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La lengua como portadora de la palabra

La lengua como portadora de la palabra

Las Jarchas son definidas como una estrofa que se añade al final de una Moaxajas, de origen Árabe y Hebreo. Otra variante son los llamados Zéjel, en los cuales no están incluidas la jarchas. Para muchos, las jarchas representan una de las primeras manifestaciones en lengua romance. Las Moaxajas eran breves composiciones poéticas escritas en mozárabe. Las Moaxajas y las Jarchas dieron paso al romancero en la Edad Media, tarareada por las mozas enamoradas, (De 1000 a 1400 DC) y a partir de ahí el nacimiento del primer castellano, que en las letras y las coplas de Jorge Manrique tuvieron a su mayor exponente. En las Jarchas, que así se llamaban estas canciones, en un idioma <>, contaminado con arabismos, con términos latinos, medio <>, nos sale al paso, no la literatura, sino la poesía espontanea popular, la voz de las jóvenes mozárabes que en los arrabales de Córdoba y en las calles de Toledo, van y vuelven de la fuente cantando sus goces y sus cuitas, preludiando lo que habría de serlas cántigas de amigo gallego-portuguesas y los villancicos castellanos. Es en este contexto donde Jorge Manrique logra plasmar su poesía cortesana y amorosa, dando inicio a lo que luego sería la lengua castellana, (en esa época se hablaba el Latín) y su expansión poética no solo en España sino en todo el mundo y es a través de la palabra en la literatura donde se manifiesta con mayor fuerza esta relación. Miguel de Cervantes Saavedra, el escritor de habla hispana de mayor reconocimiento con su obra “El Quijote de La Mancha”, fue el primero en alzarse contra el sistema justo en la época de la Inquisición en España, con una enorme sutileza, al acometer contra los molinos de viento o al decir: - “Ladran Sancho”, y el otro responderle. – “Señal que andamos”. El sistema ladraba porque alguien, ingeniosamente se le estaba oponiendo. Eran los mismos que transformaron semejante obra social y de protesta de Cervantes en una de las más importantes novelas, quitándole el trasfondo que el escritor le quiso dar. En la República Argentina, José Hernández fue quien se encargo de la denuncia y la desigualdad social en su obra “El Martín Fierro”. Estas manifestaciones poéticas contra los sistemas gobernantes bien la podemos sintetizar en algo que escribió Mariano Moreno: “Si los pueblos no se ilustran, sino se vulgarizan sus derechos, si el hombre no conoce lo que sabe, lo que puede y lo que se le debe, nuevas frustraciones sucederán a las antiguas y después de deambular por un tiempo entre mil incertidumbres, será su suerte cambiar de tirano sin destruir la tiranía” Mariano Moreno plasma en síntesis con este pensamiento, el mensaje que estos dos grandes autores deseaban transmitir a las sociedades de sus tiempos. El cómo eran sometidas por el sistema imperante. Sistema del que también fue víctima Pedro B. Palacios “Almafuerte”, al convertirlo en poeta, cuando en realidad sus versos traslucían un trasfondo por completo social, de protesta y revolucionario que pretendía despertar las conciencias anestesiadas del pueblo. Era un poeta, sí, pero un poeta que pretendía con sus poemas hacer que la gente comparara como vivía y como debía vivir aunque le fuera, en forma metafórica, la vida en ello, como escribe en su poema “! Piu Avanti!” La frase de Mariano Moreno también señala distintas aristas de un mismo problema. Es cierto que la literatura, en sí los escritores, exponen distintas problemáticas sociales y que al hacerlo se involucran y comprometen con ellas, pero de ahí a que esto sirva para solucionarlas o mitigarlas al menos, existe una distancia tan enorme como la de Cervantes hasta nuestros días. Es como si se quisiera acallar a la lengua. Algo impensado e imposible. Según León Tolstoi: “El escritor no puede olvidar al público que lo lee, incluso sin pretender halagarlo, no puede no tenerlo en cuenta, o vendría a ser, que el escritor debe escribir para los demás y no