¡Milana bonita! - (Azarías)

… frase que se repite dulcemente, y, se graba, como un suspiro de libertad y contemplación. Un clásico de la literatura española, novela de posguerra, que nos apremia, educando cada silbido, de aquel paisaje rural. Contribuye, en gran parte, y, recae en algunos protagonistas, esa desaparición de libertad, contrarrestada por el despotismo de la mezquindad jerárquica. Familia humilde y trabajadora, alejada de la malicia. Viven bajo el mando de sus patrones, una familia de nobles y una España que recuerda la relevancia de los estamentos, dentro de una sociedad. La concepción, de una visión independiente, a la de vivir para y por su patrón, se ven reflejado, o bien, recae en los hijos de Régula y Paco, El Bajo. El Quirce y La Nieve, personajes que casi, o, que apenas se desarrollan, pero que dejan caer esa ansia de superación ante la vida de sumisión que llevan sus padres. La historia se desarrolla en un pueblo, sujeto a los cambios de la naturaleza. El lenguaje descriptivo, nos coloca como receptores y nos somete a vivir, es decir, a sentir todas las emociones, las inclemencias de la naturaleza y el ser testigo de cada silencio donde suceden exquisitos destellos de una libertad sanadora, llevados por el personaje de Azarías.¿Por qué, el personaje de Azarías, nos enamora desde el primer momento?, si bien, cada personaje nos despierta curiosidad, como la Niña Chica, que más allá de su ausencia visual, nos recuerda que está. El narrador, nos sacude, ante, la compasión al prójimo, ese valor enraizado de un amor fiel recuerda que estamos frente a una novela realista. Subraya la sensibilidad, y, muestra en profundidad, el lado de los “desfavorecidos”. Azarías, es el personaje que nos enseña desde principio hasta su desenlace. No es curioso, ya que el narrador, se ha situado muy cerca de él, y, ha caracterizado, desde el más mínimo detalle, que culmina por contagiar, las ansias de vivir, sin maldad, y destaca, un personaje débil, un niño de sesenta años. Quien cumplirá su condena “en una cárcel sin rejas”. Una obra pura, en cuanto a la simpleza y la profunda descripción de la realidad rural, utiliza una voz popular educada matizada con lo coloquial que ralentiza la lectura. No obstante, la técnica utilizada es necesaria para colocar al lector, en tiempo, ambiente y llegar directamente al personaje, la utilización de los artículos antepuesto, como los motes, son aspectos de gran valor que conduce a lo genuino. Acostumbrados a la sed de justicia con la que caracterizamos al escritor, Miguel Delibes, en esta obra, Los Santos Inocentes, no solo subraya su intención, denuncia, y, descontento, sino, el enamoramiento con la vida, con aquel ser humano indefenso, quien, no podría estar mejor acompañada que con ella, La Naturaleza. Pocos, son los que con tres palabras podrían, describir el sonido de un ave y darnos esa concepción retórica. Obra que incita ser leída, dejando surco en el camino de la vida. -No hay ave que pase, sin que nos lleve a sentir, aquella frase tan espectacular, ¡Milana, bonita! - Los Santos Inocentes, Miguel Delibes.

Fabiana Andrea Vega Miranda


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