario, las relaciones entre las imágenes y cualquier referencia a nuestro mundo real (el del autor y el nuestro) en verdad tratan de una relación que no es propiamente causal. Para un programa de disolución y otros textos es un solo y extenso poema con una voluntad unitiva. Por el dispositivo del libro, pero también porque su conjunto despliega con rigor constructivo como tema mayor la ideación del azar como sustento de todo paisaje de la conciencia del sueño, el ensueño o la pesadilla. La intensidad de la luz cierne los límites de lo visible. Así lo leemos -lo oímos: lo vemos- de manera paradigmática en los versos del primer poema: “mi abuelo y la muerte de un feroz general barrido por la metralla/ recordaba su nombre y de los compañeros en medio del bombardeo/detalles del paisaje contra el metal/ y barro en la crujiente luz de la siesta”. También aquí, en estos versos: “mi abuelo rodeado para siempre de la muerte masiva/ la primera gran guerra”, en “Opaca no es la noche”. Los versos no ceden a un impulso, ni son eco de un pasado. Muy por el contrario, en el resplandor de la imagen es donde resuenan los ecos de un pasado lejano, sin que se vea en qué profundidades van a repercutir y extinguirse. Proceden de una ontología directa inversa de la causalidad, el azar. De la misma manera, “la crujiente luz de la siesta” reaparece -sin apagarse jamás- en versos siguientes como “Un rayo de sol en el quiebre de una nube…”. Más que una luz interior, se establece una visión interior que conoce y se traduce en el mundo de los colores: la luz interior no es reflejo de una luz exterior. El fragmento escogido ha sido comentado por Boco en una entrevista sostenida con el narrador y poeta argentino Rolando Revagliatti en diciembre 2023 con estas palabras: “Mi conciencia del azar; por ejemplo, mi abuelo materno, que combatió en la primera guerra mundial 1914-1918, vio explotar cañonazos y destrozar compañeros a pocos metros de sus ojos y a él no le tocó morir; otra vez, enfermó de malaria (muy común en la guerra de las trincheras) y lo internaron: su regimiento (o como se llamara) de más de tres mil quinientos hombres, fue aniquilado pocos días después en una avanzada, sus enemigos no tomaron ni un prisionero. Si hubiera muerto ahí, yo no existiría”. El azar que rige en la localización del recuerdo en principio pertenece a duraciones abolidas. Sin embargo y por el arte de Boco, el recuerdo inmóvil ha sido puesto en movimiento. Prueba que la memoria “no es la facultad de clasificar recuerdos en un cajón o inscribirlos en un registro” (Bergson, 1907). Más bien se expresa y solo como ejemplo un par de versos de “Opaca no es la noche”; “entre las cosas que hemos tomado más allá y más acá/ de los rincones de una construcción que llamamos memoria”. Si la aceptación del azar es la aceptación del riesgo que elude las ventajas de la fatalidad, no hay ni habrá seguridad alguna; el hombre que la busca tendrá tal como reza en el primer poema “Viví cómodo, Viví muerto”. El mundo animal, sí la tiene, he ahí su fortaleza “El perro de mi vecino en cambio es racional”, también en el primer poema. O “el insecto cucaracha con la misma indiferencia” (“QOII”); o “el árbol hace lo que tiene que hacer// •el árbol no espera nada/ vive con el aire y la luz y en algún momento se detiene” (“Opaca no es la noche”). En comparación, somos indefensos, vivimos expuestos. Pero esta capacidad de exponerse a cualquier riesgo es precisamente su fortaleza. Según convencimientos expresados por el autor en la entrevista citada, “ese pensamiento del azar y convertirlo en un sentir se parece bastante a un proyecto de disolución de ciertas pretensiones del yo, esa cosa que hace que nos creamos que somos algo cuando somos menos que una brizna en el viento del universo” . Figura de figuras “Una brizna en el viento del universo” o sólo un punto en la línea del horizonte como sugiere el collage de la artista plástica Ida O. que ilustra la tapa de Para un programa de disolución y otros textos. Figura de figuras. Intersección en el plano rectangular del triangular. El punto marcado por el vértice trunco del triángulo, que encierra hojas ocres que valen por estratos, sobre un rectángulo. La superposición otorga perspectiva al despojado paisaje compuesto en dos planos asimétricos, celeste de claro cielo y el continuo cromático de verdoso amarillo del suelo cortado por la base inclinada del triángulo que sobresale ( se