Irène Némirovsky: David Golder

La Historia de la Literatura está plagada de injusticias y grandes olvidos, aunque en el caso de Irène Némirovsky, ese ostracismo no se debe sólo al mundo literario, pues su vida estuvo marcada por la desafortunada coincidencia de nacer en un período convulso de la Historia de la Humanidad, y como muchas personas en aquella época, fue víctima de la sinrazón humana más absoluta. Némirovsky nació en Kiev en 1903 y murió en el campo de concentración de Auschwitz en 1942. Hija de un banquero judío ucraniano fue educada en la lengua materna (francés) llegando a Francia a la temprana edad de 16 años, donde se licenció en Letras por la Sorbona y donde comenzó a escribir a los dieciocho años.

David Golder es la primera novela que escribió, y que en 1929, envió a la Editorial Grasset. Como suele suceder en los grandes talentos artísticos, y en este caso literarios, la falta de confianza en sí misma y en su obra, la llevó a enviar dicha novela sin su nombre ni su dirección por el temor a su rechazo, lo que obligó al editor, a publicar un anuncio en la prensa para llegar a conocer a su autor, autora en este caso.

En esta primera novela, Nèmirovsky plasma sucesos o acontecimientos autobiográficos, que en este caso vienen dados por el retrato de su protagonista David Golder (alter ego de su padre), así como de su madre, en el retrato de la mujer de éste (egocéntrica y despilfarradora hasta el límite), lo que nos transmite uno de los temas que se repiten en las novelas de Némirovsky, la importancia del dinero y el mal perverso que engendra en aquellos que lo tienen, cuando por su propia experiencia saben muy bien que el mismo muchas veces fluye sin sentido y en unas ocasiones se tiene, y en otras no.

El gran acierto de la historia que engendra la novela, está en el magnífico retrato psicológico de su protagonista, lo que nos hace mostrarnos cercanos a un personaje hecho a sí mismo, y que es capaz de escalar desde la más grandes de las miserias a la mayor de las fortunas, eso sí, dejándose en el camino la salud, y lo que es más importante, la vida. A destacar, entre otros magníficos pasajes de la novela, la descripción del ataque al corazón que Golder sufre en el tren cuando va a reunirse con su familia al sur de Francia, y que es capaz en apenas unas páginas, de acercarnos a la fina línea que a veces separa la vida de la muerte.

No cabe duda, que Némirovsky conoce a la perfección el mundo que retrata, y que nos sirve de constatación de una época convulsa (período entreguerras) donde los grandes negocios todavía son posibles antes del crack del 29, y en donde las miserias humanas se ponen de manifiesto, en el ambiente vacío y sin sentido de la alta sociedad, enferma de egocentrismo y egoísta hasta límites insospechados.

Pero como no podía ser de otra manera, Némirovsky nos deja un hilo de esperanza cuando dota a su protagonista de la suficiente humanidad para querer recuperar el cariño de una hija mimada y egoísta, pero que ante los ojos y el corazón de su padre, es la única persona a la que de verdad ha querido.

Esta novela, es sin duda, una magnífica reflexión sobre la condición humana, y que además, atesora la valía de su atemporalidad.

Ángel Silvelo Gabriel