VIRGINIA WOOLF

 

Entre  las sombras

 

“Para escribir novelas,  es necesario que una mujer cuente con dinero y  un cuarto propio”. Así comienza el ensayo “Un cuarto propio”,   Virginia Woolf.

Adeline Virginia Stephen nació en Londres (Inglaterra- 1882). Fue una de los cuatro hijos de un matrimonio de segundas nupcias. Nunca fue al colegio. Recibió una excelente educación con profesores particulares en un hogar de  costumbres victorianas, frecuentado  por diferentes protagonistas  de la cultura.

Era adolescente cuando  la muerte de su madre  y una hermanastra  desencadenó la primera de sus depresiones, agravada luego por un intento de suicidio  tras la de su padre (1905). Sufría de lo que hoy se denomina “trastorno bipolar” y si bien las pérdidas fueron los detonantes,  se supone que contribuyeron los abusos deshonestos cometidos por dos de sus hemanastros. Lo insinuó en su  autobiografía, “Bosquejo del Pasado” (1939).

Luego, la casa paterna fue vendida y los hermanos Stephen se mudaron a Bloomsbury. Convirtieron el lugar en  un centro de intelectuales (Bertrand Russell,  Katherine Mansfield, Duncan Grant, etc.),  llamado “Círculo de Bloomsbury.”. Sus ideas se oponían a la moral victoriana, a la religión y al realismo del siglo XIX. Se consideraban liberales y de una formación intelectual superior. Defendieron el individualismo, compartieron el rechazo por la clase  media alta (a la cual pertenecían) y  los mismos criterios estéticos en el arte, y  además de los valores culturales, afianzaron relaciones humanas  profundas. Tanto fue para Virginia, que se casó (1912) con un miembro de Bloomsbury, Leonard Woolf (escritor).

Fueron inseparables.  En 1917 fundaron la famosa editorial Hogarth Press, que  editaría las principales obras de Virginia (inicialmente, “La marca en la pared”, 1917),  y de otras personalidades  como  T.S. Eliot  y  Sigmund Freud.

Virginia escribió en el  “Times Literary Supplement  desde 1905 pero su primera novela, “Fin de viaje”,  apareció en 1915.  En ella quebraba todos los esquemas narrativos preexistentes aunque recién pudo captar la atención de los críticos, con  La Señora Dalloway (1925)  y Al faro. (1927) Su  estilo original fue  valorado, así como el deseo experimental de Woolf, que utilizó imágenes estrictamente poéticas en narrativa. (Las Olas, 1931).  Además, fue la primera escritora que se atrevió  a manipular el tiempo e innovar en el discurso con el monólogo interior y distintos narradores. Hizo desaparecer acción e intriga apuntando como objetivo a la existencia  indescifrable de la   conciencia. A través del monólogo interior y el fluir de la conciencia,  se convirtió en pionera, junto a James Joyce, del acceso   literario al interior de los personajes.

En 1922, Virginia conoció a la escritora Vita Sackville-West. Afianzada en la costumbre de la no exclusividad sexual acordada en Bloomsbury,  mantuvo  una relación amorosa  y  una amistad, después, que perduró hasta 1941. En 1928,  le dedicó uno de sus libros más famosos, traducido al español por J.L.Borges (1968) y  llevado al cine (1992): Orlando.  La historia, fantástica, abarca varios siglos en los que el protagonista va mutando de sexo

Virginia escribió también ensayos, amparando  los derechos de la mujer, sobre todo en la escritura.  En “Un cuarto propio” dejó su sello, reconstituyendo el papel femenino en la sociedad.  Eso  le significó mala reputación  en la Inglaterra de postguerra pero fue revindicada internacionalmente en los años ’70,  como “la madre del feminismo moderno”.

Aunque indudablemente,  lo que hizo sobresalir a Woolf entre tantas escritoras, fue el haber hallado una  narrativa novedosa, desestructurada, con pocas  descripciones e interiorizada en lo sicológico y emocional de los personajes. Al principio fue criticada su carencia de universalidad y  fondo, pero con el paso del tiempo, debió ser reconocida como la más grande novelista lírica del idioma inglés.

Woolf fue una mujer audaz que transgredió el dogma social y literario de su época. Y hasta osó en “Tres guineas” (1938), censurar al fascismo, aun sabiendo que ella y su marido (judío) podrían estar en la lista negra de  Hitler. Sin embargo, detrás de esa audacia aparentemente inalterable,  existió la lucha contra una enfermedad  que la acosó más que el peor dictador.

 

La destrucción de su casa  durante  la Segunda Guerra Mundial y  una ligera consideración a su biografía sobre Roger Fry, desmejoró  su salud.  Había concluido el manuscrito de “Entre actos” (casi todo en verso) cuando una última depresión  la incapacitó para siempre.

A principios de 1941, llenó el bolsillo de su abrigo con piedras y se internó en el río Ouse. Su último escrito fue una conmovedora  carta a su marido: “Ya ves que no puedo ni siquiera escribir esto adecuadamente. No puedo leer.. (…) No creo que dos personas pudieran ser más felices que lo que hemos sido tú y yo”.

Su cuerpo fue encontrado veinte días después. Incinerado, fue enterrado bajo un árbol de Rodmell (Sussex).

 

ESTELA PARODI    (Junio, 2010-06-06)

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.