excede del límite del trazo) enfatizando su importancia e incógnita. Las cosas no son como son ni como las vemos, sino que las descomponemos excepto las figuras geométricas: en este caso dos que fragmentan el espacio, lo desdoblan. La superficie infinita que marca el horizonte queda limitada y sujeta a relaciones secretas (igual que en los poemas) que inmovilizan el instante y se configuran en centros con sus propios dominios. Entre el vacío impuro y el acontecimiento depurado El azar rige en el vacío, así el verso “en el iching la verdad interior está vacía” acude a la plenitud vacía: “acaso la cuestión es quedarnos así con las muecas y efecto sonoro de la voz/ un territorio sin término ni extensión”. Inminencia de los bordes negados, un espacio donde las posiciones se evaporan “Llegar y partir sin llegadas ni partidas”. Un itinerario que se dirige al final de su propia difusión y se expande “el silencio en la entretela de lo dicho y la materia feliz un estar a ratos” (“Para un programa de disolución”). En simultáneo, la discontinuidad de los planos, la transparencia de la luz, las nubes y sus brumas “en la cabeza se acomodan las cosas con libreto propio/ cambian de lugar mientras todo flotea en el limbo estocástico”// el viento barre unas formas caídas/ “se huye sin saber” (“Golpe de vista…”). De a ratos, una voluntad de deshacimiento priva el despliegue del entero poema que es también el despliegue de una estética de la disolución; “No sé si existimos en este partido/ jugadores de un territorio que cada tanto cambia el tablero/ se precipita en la bella nube y ya es otro y otro y nos quedamos/con las preguntas equivocadas” (“Para un programa …”); “Como en el amor y las hordas del sexo/ una y otra vez el vacío es el mismo/ en el vacío”( “Química Orgánica”). La noción de vacío ideada por Boco aparece como condición de posibilidad del poema. No se trata de una noción uniforme, en primer lugar es una respuesta a la vacuidad de toda acción y libertad; “una propaganda en el subte de Buenos Aires proclama que la libertad es el último derecho” (“Golpe de vista (( visteo)) en Paraland”) y a la vez el deseo de la plenitud devuelta que entiende el camino de nuestros días. Boco escribe sus textos en ‘la era de la sospecha’, conciencia de la ilusión del mundo como única verdad de la literatura que en experiencias más radicales, que, como en el caso de Ludwig Wittgenstein, lleva a la exigencia de un silencio. Por medio de la práctica de la ironía en su propio término evidencia el carácter fantasmagórico de la realidad del lenguaje. La ironía, la figura que mejor representa la estética de la disolución. Las hendiduras, los blancos, los paréntesis, la disposición tipográfica, los tiempos verbales son las maneras de crear entre verso y verso la distancia necesaria para que las palabras se reflejen en un espacio vacío. De aquí que el conjunto de textos Para un programa… responden con idéntica certidumbre la asunción de una escritura poética que es objeto de la parodia de un discurso autoconsciente y reflexivo que marcha a su disolución (su silencio). La puesta en escena de cada poema lleva el signo de la teatralidad meta irónica. El aire del poemario se desmorona, los poemas quedan en suspenso, entran en disolución; la plenitud de sus formas sólo consiste en indicar la ensoñación de suyo informe y en desaparecer en ese acto de significación. El canto es de aniquilación “El entretiempo borra el tiempo / como si el tiempo existiera/ en lugar de un silencio musical entre lo que imaginamos que ocurrió” y reintegración total en la transparencia de la palabra poética, incluido el lector que es colapsado y absorbido. La aniquilación del mundo se opera precisamente por medio de la palabra regida por la poderes imaginación de su creador que leemos/ escuchamos con su luz desértica. “Todo es luz/ cristal mudo/ en la melodía sin fin de cada instante hay sombra de grado cero” (“Golpe de vista…”). La idea del cero recurre a Frege en tanto extensión del concepto no idéntico a sí mismo, también la no presencia y a la vez la insistencia en la luz, esta se propaga en el vacío ”luz impiadosa encima de todo hasta el último rincón/ luz amortiguadora en un tono (( lo lánguido)) pegado a las paredes…/ en un lugar otra luz elegida por el director”; “sentir así cada día en el gran silencio de la luz/ que medra en todo lo que viene/ y vendrá” (“Golpe de vista…”) . Las dimensiones imaginativas