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Contra los hilos negros del costumbrismo literario

Joe Barcala.

Ridículo infundio pretender dar por terminado el campo de la innovación literaria. Sería como finalizar el conteo de cifras en la división de “Pi” en una circunferencia; como si las noticias no significaran un nuevo revés en la evolución histórica de un país o soslayar el amor más puro de una madre. Que cada día vuelva el sol a calentar nuestras parcelas no da por igualados los atardeceres y por eso es digno de respeto el significado profundo de un poema en un apartado terruño en voz de un humilde personaje al mismo nivel de un cuento escrito por un premio Nobel. Que tengamos la cabeza hueca y la inspiración de sórdida cotidianidad, no es pretexto para cerrar los ojos a los nuevos significantes de cada producción literaria.¿Tan lejos estamos de una bella melodía prosódica? ¿Tanto nos ha cegado el revés de la tecnología? ¿No fueron los avances producto del pensamiento y no tenemos nuevos a partir de ahí? ¡Qué poco se comprende el fruto de un significante! Si cada lector produce una diferente historia al desdoblar en su experiencia irrepetible los tremores de las tramas. Faltan muchas rimas por gritar, sobran por millones los hilos por tejer, las odas por cantar, mil macondos qué visitar y bibliotecas inventadas por citar. Vendrán instructivos para bajar escaleras y unir caminos en sentido inverso a las bifurcaciones; rescribir sonetos en el doble de versos o partirlos por la mitad; elogios a la cordura y quijotes cuerdos. Aún necesitamos principitos que crezcan y gobiernen planetas con farolas y rosas, amores más legendarios que Romeo y Julieta, tragedias más dramáticas que Edipo. Si aún quedan por venderse evangelios a mercaderes ambulantes en galaxias aún más lejanas. También vendrán otras palabras que se carguen de explosivos significados, técnicas más surrealistas que las de Dalí. Falta poco para extrañar los amores profundos y eternos, las historias de gallos cuidando coroneles que se repiten sin cesar, retomando nuevos bríos en la senectud que ya está a un paso de la inmortalidad humana. Si sólo falta compromiso con la literatura para no quedarnos de brazos cruzados ente el torbellino de obras que arrasarán la imaginación de los millones de niños que amarán en el futuro. No es un reto imaginar, sino dar vida a la gente que está muriendo por el consumismo, el egocentrismo y la esclavitud actuales. Se requiere talento, amor y lealtad para resucitar a la raza humana que decae, que se aferra al costumbrismo, a las normas caducas; viejos esquemas que pronto habremos de fulminar.

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