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Reseña crítica-descriptiva de “DOS GAUCHOS RETRUCADORES

Nueva lectura del Fausto de Estanislao Del Campo”.Rafael Bonilla Cerezo.

El título de este ensayo es más que sugestivo si tenemos en cuenta el encuentro amistoso entre dos gauchos fabuladores dispuestos a contar sucedidos. Y en sus líneas puede notarse un desglose de una obra cumbre de la literatura argentina: “Contar patrañas está más que familiarizado en la retórica pampera”, admite y observa que “Laguna cuenta anécdotas, mientras que Pollo aborda la recreación criolla de una ópera alemana”1. La obra de Del Campo, según Bonilla, contiene diversas influencias. Esta idea resulta una obviedad si tenemos en cuenta que “Fausto” responde a una intertextualidad que tiene varias creaciones anteriores pero que prevalece un origen que parece recaer en Goethe. Una de las incipientes premisas que justifica el ensayista español tiene que ver con la influencia cervantina “hay mucho de Del Campo en ambos personajes... intenta ocultarse en ellos”. Es posible notar en el autor español un profundo conocimiento de la literatura gauchesca (producto de lecturas e investigaciones) ya que emplea citas que se corresponden con el analisis en la medida que se explicitan las ideas en torno al lenguaje, el contexto y la construcción de los personajes. Muestra de esto puede hallarse en el apartado 4, donde el investigador español alude a los adjetivos que utiliza el narrador y los protagonistas para describir y aportar cualidades (peculiares) al mundo que los rodea y que es, a la vez, un punto de vista, propio del lenguaje gauchesco. “Por un overo rosao” es el primer apartado donde el autor parece mostrar su grado de conocimiento sobre las principales características de la gauchesca. Propone un debate sobre la coloración extraña del caballo de Laguna en base a “pingos” que aparecen en otras obras gauchescas y consigue conclusiones interesantes “capaz de sofrenarlo en la luna”. El ensayo se basa en lacomparación, semajanzas y diferencias, influencias e intertexualidad; recursos que el autor de Fausto toma como para, en cinco días, componer una obra breve capaz de constituirse como clave para entender la literatura del siglo XIX. (pág. 98 a 103). Algo muy importante de aclarar es que Fausto es una obra literaria, con acento en el género dramático, que se va trasnformando en cuento gracias al relato que hace Pollo. Sin embargo, de lado queda la política, y no solo eso, Bonilla observa que la obra de Del Campo aparece como una transición o desviación de una obra que separa los textos de Hidalgo y Ascasubi del de Hernández, con objetivos de índole políticos. A pesar de ello, hay una pequeña referencia a la guerra del Paraguay que Del Campo hace con el personaje de Valentín, pero como dice Bonilla “ es una ficción de segundo grado”, lo cual le quita importancia y se justifican en las citas. Por otro lado, en el tercer apartado propone cuatro lecturas que pueden sintetizar algunas ideas: 1. El poema escrito por Del Campo, cabalmente criollo, si bien con viros de oralidad cuando apela a su lectores (oidores) en el propio texto; 2. La ópera francesa con libreto en italiano a partir del mito alemán... Se trata de una representación oral porque el gaucho ( a diferencia de Quijote) 2ignora su origen literario. 3. La metamorfosis en forma de cuento que Pollo relata a Laguna. 4. Lo que Laguna ha entendido de la sarta de trucos de su paisano. El ensayo resulta interesante no solo por el análisis de una obra cumbre de nuestra literatura sino por los elementos que compara, teniendo en cuenta el corpus de lectura utilizado, desde Borges y Bioy hasta Cervantes, pasando por Hidalgo y Ludmer, y la filosofía alemana. Y en este sentido, el autor reconoce que Del Campo es un hombre culto (sobre todo un gran lector de la literatura española y, en especial, de Cervantes), que en sus personajes se deja entrever su voz para contarnos una historia de herencia gauchesca propia de su tiempo. “Del campo no se preocupó tanto de encarecer la ignorancia de sus gauchos como de sus propias lecturas”. Bonilla no cree en la ingenuidad de los personajes porque los considera “retrucadores” con engaños mutuos, lo que hacen que la obra se transforme en una dialéctica adecuada o, como diría Borges, la obra se acentúa en los diálogos, sin perder de vista la idea de que Del campo parece ser los dos gauchos. Para entender esta idea, podemos precisar con la siguiente cita “Su Fausto, lejos de ser inocente, incluye modelos románticos y áureos en un texto que he dado en llamar “jocoserio”. Planteo una nueva lectura, afincada en la ironía, en el coloquio de los payadores y, más aún, en el fermento oculto sobre la fábula que el Pollo brinda a su público: laguna”. Considero, sin embargo, que hay demasiadas búsquedas de analogías -un tanto forzadas- por parte del autor entre la obra de Del Campo y el Quijote (Pág. 86 a 89). Si bién es considerable las formulaciones (mojiganga, mitos, procedimientos barrocos y cervantinos) Bonilla propone apreciaciones y rasgos comunes que bien puden ser de otras lecturas. Lo que no puede obviarse es el completo análisis que el español hace de los versos y sus aspectos lingüísticos. En los últimos dos apartados rige una considerable descripción sobre el significado y las formas que toman las palabras para convertirse en imágenes. La influencia de Lope y Góngora, dice el autor, está explícita y enmarcada por versos que invocan imágenes, en relación a cuando Margarita observa a su hermano que yace muerto. Así es que Bonilla concluye: “Del Campo ha prescindido de la fonética criolla, limitando los gauchismos” una premisa que no abandona en ningún momento pese a que se trata de una obra referente de nuestra literatura nacional. En definitiva, a decir de Bonilla “Del Campo, con sus dos rústicos, nos enseña que precisamente el arte más elevado -la ópera- es más real que la vida misma”.

 

Víctor Torres