del sueño “las audacias narrativas apenas mejoran la descripción de un sueño”; “en cambio las imágenes/ con debida dinámica sustituyen el sueño” opuestas a toda certidumbre corresponden al afán de un conocimiento más que como representación como pura ficción, “un diálogo inventado” (“Opaca no es la noche”) en formulaciones aproximativas. Una proliferación de aconteceres cotidianos se conjuga como práctica de otro tipo de distanciamiento irónico, desdoblamiento de una conciencia que vive y se mira vivir: “veo tus movimientos con ternura en la tarde cansina”; “la mesa del bar junto a la ventana”, el viaje en colectivo “un gesto corta el ticket…”, las hojas de los plátanos avenidas con sus carteleras, “un subte atiborrado”, una reunión de amigos “ corto la carne con mi cuchillo bien afilado”. Juego de las apariencias desaparecidas Como buen ironista, Boco juega el juego del que no juega, una exterioridad paradójica, un grado cero “abrir ese doblez/ dejar que todo nos comience a olvidar”. No hay traumas ni prodigios que puedan rimar con la soledad y el desamparo. Disolución u olvido que cuenta con una consciente intención de “vaciar el artificio” (“Química Orgánica”) en la búsqueda de la improbable coincidencia entre el sujeto, la palabra y el mundo “repiten infinita la distancia entre nosotros y las cosas/ el vocablo metafísica como medida de la impotencia”. La escritura poética de Boco se nutre del conflicto entre estas instancias, como incesante crítica del sujeto, del lenguaje y de lo real. Una existencia que definió el autor en otro momento de la entrevista citada: “este milagro de equilibrio inestable que es la vida, donde se despliega desde lo más denso de nuestra materialidad, hasta lo más sutil, eso que nombramos con las palabras alma o espíritu, ‘esa parte que no sale en las radiografías’, pero que forma unidad indisoluble de todo lo que somos y se diluye en la nada cuando nos llega el momento”. Cada poema sigue, prosigue y persigue al anterior: se convierte en su acervo en un esfuerzo por explorar las formas de una identidad siempre huidiza y conjugar su soledad en una realidad que comprende la materia. Una noción de la materia compuesta por átomos que se desplazan y combinan en el vacío, que caen, pero tienen la capacidad de desviarse espontáneamente de la dirección vertical y de ese modo forman combinaciones no previsibles con otros cuerpos. Gracias a este elemento de espontaneidad de los átomos, Boco, que sigue al materialista romano Lucrecio, el poeta de la naturaleza de las cosas y de las cosas a veces artificiosas que son artífices de la naturaleza, sostiene su negación del carácter determinista de todo o cualquier universo determinado. Para un programa de disolución y otros textos reafirma el factor del azar que es también elemento de libertad en torbellinos, intervalos en un espacio vacío “una y otra vez el vacío es el mismo/ en el vacío”. Boco, Alberto. “Lo hondo, lo tierno y lo oscuro que tiene el amor”. Entrevista con Alberto Revagliatti en Inmediaciones.https://inmediaciones.org/alberto-boco-lo-hondo-lo-tierno-y-lo-oscuro-que-tiene-el-amor/ Bergson, Henri [1907] 1963. La evolución creadora.https://archive.org/details/bergson-henri.-la-evolucion-creadora-1963 Sarraute, Nathalie (1950). “La era de la sospecha” en Les Temps Modernes https://www.academia.edu/42787953/La_era_de_la_sospecha_ensayo_de_Nathalie_Sarraute Ricoeur, Paul ([1965]1990). “La interpretación como ejercicio de la sospecha” en Freud: una interpretación de la cultura. México: Siglo XXI. En este libro, Ricoeur reúne” a Karl Marx, Friedrich Nietzsche y Sigmund Freud bajo la expresión “maestros de la sospecha. Frege, Gottlob ([1885]1972). Los fundamentos de la aritmética y otros estudios filosóficos. México: UNAM. Alberto Boco, Buenos Aires 1949. De su obra publicada: Arcas o pequeñas señales( 1986)Galería de ecos (1989); Cartas para Beb (2007); Riachuelo( 2008); Malena (2012);Visitas inoportunas (2012); Estación de nosotros (2014); Para un programa de disolución y otros textos (2016). Poemas suyos, artículos y reseñas han sido publicados en revistas impresas y virtuales. Entre las distinciones recibidas, Primer Premio Concurso Nacional de Poesía (2005); Mención de honor en el IV Concurso Nacional de Poesía “La Luna que” (2002). Susana Santos. Buenos Aires, Doctora en Letras (UBA), investigadora y docente universitaria. Autora de libros y ensayos de su especialidad.