EL ARTE. EL CRITERIO EN EL CONTENIDO Y EN LA FORMA

Hoy hablaré sobre el arte, sobre el proceso de creación. El arte es universal y único; también es algo que proviene de una parte de nuestro ser que, pese a todo pronóstico, nada tiene que ver con la lógica. Sí, aunque nos parezca sorprendente no todo lo que es coherente en el mundo, por ende tiene que ser razonable. Yo diría, si se me apura, que es todo lo contrario, que lo coherente nunca es razonable. Hemos de hacer instintivo algo para que sea realmente bello, para que sea verdadero. Esto no quiere decir que el arte no participe de la lógica; tenemos múltiples ejemplos que lo avalan: un poema se ha de ceñir a una serie de normas- a la métrica, a la rima…- que hemos de seguir al componerlo, pues es esto precisamente lo que definirá esta forma artística como poesía. Pero también sabemos que romper estas normas y hacer un poema en el que no las tengamos en cuenta, es lícito. Lo importante es que prevalezca el arte, sigamos las normas o no, y éste es el que trasmite verdaderamente algo al que lo goza. Las formas cambiarán con los tiempos, con las tendencias; el arte revolucionará lo establecido y volverá a triunfar. Porque lo importante no es la técnica, sino el arte en sí. Aquello que nos hace vibrar, soñar, sentir, despertar nuestras conciencias; arte es todo aquello que nos conmueve. Siempre renegué de las formas para hacer arte. Simplemente no me salía y no quería "perder el tiempo" aprendiendo algo desde fuera. Comencé a escribir automáticamente y así lo sigo haciendo. Pero antes de hacerlo, jamás quise ceñirme a forma alguna. Ahora bien, desde que comencé a escribir, paradójicamente me entusiasmaron las formas, y disfrutaba doblemente de cualquier obra de arte al intuir la forma en la que ésta se había forjado, cosa de la que, como lectora, nunca me había percatado. Quise valerme de este nuevo conocimiento para incorporarlo en mi proceso de creación, pero esto no me sirvió. Simplemente dejé de ser fiel a mi misma y no fluía nada. Así que dejé de intentarlo para poder seguir creando, siempre a mi modo, automáticamente. Parecía tonto que me afanara en hacer algo que me requería tanto esfuerzo a la vez que no me llevaba a nada, cuando de otro modo, todo era goce y disfrute, salía espontáneamente y estaba bien. Un día hice un descubrimiento empírico que me llevó a corroborar que el arte es universal. Escuchando una pieza de música me salió un escrito, espontáneamente, automáticamente.¡Qué gusto interpretar y pasar al papel intuitivamente la forma de una obra musical!... Así, brotaba de mí un nuevo texto que se había impregnado de una obra musical, de una película, de un cuadro,... no de lo que me trasmitía la pieza como obra de arte, sino de lo que me trasmitía la forma en que el artista había realizado su obra. Y no sólo me sugería la nueva forma de un escrito, a veces también el contenido de mi nueva creación. O al revés, cuando descubría en una obra de otro autor estructuras semejantes a las que yo había acuñado (aunque con otro estilo porque ya sabemos que cada autor tiene el/los suyo/s propio/s). La forma tiene que ver con el arte y mucho, es también arte y a veces, es más arte que el contenido en sí; lo uno y la otra van estrechamente relacionados y es por esto que, delante de los temas universales, volvemos a emocionarnos cuando éstos están expresados desde una idea nueva, un nuevo criterio, una nueva orientación…, pero también desde nuevas estructuras que nos hacen vibrar directamente con sus cadencias, recortes, ángulos y rompimientos. Y así descubrimos que lo razonable no es más que aquella forma que surgió en un momento dado y que hemos fijado para aprenderla, volviéndola rígida, definiendo así la obra de arte; lo razonable no es más que haber fijado la técnica que hemos de aprender para después reproducirla de forma intuitiva, dejando libertad sólo al contenido: es ésta la forma clásica de crear. Ahora bien, si quitamos rigidez a toda forma, si desde lo instintivo, vivo como está, dejamos paso también a la creatividad, no sólo en el contenido sino también en la forma; si la aprehendemos y dejamos que fluya, hacemos de ésta, como del contenido, una obra de arte viva y cambiante. Así cada obra de arte trasmitirá su frescura tanto en el tema como en la técnica. Quizá este tipo de arte no sea del todo ortodoxo, quizá nunca se podrá escribir una sextina de esta manera, porque ello requiere de un aprendizaje concienzudo y machacón: todos sabemos la importancia que tiene el haber adquirido una buena técnica para tocar un instrumento de música o para hacer unos pasos de danza… (*) Pero también sabemos que nada será realmente arte hasta que el autor no haya incorporado la técnica de tal manera dentro de sí que la haya olvidado y le salga de ese lugar en donde todo es automático y vivo a un tiempo. Si no es automático, digo yo que no se torna arte. Y los que no queremos aprender ninguna técnica para hacer arte, quizá ya las tengamos incorporadas, inconscientemente, sin habernos nunca acercado a ellas desde la voluntad y el aprendizaje concienzudo de las mismas. Hay formas de las que nos podemos liberar con mayor rapidez, al igual que hay formas que podemos captar de manera inconsciente e inmediata, automáticamente, nada más acercarnos a ellas. Este es mi reto, dejarme impregnar por las formas, al igual que me impregno de los temas que voy a plasmar en la creación según mi criterio. No quiero ceñirme a la forma clásica, una forma que se tornó rígida y que se repite una y otra vez, quiero que la forma cambie y fluya, como el contenido, en cada obra de arte (**). También quiero hacer de la forma mi criterio, quiero unir contenido y forma en un único criterio que avale así una única obra de arte. (*) Como es de presuponer no me refiero a la técnica para tocar, esto es, el saber las notas, como en la escritura sería el saber las palabras o la gramática, sino cómo se compone técnicamente la pieza, sea musical, escrita, pintada, etc. (**) Que no se me malinterprete, admiro el arte clásico y a todo aquél que bien lo aprende.

Autor: Lourdes Benot Ortiz