“Quien quiera oír que oiga”

“Quien quiera oír que oiga”… quien quiera jugar… Juguemos, porque este es: EL JUEGO ABIERTO DE CORTAZAR

Por Milagros Sefair

Recuerdos de infancia, una tiza trazando sobre el patio de la escuela, cuadrados, planetas, rectángulos, firmamentos en semicírculo. Las niñas tirábamos una piedrita y según dónde cayera, avanzábamos sobre un pie o sobre dos, atentas a las reglas de juego. Rayuela, que a pesar de tener el cielo como meta, no advertía en nuestra mente de pequeñuelas ningún misticismo religioso. Creo no haber comprendido entonces lo profundo. El mensaje subliminal. Más bien mi descubrimiento fue reciente… Se dice que la Rayuela tiene como fin el conocimiento de uno mismo. El ser humano se va descubriendo desde los primeros pasos. Entonces, ¿por qué llamar a la novela de Julio Cortázar, antinovela? ¿No refleja en su rara estructura los caminos en que la misma vida se bifurca en forma constante, hasta llegar al fin- cielo-madre Maga- útero? Milo es mi nieto, tiene año y cuatro meses. Cuando mi hijo me lo trajo para que lo cuide mis ojos estaban inmersos en las páginas de este apasionante libro. Obviamente tomé la tarea con alegría pero mi mente permanecía colgada de esta obra. El pequeñito se cansó de toquetear todo lo que estaba al alcance de sus manitas y comenzó a llamar a su madre que vive junto con él y mi hijo en la casa de adelante. Así salimos al jardín dispuestos a atravesar el parque- mundo que separa una casa de la otra. De pronto comprendí que ese camino hacia la otra puerta era una síntesis argumental de la novela que minutos antes había dejado abandonada sobre la mesa. Milo desviaba su llegada hacia la puerta-cielo-madre-útero… mientras se entretenía, aquí con una tapita de Coca Cola, allá con un palo de escoba, el rastrillo es peligroso, ¡Milo soltá eso!, ¡no!, eso a la boca no y mientras: mamamamammamamama, Esa melodía constante desde una vocecita cantarina mientras yo seguía sus pasos casi pisándole los talones. Y él desviándose, acercándose, alejándose, postergaba su cielo-madre. Así es como posterga cada uno de nosotros su meta… Tal la Rayuela de Cortázar. Observo detrás de una cortina verde media cara asomada, una Madre- Cielo atenta al niño. Ellos se buscan como La Maga y Horacio entre los puentes parisinos… Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. (Capítulo 1) Cuando la puerta se abrió y los brazos de Ceci, mi nuera, recibieron al niño, yo volví a la lectura-camino, mis ojos se detuvieron unos instantes en el capítulo 36, donde el autor lamenta el inexorable destino del hombre ex infante. … y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo, lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato. Genial descripción de la vida, esta novela que lleva 50 y pico de años de su primera Edición tan criticada antaño y tan ponderada luego, marca un antes y un después en la historia de la literatura. Estrena el concepto alineal rompiendo la cronología y ante todo establece una complicidad entre el lector y el autor, dejándolo que intervenga y decida sobre los propios desvíos. Caminos alternativos que tal vez sean esas anotaciones y preludios que los escritores de narrativa solemos garabatear antes de emprender un nuevo capítulo. Las visitas a Morelli guardan todas las claves de estos entretelones. En especial recuerdo la llave entregada en el hospital cuando éste está internado y pide a Olivera que vaya a su departamento a recoger, ordenar o desordenar las páginas y páginas, capítulos y anotaciones que conforman la novela en proceso. Esta escena en cierta forma “justifica” y a la vez hace cómplice a los mismos personajes, del aparente desorden de los capítulos. Lleva la polifonía más allá de los límites de la polifonía. Escritor, lector y actores se transfiguran. Forman parte de un debate existencial. Cada uno se vuelve narrador homodiegético, cada uno editor, cada uno lector intradiegético y jugador. Sacás una idea de ahí, un sentimiento del otro estante, lo atás con ayuda de las palabras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. (Capítulo 93) Y el Amor nuevamente es ese Cielo Madre Útero al final del juego de la Rayuela. La Maga- Lucía es la meta final de la felicidad. El amor. El fin de la búsqueda. Y la invitación a saltar del otro lado, del lado que está afuera de sí como indica el mismo capítulo. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos (...), te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto. (Capítulo 93) Cortázar nos invita mediante aforismos, saltos de capítulos no cronológicos, a tirar esa piedrita fuera de nosotros, fuera del planeta tierra para poder finalmente encontrarnos. Rayuela se orientada a la nostalgia, nos pasea en forma circular, nos devuelve a los juegos de infancia, a: Paraísos perdidos, Perdido por buscarte, yo, sin luz para siempre (Capítulo 71) ….para poder encontrarnos, así como ese paseo de Milo hacia la puerta de su casa. De yo, Milagros Sefair que me salgo de la lectura para cuidar a mi nieto y en ese salto un poco también me encuentro… En realidad después de los cuarenta años la verdadera cara la tenemos en la nuca, mirando desesperadamente hacia atrás (Capítulo 21). Entonces… que se busca en este juego, en ese otro lado que es la Maga para Horacio Olivera o Mamá Ceci para el pequeño Milo cuyos papeles protagónicos en esta ponencia contribuyen al concepto de Cortazar de formar parte del impreso, de volvernos personajes vivos en esta gran representación que es la VIDA. Todo lo que se escribe en estos tiempos y que vale la pena leer está orientado hacia la nostalgia. Complejo de la Arcadia, retorno al gran útero, back to Adam, le bon sauvage (y van…) Hacia atrás hacia adelante, hacia arriba y hacia abajo, el afuera y el adentro se van sumando al juego y ya Milo, Cecilia y yo nos insertamos en este devenir de la novela en la cual Morelli, Horacio, la Maga y Don Julio Cortazar abren el juego. Quien quiso oír ya ha oído, quien quiera jugar… es necesario saber que para llegar al Cielo basta con una piedrita, la punta del zapato y la imaginación bien afilada. Adelante, el camino ya ha sido abierto. Habrá que desandar lo aprendido para empezar a aprender.

