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La sexualidad confusa de Juan de Mairena

 

Arturo del Villar

   EL apócrifo Juan de Mairena es un voluminoso escritor: la Biblioteca Nacional registra 498 obras con su nombre al 31 de agosto de 2019, aunque algunas no corresponden al personaje machadiano, que al parecer tenía un nombre muy vulgar. En conjunto la escritura de Juan de Mairena supera a la propia de Antonio Machado. Y goza de extraordinario prestigio, puesto que se ha traducido a numerosos idiomas, y ha incitado a elaborar tesis doctorales y ensayos para comentarla, de modo que es conocida en todo el mundo culto. Por la obra se descubre el carácter del autor, nos permite saber en parte cómo era, y también contamos con su imaginario retrato en 1898, según la interpretación de José Machado, el hermano pintor de Antonio. Al saber que su biografía apócrifa indica que nació en Sevilla en 1865, el supuesto retrato corresponde a sus 33 años, cuando le quedaban idealmente 21 de vida, ya que murió en 1909 en Casariego de Tapia.

 

Mairena interpretado por José Machado.

   Son los datos antepuestos por Antonio Machado al “Cancionero apócrifo” de Juan de Mairena, añadido a la segunda edición de las Poesías completas (Madrid, Espasa--Calpe, 1928). La referencia a Sevilla se comprende, porque el poeta deseaba identificarse de alguna manera con el personaje inventado. Por el contrario, no se conoce ninguna localidad llamada Casariego de Tapia, pero sí existía el concejo de Tapia de Casariego en Asturies, fundado en 1863, dos años antes del presunto nacimiento de Mairena, aunque a partir de 2018 su denominación oficial quedó reducida a Tapia. Cuenta con una Casa de Cultura que lleva el nombre de Juan de Mairena, como resulta obligado, porque es un personaje tan real como su creador, o más todavía que él, puesto que el escritor falleció, mientras Mairena le sobrevive, y continuará su existencia literaria mientras se hable el castellano en algún lugar de este mundo.    

  

Datos para una vida

   La nota biográfica apócrifa explica que Mairena era “poeta, filósofo, retórico e inventor de una Máquina de Cantar”, y autor de una Vida de Abel Martín, su imaginario maestro (1840—1898), el primer poeta y filósofo creado, ya que apareció en la Revista de Occidente en 1926, como autor de la recopilación “De un cancionero apócrifo” incorporado a la citada edición de 1928; también era autor de un ensayo titulado Arte poética, el tratado de metafísica Los siete reversos, y una colección de poesías de título sorprendente, Coplas mecánicas.Que no lo es tanto al recordar que el apócrifo Mairena imaginó otro poeta apócrifo, Jorge Meneses, inventor de una máquina de trovar capaz de “registrar de una manera objetiva el estado emotivo, sentimental, de un grupo humano más o menos nutrido, como un termómetro registra la temperatura o un barómetro la presión atmosférica”. Así lo explica en un supuesto “Diálogo entre Juan de Mairena y Jorge Meneses” que precede a su “Cancionero apócrifo” en la edición de 1928.

   Todas las citas se hacen por los dos volúmenes de Poesías completas y de Prosas completas de Antonio Machado, coeditados en 1989 por Espasa—Calpe y la Fundación Antonio Machado, señalando el volumen en números romanos y la página en arábigos; la copiada está en I, 711. No obstante, dadas las variadísimas ediciones de sus obras, se facilitarán los datos necesarios para encontrar las citas en cualquier publicación.

   En el capítulo 9 de Juan de Mairena se añade otra obra dramática suyaen tres actos, Don Nadie en la corte (II, 1944 s.), y en el 19 se comenta que su tragedia Padre y verdugo resultó estrepitosamente silbada el día de su estreno en un teatro de Sevilla (II, 1981). Asimismo en un cuaderno con anotaciones de los años 1933 y 1934, titulado en esta edición “Apuntes inéditos”, 37 páginas de estilo mairénico, que no pasaron íntegramente al libro publicado, se añade que Mairena había anunciado una biografía titulada Don José María Nadie y su tiempo (II, 2142).

 

Un pensador tenaz

   Con posterioridad a su presentación Machado fue añadiendo otras circunstancias vitales del personaje, según iban aumentando sus escritos. Porque la biografía, los dos ensayos teóricos y las coplas integrantes de sus obras completas quedan eclipsados por sus numerosos apuntes de clase, constitutivos de su obra esencial. Resulta que la escritura en verso fue superada con creces por la prosística, que responde a lo anunciado por la primera edición en volumen: Juan de Mairena. Sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo, impreso en Madrid en 1936 por Espasa-Calpe. Era una recopilación de textos aparecidos desde el 4 de noviembre de 1934 en el efímero Diario de Madrid, dirigido por Fernando Vela, y desde el 17 de noviembre de 1935 en el más importante diario madrileño El Sol, hasta el 28 de junio de 1936. Sumaban 50 capítulos mal ordenados en 49 entregas sin una periodicidad concreta.

