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EL DESGARRO DE LA CONDICIÓN HUMANA

EL DESGARRO DE LA CONDICIÓN HUMANA

 

Nadie sabe dónde estuvimos, Luis Benítez, Palabrava, Ciudad de Santa Fe, 2021

Por Irma Verolín*

 

El último poemario de Luis Benítez - reconocido narrador, ensayista y poeta - que lleva el título Nadie sabe dónde estuvimos, es un libro, me atrevería a decir, con un perfil caleidoscópico, construido con poemas que tienden a la estructura en bloque en el que la multiplicidad de imágenes serpentean en procura de expresar una versátil y siempre inapresable totalidad. La belleza en su vibrante expresión aparece en cada fragmento del texto produciendo un efecto que oscila entre la melancolía, la incertidumbre y una desencantada prefiguración mística. El movimiento constante que va desde la oscura alcantarilla hasta el resplandor de lo que está vivo contrapuntea el juego de las oposiciones.

Lo primero que impresiona al iniciar la lectura de estos poemas es la condensación de sentido, el modo proverbial en que verso a verso se va abriendo una significación que a su vez se abre a otra significación y a otra como en el clásico sistema de cajas chinas y sin embargo, al mismo tiempo, hay corcoveos de envoltura, de buceos o búsqueda del centro. En todo el libro se respira una nostalgia de armonía para un mundo desdichadamente inarmónico.

El libro comienza con un gesto iconoclasta: “rompí la ventana del idioma”. Y detrás y por debajo, sosteniéndolo todo, se repliega lo más profundo de la condición humana y del engranaje sutil que mueve al mundo. Hay en la mirada de estos poemas una conjunción entre la lucidez y el sentimiento, una feliz combinación de inteligencia racional y emoción, de visceralidad y percepción iluminada. Y también el sesgo irónico que trasluce una dura decepción. Si la ventana del idioma fue destruida, se ha abierto la puerta de la joya de un lenguaje inédito. La voluntad reflexiva no entra en pugna con el lirismo y la agudeza de la mirada, el tono melancólico navega en su punto justo para que lo que alguna vez se fracturó inaugure su nuevo camino. Aun así, como no podía ser de otra forma, este poemario es pasible de múltiples lecturas.

Todo el libro podría pensarse como un espejo de lo que somos en tanto humanos en tránsito por este planeta que nos alberga o quizá un espejo de lo que cada uno de nosotros es en el devaneo social, en el escenario mundano. La plena conciencia de la ausencia, la nada, sustrato de nuestra existencia, apuesta a la incredulidad con respecto al orden que hemos edificado los humanos, un orden tambaleante, impermanente, cargado de contrasentidos: el gran mundo, para llegar incluso a la destrucción definitiva de la especie a la que pertenecemos.

 Por su hechura y su tono se detectan en estos poemas la cadencia de la plegaria que expone luces y sombras. La voz poética que no teme alzarse para ser oída recorre las muchas posibilidades que la realidad visible e invisible nos ofrece. Hacia la mitad del libro la focalización se centra en la humanidad y sus endebles construcciones, entonces los poemas rozan la tesis, lo que nos permitiría vincularlos con la llamada poesía de pensamiento entre cuyos exponentes se encuentran Guillermo Boido, Roberto Juarroz y Joaquín Giannuzzi.

Luis Benítez escribió un poemario que tiene un toque monumental y hondura lírica que merecen y acaso exigen varias lecturas, de todos modos en la primera de ellas el goce ante la belleza literaria colma las más exigentes expectativas. Este libro, absolutamente recomendable, que reflexiona poéticamente sobre el conocimiento y la ignorancia, atreviéndose a enfrentar el desgarro de la condición humana, con una factura de excelencia, fue publicado por Palabrava, una editorial que desde la ciudad de Santa Fe está dando a conocer lo mejor de nuestra literatura no solo regional sino nacional.

* Irma Verolín es narradora y poeta.