para sí mismo.” Lo escrito por Tolstoi es de enorme importancia con respecto a lo expuesto anteriormente y hace que la lengua trascienda. Si el escritor que expone las distintas problemáticas sociales debe escribir para el público que lo lee, entonces también debe lograr que ese público tome como suyo lo que lee y se comprometa con la problemática tanto o más que el autor, ya que él es parte de la problemática denunciada por el escritor. De esta forma no solo se formaría un círculo virtuoso, sino también una expansión multiplicadora del problema denunciado. Para la gran escritora española, Ana María Matute, ya fallecida, nos dice: “La novela, a la par que un documento de nuestro tiempo y que un planteamiento de los problemas del hombre actual, debe herir, por decirlo de alguna manera, la conciencia de la sociedad, en un deseo de mejorarla” Lo dicho por esta gran escritora muestra no solo su compromiso con la problemática social sino que reafirma lo antedicho. La lengua debe trascender y el escritor debe involucrar a sus lectores, para, como dice ella, herirlos y de esta forma, hacerlos tomar conciencia del mundo que los rodea y despertar en ellos la necesidad de mejorarlo y mejorarse a sí mismos. En el siglo XIX surge el “Realismo”, uno de los movimientos literarios llamado a ser el origen de la literatura contemporánea. De él se desprende el “Realismo Crítico”, el cual se origina por una preocupación política y social, y que pretende utilizar la ficción como instrumento para cambiar una realidad injusta. El mismo movimiento se define diciendo: “Si partimos que toda actividad artística tiene como justificación la de cumplir una función social, llegamos a la conclusión que la literatura comprometida progresista, tiene como función reflejar un momento histórico o un comportamiento social determinado y por lo tanto tiene que ser realista”. Si esta definición la asociamos al “Realismo Social”, cuyo origen se remonta a la Revolución Soviética, cuya idea es la de crear una literatura al servicio del cambio social, veremos que no solo la problemática social, sino también la denuncia y la crítica social, a la vez que trascendía el tiempo, contaba con muchos movimientos y escritores comprometidos con las mismas. En este contexto, no podemos dejar de lado la discriminación. Guy de Maupassant decía: “El realista, si es artista, no buscará darnos una trivial fotografía de la vida, sino una visión de ella más plena, aguda y convincente que la realidad misma. Ser verdadero consiste en dar una plena ilusión de la verdad”. En “Bola de Cebo” podemos apreciar como una mujer es discriminada por el hecho de ser prostituta. Si a esto le sumamos que en el siglo XVII, las mujeres judías tenían prohibido aprender a leer, vemos hasta qué punto la discriminación estaba presente en todas la sociedades. Argentina no está ajena a este problema, sino todo lo contrario. La gran poetisa Alfonsina Storni le escribe una carta a Gabriela Mistral donde en un fragmento de la misma da cuenta de ello: “Dime Gabriela, dime si no es para salir a tomar las calles por asalto como sucede últimamente en Francia y Alemania, y pedir a gritos que esos torvos patrones de estancia dejen sus bancas y se dediquen, como seguramente Dios quiso, a engordar vacas.¿Qué saben ellos de nuestra naturaleza? ¿Qué saben ellos? Piensan en nuestros ovarios como en establos de cría. En nuestros ovarios, Gabriela, como criaderos de buenos criollos. En nuestros ovarios como puesto de avanzada contra la chusma italiana y española, que desembarca sus petates junto con sus vicios. Dicen que nosotras, las mujeres, Gabriela, sólo podemos dedicarnos al trabajo rentado cuando demostremos que no podemos tener hijos. Escuchaste bien, Gabriela. Nos separan en grupos como a vacas. Las fértiles por un lado, las yermas por otro. Somos vacas, Gabriela, pero vacas que ni siquiera podemos disfrutar del apareamiento con quien nos plazca. Somos vacas con vientres reservados” Aquí nuevamente, el mismo sistema que le ladraba a Cervantes se muestra con