   Esas anotaciones versan en torno a las cuestiones más variadas, con pocas alusiones a la poesía, en contra de lo que hubiera podido suponerse, y más a materias cotidianas, religiosas, filosóficas, literarias y políticas. En un índice onomástico Dios obtiene 19 referencias, seguido por Kant con 12, Platón con 10, y Cristo y Lope de Vega con 8 cada uno.

   Parece que Machado había pensado abandonar al apócrifo con la edición del volumen, pero la sublevación de los militares monárquicos le incitó a cambiar sus planes. El libro apareció en plena guerra, provocada por una de las dos españas, la traidora, que deseaba helar el corazón de la otra, como el poeta había pronosticado. Habida cuenta de su ideología republicana, se puso con su pluma al servicio de la España leal, como le explicó al general Líster en un soneto famoso, en el que marcó la actitud responsable del intelectual que por su edad o sus condiciones físicas no está en condiciones de empuñar una pistola para defender una causa justa: la pluma valdrá por la pistola del militar.

 

Combatiente hasta el final

   No podía permanecer silencioso Mairena ante el conflicto, pese a que apócrifamente hubiera muerto en 1909. En la excelente revista Hora de España, impresa con lujo en Valencia desde enero de 1937, reapareció Juan de Mairena, con unos “Consejos, sentencias y donaires de Juan de Mairena y de su maestro Abel Martín”, aunque con títulos variados, últimamente “Mairena póstumo”. Siguió publicado sus reflexiones en el Servicio Español de Información y en el diario barcelonés La Vanguardia, en donde se despidió al apócrifo en 1938.

   Aunque el tono de las reflexiones continuaba siendo el mismo, las circunstancias bélicas, con la separación de la familia, el traslado a otros lugares seguros y la incertidumbre de las batallas imprimieron un cambio sustancial en el tratamiento de los asuntos, mucho más amargo. El dolor de la guerra minó la salud del poeta, pero no le disminuyó el ánimo para mantener la acción junto al pueblo en su lucha por la libertad.

   Los republicanos exiliados crearon editoriales en sus lugares de acogida, y Antonio Machado fue uno de los autores predilectos. En México la editorial Séneca publicó en 1940 unas Obras en las que está incluido Mairena, y en Buenos Aires la más prestigiosa editorial Losada fue publicando sus obras casi completas en volúmenes sueltos de bolsillo dentro de su Biblioteca Contemporánea: Juan de Mairena apareció en dos volúmenes en 1942, y al año siguiente en un tomo Abel Martín. Cancionero de Juan de Mairena. Prosas varias, los que verdaderamente difundieron la escritura de los apócrifos con sus abundantes reediciones, completadas en 1957 con Los complementarios y otras prosas póstumas, algunas firmadas por Mairena.

   De modo que el profesor apócrifo Juan de Mairena acompañó al profesor verdadero Antonio Machado durante once años, entre 1928 y 1938, un período de escasa producción lírica. Y esto es sorprendente, cuando comprobamos que la guerra animó a muchos poetas, en ambos bandos, a producir una abundante poesía épica inspirada por las circunstancias, de variada calidad estética.    

 

Un profesor original

   Oficialmente Mairena era profesor de Gimnasia en un Instituto de Enseñanza Media, y él añadió a esa cátedra oficial impartir gratuitamente clases de Retórica voluntarias para los alumnos que desearan seguirlas, según se expone en el capítulo 13 (II, 1961), aunque en el 26 a esa asignatura se añade la de Sofística (2013), ya unificada en el 30 como de Retórica y de Sofística (2030), pero en el 38 imparte otra clase de Metafísica (2067), no sabemos si agregada a las anteriores o independiente de ellas. En cualquier caso, era un verdadero sabio de conocimientos multidisciplinarios, absurdamente obligado a dirigir ejercicios físicos.

Este sorprendente profesor además realizaba exámenes de esas materias, todo lo cual resultaría imposible en la realidad de la enseñanza oficial en aquel tiempo y en cualquier otro, según bien sabía Machado, a causa de su trabajo como profesor de francés en institutos. Era un hombre “en el fondo, de malísimas pulgas” y muy colérico, aunque “suspendía a muy pocos alumnos”, aclara el capítulo 17 (II, 1975).                                                                                                                                                                                                

   Lo que no hizo Machado fue describir cómo eran las clases gimnásticas impartidas por el apócrifo pedagogo. Realmente en ellas muy pocas palabras podía pronunciar para dirigir los ejercicios físicos de los alumnos, y todavía menos serían los comentarios de los educandos. Es difícil inventar asignaturas más opuestas que la Gimnasia oficial y esas otras voluntariamente aceptadas por Mairena, sin sueldo, y por sus alumnos, sin matrícula. Tampoco es lógico que algunos de los alumnos se calificasen a sí mismos de oyentes no obligados a estudiar la asignatura, puesto que esa enseñanza no tenía carácter oficial. Así lo escribió Machado para incrementar la falta de realidad de aquellas clases insólitas, que a pesar de ello hubieran podido ser las más importantes de cuantas se impartían en España entonces.

