Wolfram Eilenberger: Tiempo de Magos (La gran década de la filosofía 1919-1929)

Wolfram Eilenberger: Tiempo de Magos (La gran década de la filosofía 1919-1929)

Taurus, Madrid, 2019.          

Acaso uno de los efectos de las grandes tragedias sea el hacer reflexionar al hombre sobre el sentido propio de las mismas (la base sobre la que se sustenta buena parte de la mejor narrativa griega tiene su sustento precisamente en la tragedia, cuyo valor y significación humanos habría de traspasar las fronteras de la propia literatura para convertirse en un paradigma en el destino y trascendencia del hombre)    Estamos a principios del siglo XX y acaba de concluir (parcialmente, simuladamente) la I guerra mundial, una tragedia que había de agitar las conciencias de muchos hombres de bien, lejos de los intereses espurios que mueven la política. Es el tiempo de las grandes preguntas, podríamos decir, tras la espantosa tragedia. Tragedia que sacude como pensamiento necesario (hacia lo ulterior) la vida del hombre. Y, en este punto, sería conveniente lo que resalta el autor respecto de la consideración, el significado, de la filosofía, la gran deparadora de preguntas, tal como se ha escrito en algún momento. Leemos: “La práctica de la filosfía, tal como la entiende Heidegger –uno de los pensadores más serios con que haya contado la filosofía contemporánea- no persigue en modo alguno el objetivo de un permanente aquietamiento de la existencia o sosiego anímico. Al contrario: se muestra en una permanente voluntad de entregarse a la tempestad de la pregunta radical; en el coraje de buscar precisamente allí donde se vislumbra un abismo sin fondo, donde en otro tiempo se imaginaba y esperaba que hubiera un fundamento seguro. El camino de este pensar no puede ser fácil. Nada le es más provechoso al filósofo que los momentos de tensión y peligro” Piénsese, no obstante, esta actitud como una actitud de realidad, de consciencia, de propiciar conocimiento: la gran e infinita tarea del hombre íntegro y verdadero.    Hechos a esta tarea del pensamiento como actitud, el autor repara en adelante en la figura de tres relevantes filósofos: Benjamín, Cassirer y Wittgenstein. Y la estima y contribución de cada uno de ellos la refleja de un modo que asume, con clarividencia, la sustancia del contenido del libro, reflejado en distintas consideraciones del pensar que, aún pareciendo distantes, son bien complementarias. Así lo expone en el lenguaje claro, directo, sincero con el que se expresa y define en buena medida el estilo del libro: “Benjamín está convencido de que, con el sí al matrimonio burgués, el individuo entra de forma irremediable, como persona capaz del amor, en un contexto creado por ideas de culpa y sacrificio. Pues, ¿qué significa el ‘sí’ del matrimonio sino incumplir en el futuro, y para el resto de la vida, la promesa hecha en aquel momento que una vez abrió la existencia y que constituye el verdadero motivo de la promesa dada?”                 De Cassier, singular y respetado pensador que había sido rector de la universidad de Hamburgo, señala, curiosamente, algo muy significativo en la historia del pensar novedoso, y así resalta cómo este profesor “destaca como el rasgo más importante del Renacimiento el hecho de que la filosofía no desempeña ningún papel en aquel despertar. Anquilosada en las formas de enseñanza –limitadas por las instituciones eclesiales- de la escolástica, se mostró incapaz de asimilar conceptualmente, o siquiera reflejar mínimamente, las innovaciones en vertiginosa sucesión de los siglos XIV y XV tanto en las artes como en las ciencias” Rasgo contrastante, digamos, más educativo, explicativo.         Por fin, cuando alude a Wittgenstein, escribe, después de subrayar lo que este revolucionario filósofo interpretaba como el hechizo que el lenguaje opera en nuestro entendimiento: “El proceso filosófico de esclarecimiento o curación debe adoptar, por esta razón, la forma de un constante y paciente desenmarañar, evidenciar y diagnosticar confusiones. Su método fundamental consiste en recordar los contextos reales en los cuales se emplean las palabras y el sentido que éstas tienen en ellos. Y concluye: Filosofar es reunir recuerdos para una finalidad determinada”            La finalidad, el conocimiento: de la realidad, de uno propio. Lo que nos retrotrae, de nuevo, a los orígenes de la filosofía, a Grecia y sus lecciones.                 Un libro vigorizante en estos duros tiempos de duda y sospecha, de incertidumbre razonable.

Ricardo Martínez https://ricardomartinez-conde.es


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