otra cara aún más cruel que aquella tratando de cercenar a las grandes poetizas latinoamericanas. Por otro lado, la poesía social irrumpe en la literatura, en la década del ’60, de la mano de poetas como Gabriel Celaya, Mario Benedetti, Jaime Gil de Biedma entre otros, como un movimiento de protesta contra los regímenes establecidos. El gran poeta español Pedro Salinas dice: “La rebelión contra la realidad se da tanto en poetas románticos como en los poetas sociales hasta nuestros días. El hombre se acerca a la realidad y le pide aquello que él ambiciona y que le parece imposible encontrar en ella: Amor, hermosura, gloria, virtud”. Justo lo que el sistema le ha arrebatado. La gran diferencia de la poesía con la narrativa, en este contexto, es que si el poeta ve a un niño abandonado, de inmediato plasma un poema sobre el abandono. Esto mismo, en la narrativa demanda más. Hay que formar el contexto del niño abandonado, crear una historia, hurgar en su entorno. En una palabra, necesita más tiempo de elaboración que la poesía, que se basa más en la imagen que en la imaginación, para plasmar un mismo caso. Por otra parte, la gente ignora la abundante y muy buena poesía social contemporánea que se refiere al abandono, como lo hizo la poetisa argentina Matilde Alba Swann en su poema “Con un hijo bajo el brazo”. La gente ignora la abundante y muy buena poesía social contemporánea que se refiere no solo al abandono sino también a la soledad, la indiferencia, el dolor, la discriminación, de la mano de autores conocidos como Octavio Paz, Nicolás guillén, Pablo Antonio Cuadra, Tirso Canales, Tulio Mora y Nancy Morejón. Podemos citar también a la uruguaya Juana de Ibarbourou, la chilena Gabriela Mistral y la argentina Alejandra Pizarnik entre otros. En buena cuenta, muchos escritores prefirieron experimentar con el lenguaje y hurgar en los recovecos del alma humana, como el caso de Fedor Dostoyevski, quien exploró la psicología humana en el complejo contexto político, social y espiritual de la sociedad rusa del siglo XIX. Más acá en el tiempo, Graham Green explora la confusión del hombre moderno en la sociedad en que vive y trata asuntos política y moralmente ambiguos en un trasfondo contemporáneo, y también Stephen King, donde algunos de sus libros contienen referencias a la historia y cultura de su país, particularmente a la más oscura y escalofriante de esta, como también penetra en la mente de sus personajes, comúnmente con vidas miserables. Estos autores como otros más, prefirieron esta clase de literatura o narrativa, antes que crear personajes sin conflictos o reproducir las clásicas formas literarias del siglo XIX. Algunos optaron por representar fielmente una realidad positiva, tradicional, con leyes naturales, mientras que otros se rebelaron contra esa visión e intentaron lo contrario, poner en crisis la cómoda concepción de la realidad propia del nuevo mundo burgués y científico. Esta última posición puede apreciarse en “La caída de la casa Usher” de Edgar Allan Poe o en Frank Kafka en “El proceso” o “La metamorfosis”. De una forma o de otra, siempre la lengua tuvo en quienes manifestarse para hacerse oír. Es un gran aporte en estos casos las obras de George Orwell, “Rebelión en la granja” y “1984” donde denuncia al sistema tal cual lo hiciera después Ken Kesey con su novela “Alguien voló sobre el nido del cuco”. Y en el orden cinematográfico no podemos dejar de lado a Alan Parker con “Pink Floyd: The Wall”, nuevamente denunciando al sistema, en este caso al inglés. En cuanto al escritor, puede hacer como Pablo Neruda con sus mineros y llevar sus escritos al Impenetrable, a los ingenios azucareros, a los pobladores de los Esteros del Iberá, a los que juntan cartones, a los que se alcoholizan o se drogan. Si sus coeficientes se los permite, podrán leer y hasta comprender, aunque no modifique sus hábitos, su forma de vivir, su forma de sobrevivir. Y si no lo leen o no lo comprenden, entonces el escritor tendrá que seguir batallando contra molinos de viento hasta que