 

Gimnasia y pederastia

   Ahora bien: es preciso poner atención en un comentario hecho por Abel Martín, el profesor de Mairena, a sus coplas eróticas, recogidas en el volumen Los complementarios (el apócrifo, no el de Machado). Nos vamos enterando de que Martín fue “hombre en extremo erótico lo sabemos por el testimonio de cuantos le conocieron” (I, 673), y además “hombre mujeriego sabemos, y, acaso, también onanista” (674), que escribió este comentario en su ensayo De lo uno a lo otro:

   Se quiere hacer de la fatiga muscular beleño adormecedor del sexo. Se aparta al joven de la galantería, a que es naturalmente inclinado, y se le lleva al deporte, al juego extemporáneo. Esto es perverso. Y no olvidemos –añade— que la pederastia, actividad erótica, desviada y superflua, es la compañera inseparable de la gimnástica (676).

   Que era la materia oficialmente profesada por Mairena, a la que es de suponer habría opositado por propia decisión, pese a que sus inquietudes se inclinaban hacia la filosofía y la literatura.¿Lo hizo para satisfacer su erotismo aficionado a los jóvenes atléticos? De acuerdo con la afirmación tajante de Martín, seguro que sí.

   Es sospechoso que el mismo profesor explicase a sus alumnos en el capítulo 29 que siempre había evitado plantear en sus lecciones el tema del amor, debido a que en su opinión “el amor es tema escabrosísimo para tratado en clase” (II, 2022). No aclara por qué motivo resulta tan escabroso, cuando constituye materia socorrida para los poetas líricos, excesivamente abundante en la historia de la literatura universal. Se diría que Mairena temía dejar traslucir en público sus sentimientos íntimos ante unos oyentes que eran precisamente el objeto de su atención sexual, lo que de acuerdo con la moral de la época le hubiera supuesto la destitución inmediata de la cátedra, la repulsa social, y probablemente la necesidad de huir a otra provincia o suicidarse.

 

Un sueño revelador

   Es lo que temía Mairena, tanto como para soñarlo. Nos enseñó Sigmund Freud que en los sueños liberamos los deseos o los temores que no nos atrevemos a revelar despiertos. Pues bien, Mairena relató a sus discípulos un sueño que no es preciso ser psicoanalista para interpretarlo adecuadamente. Es una de las conversaciones que seguía manteniendo con sus alumnos y quedaron recogidas en la revista Hora de España.Aunque lo califica de sueño, sería más exacto decir pesadilla, puesto que resultó angustioso para él imaginar que el ministro de Instrucción Pública había decido suprimir la clase de Retórica, inexistente oficialmente, puesto que su cátedra oficial era de Gimnasia, pero los sueños no son sensatos. La causa de esa decisión imposible es sospechosa para nuestro entendimiento:

   Lo cierto es que se me acusaba como al gran Sócrates –reparad un poco en la vanidad del durmiente— de corruptor de la juventud. La acusación era mantenida por un extraño hombrecillo, con sotana eclesiástica y tricornio de Guardia civil (II, 2389).

   El hombrecillo era un híbrido de eclesiástico y militar, dispuesto a mantener a toda costa la moral pública. No se olvide que uno de los pecados perseguidos por el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición era el llamado nefando, la homosexualidad, que a tantos pobres seres les causó la muerte en la hoguera. A principios de siglo XX, cuando teóricamente Mairena tuvo ese sueño, ya no se hacían autos de fe, pero el estigma social continuaba persiguiendo a los insultados por mal nombre como maricones, y no ha desaparecido totalmente todavía.

Los alumnos no dieron esta interpretación al sueño, entretenidos en juzgar la inutilidad de suspender una cátedra voluntaria no remunerada, pero la identificación de Mairena con Sócrates, condenado por la acusación no probada de corromper a la juventud helénica, y la vestimenta del acusador obligan a considerarla acertada. Precisamente el dato de ser absurdo eliminar una cátedra inexistente oficialmente, que era en realidad una reunión amistosa para analizar algún tema de interés, por lo que tanto podía celebrarse en un café como en un Instituto, añade fuerza al deseo psicoanalítico de disfrazar la realidad para que requiera una interpretación formal.

   El subconsciente de Mairena liberó unas apetencias sexuales que en la vigilia descartaba como impropias de su condición. Tenían que juntarse la Iglesia catolicorromana y la Guardia Civil para expresar su condena de lo que para la sociedad era un pecado y un delito. El director y el claustro del Instituto compartirían la sentencia. El durmiente se negaba a reconocer la posibilidad de estarse dedicando a enseñar ejercicios gimnásticos, para deleitarse en la contemplación de los cuerpos escasos de ropa. El sueño se lo reveló con toda su crudeza.

   Unidos los comentarios de Abel Martín y de Juan de Mairena obtenemos esta interpretación segura. Lo que no podemos deducir es la opinión personal de Antonio Machado sobre este asunto, ya que él no la mencionó. Aunque no faltará quien la deduzca de otros escritos suyos y la analice, y probablemente alcanzará curiosas conclusiones. Todas apócrifas, por supuesto.