HOMENAJE A SARAMAGO, UN HOMBRE BUENO.

 

Es curioso cómo y de qué forma, en determinados momentos, uno tiene la sensación, o más bien, la seguridad, de que está prácticamente solo ante todo y ante todos. Te sientes como un ser abandonado, aislado, simplemente acompañado por ese instinto de supervivencia que nos convierte en pequeños héroes únicamente por el hecho de obcecarnos en seguir sobreviviendo minuto a minuto. En cierto modo, somos náufragos en una gran isla, un enorme y descomunal islote en el que la mayor parte de aquellos que nos rodean se convierten en extraños ante nuestros propios pensamientos. Así es, en ocasiones es como si nadie nos escuchase, aunque en realidad, puede que no sea tan sólo una sensación, sino quizá un hecho más que probable. Razonas, argumentas, intentas por todos los medios desmenuzar los porqués de las cosas… pero es inútil, en el fondo casi nadie te escucha o, por regla general, prácticamente nadie quiere comprender todo aquello que tus razonamientos intentan precisamente desmenuzar. Y es en ese instante cuando percibes que el mundo del pensamiento es una quimera para la mayor parte de la humanidad. Muy pocos quieren pensar, en parte porque no se les ha incitado nunca a ello y, en parte, porque realizar tal tarea es una labor que posiblemente los ponga en más de un aprieto.¿Para qué pensar?, piensan, paradójicamente, la mayor parte de los mortales.¿Para qué invitar a su conciencia a rebelarse si a nivel personal no tienen ningún gran motivo aparente para quejarse? “Si yo estoy bien, todo va bien”, suelen pensar la gran mayoría y, en todo caso, acaban diciéndose a sí mimos que “si alguien sufre no es mi problema, puesto que yo personalmente no he hecho nada”. Y esto es, básicamente, el principio de la insolidaridad. No ha hecho nada malo, pero tampoco nada bueno o, lo que es lo mismo, únicamente ha pensado simplemente en él y en su propio y único bienestar. No, pensar en profundidad no interesa, eso es un hecho constatable, y ante tal actitud muy poco se puede hacer, puesto que es la propia historia de la humanidad la que por desgracia nos lo demuestra.

No obstante, siempre hay seres humanos dispuestos a desarrollar su intelecto e incitar a los demás a que lo hagan, y prueba de ello es que ya hace cientos de años los grandes utópicos creyeron que el hecho de que el pueblo fuese inculto y analfabeto lo abocaba irremisiblemente al mundo de las tinieblas, algo que indudablemente es así, por lo que estaban convencidos de que educándolo conseguirían por fin sacarlo del ostracismo. Le enseñaron a leer y escribir, así como también le incitaron a preguntarse el porqué de las cosas, creyendo de esa forma que la profundización en el pensamiento nos convertiría como sociedad en seres más solidarios. Es evidente, y esto de nuevo es la historia la que nos lo demuestra, que los cambios a nivel del pensamiento colectivo son lentos, pero si de alguna forma hombres como el Sr. Saramago no desfallecen en su empeño, también es la propia historia la que nos ha demostrado que los cambios en positivo son totalmente posibles. Cincuenta o cien años son toda una vida para el ser humano, pero no en cambio para la humanidad, por lo que es más que probable que nuestros ojos no consigan ver una sociedad totalmente basada en la solidaridad y la igualdad de oportunidades, pero sí por el contrario nuestros descendientes se beneficien del esfuerzo colectivo de aquellos que intentan hacer de este mundo en el que vivimos un lugar más habitable para la mayor parte de los que en él viven. Y es precisamente esto lo que nos ha de devolver la esperanza, pensar que si hace cientos de años no hubiesen existido seres humanos que por ejemplo lucharon en contra de la esclavitud o para que el pueblo tuviese una razonable calidad de vida tanto a nivel social como laboral, hoy en día todavía viviríamos en la era de las cavernas.

Son muchas cosas las que admiro de José Saramago, y en este caso ya no sólo me refiero a nivel literario, sino a lo más importante, a su forma de ser y actuar. Continuamente ha demostrando al mundo que a través del pensamiento se puede llegar a estar más cerca de la bondad (esa maravillosa palabra que por desgracia últimamente se suele confundir con debilidad), y en ningún momento se traicionó a sí mismo como esos “progres de despacho” (como yo los suelo llamar) que, tal y como hago mención al principio de mi tercera novela, con el paso de los años se apoltronan en la comodidad de sus despachos simulando ser algo que ya no son, y que quizá en el fondo, a tenor de su comportamiento actual, en realidad nunca fueron.

Así pues, considero que es precisamente la profundización en el pensamiento la que nos convierte no sólo en hombres libres, sino también en seres esperanzados capaces de derribar muros como los de la opresión, o de traspasar fronteras y dejarlas atrás como puede ser el caso de la ignorancia, y usted, Sr. Saramago, ha sido un claro ejemplo de esto durante toda su longeva vida. Siga pensando, amigo José, esté donde esté, y gracias de nuevo por habernos ilustrado con su pensamiento durante toda su vida.

 

Víctor J. Maicas.

*escritor.

http://victorjmaicas.blogspot.com