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EL REINO DEL MAL (El Mal Vulgar)

Por: Héctor A. Martínez (Sociólogo y columnista)

Hybris: La buena intención de los catecismos y manuales; lo sanísimo de las recetas de economistas e ideólogos, y los consejos del Padre -grabados en decálogos-, sirven para dopar a las masas y para que los individuos no se deslinden con sus bajas pasiones, de la iglesia, del partido y de los mandatos del Estado. Sirven para que los políticos ordenen y ejerzan eso que, con cierta hipocresía llamamos “Poder” y “Autoridad” y que los sistema sociales respondan con cierto equilibrio y balance. También para crear cofradías de académicos ególatras, cuyas fórmulas les resultan de utilidad a la hora de irse a la cama con la consciencia tranquila; eso sí: viviendo con el mayor fraude de sus vidas. Más, lo selecto y bien pensado, es echado al cesto de la basura de la historia. Nadie las acepta porque desbaratan los negocios de unos cuantos. Pensar bien, sería algo así como, al decir de Hannah Arendt, “estar de acuerdo con uno mismo”, ser congruente con uno mismo (homognómonei heautó). Y cuando esto sucede, el ser pensante, refleja una crisis no solamente axiológica, sino también de conocimiento. Se desarregla todo cuanto hayamos aprendido en los salones universitarios y en los templos. Porque la Verdad no es desvelada de la noche a la mañana: hay que recorrer un trecho de desequilibrios y de rompimientos de esquemas tallados en granito. Solo de esta manera pudo Jung escribir su “Libro Rojo” para encontrarse con Dios y echar por la borda sus arquetipos. Al aceptar los designios sin miramientos, inclinando la cabeza y respondiendo con un “Amén”, recitando palabras y oraciones enmadejadas en los estatutos organizados en gremios y camarillas, la Palabra bienintencionada cede a la vulgaridad del partido político, la asociación, el comité, la mismísima sociedad y, por último a la visión transfigurada de Dios traducida por la religión. Textos, símbolos, manuales, proclamas, devienen en simplismos y fórmulas para cocer guisos desabridos y pócimas tóxicas que resultan ser represiones colectivas contra la misma naturaleza humana y en detrimento del pensar libre y profundo sobre cómo funcionan las cosas en el mundo. Para cuando los individuos se percatan del engaño, los poderes afianzados en la banalidad de los sistemas, ponen a disposición de aquéllos, las purgas, la excomulgación, el ostracismo, la cárcel o el paredón. Bibliografía -               Arend Hannah, La promesa de la política. Ediciones Culturales Paidós. México. 2016. - Jung, C.G., El Libro Rojo. El Hilo de Ariadna ed. Buenos Aires. 2009.