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Emilio Tornero: Teorías sobre el amor en la cultura árabe medieval

Ed. Siruela, Madrid, 2014   “Todo amor ha de terminar por una de estas dos causas: o porque la muerte lo interrumpa o por el olvido. De este modo inicia Ibn Hazm el cap. 27 de El collar, dedicado al olvido, distinguiendo dos tipos: el olvido natural, es decir, el que es propiamente olvido, y el olvido que se busca intencionadamente y que mejor podría llamarse resignación” Tal leemos en este magnífico estudio en torno a las consideraciones del amor.          ¿Por qué, como algo inequívoco e intrínseco, cuando se habla (vive) el amor se piensa nacimiento y final a un tiempo? El móvil verdadero del corazón humano (el sentimiento que emerge por encima de la voluntad) es, será siempre, su gran argumento de identidad; de ahí que lo sea del decir, del pensar, del canto: al fin, de la literatura.           Este libro (muy bien escrito, muy bien documentado) de Emilio Tornero viene a ratificar este aserto a través de una de las literaturas más amorosas que hayan sido: la literatura-cultura árabe. Para tal labor –explica el autor- “es mi intención ofrecer datos para la reflexión procedentes de las teorías que sobre el amor se han emitido en el mundo árabe islámico medieval”, y a fe que lo ha conseguido con fecundidad.            “Es demasiado grande para ocultarlo y demasiado sutil para que se vea, puede ocultarse como se oculta el fuego en la piedra, si lo frotas da fuego y si lo dejas se esconde” responde la muchacha acerca de qué es el amor a preguntas de al-Asma’i. Y en tal definición va implícito su rico contenido: de la calidad de los sentimientos, del pensar filosófico, del sueño humano, de la imaginación, del vuelo invisible del vivir…                 ¿Será, al fin, cierto lo que afirma Ibn Hazm: “Ocurre que hay en la naturaleza del amado algo que corresponde a la naturaleza del amante, mientras que en la naturaleza del amante no hay nada que corresponda a la naturaleza del amado”. Más, ¿no forma parte del amor el esquivo secreto?      Lea, sienta, viva en sí el lector                                                                 

Ricardo Martínez