la lengua trascienda y la palabra sea escuchada. De nada sirve que caiga en manos de los que creen que el problema no los afecta, como si ellos vivieran en otro planeta. Tampoco que el hombre se levante contra el sistema, pues el mismo sistema ya no se lo permite. Lo que si puede hacer el escritor, es un lento y minucioso trabajo para ir modificándolo, corrigiéndolo, mejorándolo hasta que aquellos que tienen en sus manos la responsabilidad de atender las problemáticas sociales, tomen conciencia y comprendan que todos son seres humanos que viven en un mismo planeta y que van a morir en él, se sientan parte del problema o no. Como portadores de la palabra, los escritores tienen a su vez su propia problemática social. Pueden escribir, intervenir en certámenes, participar de encuentros literarios, pero no pueden llegar con sus trabajos a las grandes o medianas editoriales. Se tienen que conformar con participar en alguna antología, publicar en Internet o costearse sus propios libros con tiradas muy limitadas, que al no tener adecuada difusión, ya que no existen programas orientados a conocer a los escritores emergentes, difícilmente sus trabajos puedan llegar masivamente al público. También es cierto que de nada serviría llenar las librerías con esta literatura, pues se masificaría de forma tal que perdería el poder que conlleva. El Estado, totalmente ausente de esta problemática, no sólo social, sino también la de asistir de algún modo al escritor, no hace nada para modificar esta situación. (A esto se refería Mariano Moreno) No existe un programa para impulsar la lectura. Tampoco se quiere. Detrás de esto también está el sistema ejerciendo su control sobre los pueblos. Menos cultura representa menos pensamiento propio y más ignorancia. Esta es la problemática del escritor en su conjunto y no es para nada menor, pues la gente perdió casi masivamente el antiguo hábito de leer, en parte también por los costos de los libros, aunque existen infinidad de bibliotecas, por lo que la excusa es válida a medias. En la mayoría de los casos se trata de dejadez y desinterés por la lectura. Todo esto, en vez de abrir la mente de las personas, de brindarle mayor conocimiento, de ilustrarla, no hace más que actuar a la inversa con sus cerebros, cada vez más limitados, más atrofiados, si cabe la palabra. En la actualidad, el problema se ha agudizado mucho más. La brecha entre los distintos estratos sociales se ha profundizado y los gobiernos se han mediocrizado de manera alarmante agudizando el problema, lo que hace que no se vislumbre a corto plazo un panorama alentador para la literatura y el fin social que persigue. Pero así como la ignorancia es el arma con que cuenta el sistema para someter a los pueblos, la palabra escrita, como lengua, es el arma que poseen los escritores para justamente frenar esa ignorancia. En este contexto, es deber de los escritores tomar la crisis existencial que está atravesando el hombre y transformarla en una ficción en la que se vea reflejado y de esta forma sentirse contenido y comprendido por nuestros escritos. Quizás se deba volver a la vieja costumbre de leerles a los pequeños, antes de dormir, un cuento, una novela de aventuras o de fantasía, en lugar de tanta computadora y videojuegos y lentamente ir inculcándoles el hábito de la lectura, para que luego, con la curiosidad de todo lector, busquen y se comprometan con otro tipo de literatura. Si no se puede lograr que la palabra escrita llegue de manera masiva a la gente y se sostenga en el tiempo, entonces la literatura, como lengua influyente, no podrá dar respuesta a la crisis existencial que sufre el ser humano y que es la problemática social más trascendente en términos presentes y futuros. Es deber persistir para que la literatura muestre como el hombre somete al hombre. Al desvalido, al ignorante, al pobre, al necesitado y cambiar lo que la historia nos ha marcado a lo largo de la misma. Este es en definitiva, el principio y el fin de la lengua, de la palabra y de la poesía.

Raúl Fernandez