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Reyes perdura

Reyes perdura

Por Joel Bulnes

En su fascinante ensayo “El arte de perdurar”, el escritor mexicano Hugo Hiriart reflexiona sobre las razones por las que su admirado maestro don Alfonso Reyes, a pesar de gozar de la abierta admiración de escritores como Borges, no ha alcanzado, por ejemplo, la gloria literaria de este último. Se agradece mucho el arrojo de Hiriart quien advierte desde las primeras páginas que no quiere ser como aquel alumno que se queda callado y sin alzar la mano para contradecir al maestro. Hiriart somete a Reyes a riguroso examen con el debido respeto y con un profundo conocimiento de su obra. Pero no haré aquí una reseña del magnífico ensayo de Hiriart que el lector, si tiene interés, puede consultar. Lo que quiero, es alzar la mano para contradecir respetuosamente a mi admirado maestro Hiriart porque me parece que la obra de Reyes está dando señales manifiestas de vitalidad — la misma atención que ha recibido por parte de Hiriart lo demuestra— y no me cabe la menor duda de que perdurará. Lo que ignoro es si algún día la obra de Reyes llegará a ser un éxito comercial. Hay que decir que la crítica de Hiriart al gran maestro mexicano es tan implacable como impecable, y además justa y necesaria: Alguien tenía que hacerla: Reyes lo merecía.¿Y quién mejor que Hugo Hiriart que ha sido un fervoroso lector del maestro para escribirla? Acaso lo único cuestionable del ensayo de Hiriart sea el mismo título que le dio: El arte de perdurar.¿Perdurar es un arte? ¿Está en manos del artista que su obra perdure en el tiempo? Es un terreno muy resbaloso. Difícilmente se puede decir algo cierto al respecto, con lo cual no quiero decir que entonces debemos evitar reflexionar sobre el tema, pero lo que a una generación de lectores le parece valioso muy bien puede no serlo para la siguiente. Nada nos asegura que el valor de la obra de Borges — hoy tan apreciada — no se vaya a desinflar. Es más, no sería algo muy raro. De igual forma nada nos asegura que la de Reyes no tenga algo qué decir a las generaciones venideras. Borges llegó a afirmar que Reyes era el mejor prosista en lengua castellana, lo cual es posible, pero este juicio tan elogioso como desmedido, carece de utilidad práctica y no nos ha ayudado a encontrar al mejor Reyes. No es culpa de Borges, quien sentía una honesta admiración por el maestro don Alfonso. Yo pienso que a Reyes hemos tenido que irlo encontrando poco a poco sus lectores en medio de esa tupida selva que son los veintiséis tomos de sus obras completas. Sin duda los que hemos consumido algunos ocios entre sus páginas no hemos salido de allí sin algunas joyas de imperecedero efecto. Hoy no nos cabe duda de que el mejor Reyes está disperso en sus obras menores, en los apuntes, las notas y los trocitos geniales escritos a vuela pluma, y que tan bien retratan “la palpitante e interesantísima vida cotidiana”. Ya desde joven — Reyes tenía por entonces 20 años— en su ensayo “Horas áticas de la ciudad” hace una apología de lo que llama “la obra menor”, a la que considera como “la más humana y sincera manifestación de algunos escritores, y que divierte sin asombrar, interesa sin fatigar, y sana en suma el espíritu.” Por supuesto, se puede afirmar exagerando, como lo hace el maestro Hiriart, que Reyes escribió páginas perfectas acerca de nada. Porque lo que es cierto, es que Reyes escribió páginas perfectas, —si se quiere— acerca de innumerables asuntos, muchos de ellos es verdad, menudos. Como se sabe, el gran Reyes no está en uno solo de sus libros, sino disperso por aquí y por allá en su vasta obra. Pero es que Reyes, quiero decir el gran Reyes, no fue un escritor de libros, sino que escribió lo que iba viviendo, sin pensar de antemano en el libro; Reyes escribía, eso es todo, podríamos decir, desinteresada y desordenadamente. Yo pienso que Reyes perdurará — lo afirmo con todas las reservas que el caso amerita— porque representa una de dos grandes maneras de ver las cosas. Por un lado, la apasionada y guerrera mirada de Vasconcelos, y por el otro la mirada discreta y apacible de Reyes. Ambas formas de ver el mundo cuentan y seguirán contando con sus respectivos seguidores. Acaso siempre la balanza se incline más del lado de los más arrebatados y violentos, pero nunca faltarán en el mundo los sensatos y discretos. Con esto no quiero decir que Reyes agrupe a los mejores, ¡no!, lo que quiero decir es que necesitamos ambas perspectivas y que estas perspectivas pueden coexistir aun en un solo lector. A veces necesitamos el aullido, el grito; otras la sonrisa y la mesura.