Por Milagros Sefair Recuerdos de infancia, una tiza trazando sobre el patio de la escuela, cuadrados, planetas, rectángulos, firmamentos en semicírculo. Las niñas tirábamos una piedrita y según dónde cayera, avanzábamos sobre un pie o sobre dos, atentas a las reglas de juego. Rayuela, que a pesar de tener el cielo como meta, no advertía en nuestra mente de pequeñuelas ningún misticismo religioso. Creo no haber comprendido entonces lo profundo. El mensaje subliminal. Más bien mi descubrimiento fue reciente… Se dice que la Rayuela tiene como fin el conocimiento de uno mismo. El ser humano se va descubriendo desde los primeros pasos. Entonces, ¿por qué llamar a la novela de Julio Cortázar, antinovela? ¿No refleja en su rara estructura los caminos en que la misma vida se bifurca en forma constante, hasta llegar al fin- cielo-madre Maga- útero? Milo es mi nieto, tiene año y cuatro meses. Cuando mi hijo me lo trajo para que lo cuide mis ojos estaban inmersos en las páginas de este apasionante libro. Obviamente tomé la tarea con alegría pero mi mente permanecía colgada de esta obra. El pequeñito se cansó de toquetear todo lo que estaba al alcance de sus manitas y comenzó a llamar a su madre que vive junto con él y mi hijo en la casa de adelante. Así salimos al jardín dispuestos a atravesar el parque- mundo que separa una casa de la otra. De pronto comprendí que ese camino hacia la otra puerta era una síntesis argumental de la novela que minutos antes había dejado abandonada sobre la mesa. Milo desviaba su llegada hacia la puerta-cielo-madre-útero… mientras se entretenía, aquí con una tapita de Coca Cola, allá con un palo de escoba, el rastrillo es peligroso, ¡Milo soltá eso!, ¡no!, eso a la boca no y mientras: mamamamammamamama, Esa melodía constante desde una vocecita cantarina mientras yo seguía sus pasos casi pisándole los talones. Y él desviándose, acercándose, alejándose, postergaba su cielo-madre. Así es como posterga cada uno de nosotros su meta… Tal la Rayuela de Cortázar. Observo detrás de una cortina verde media cara asomada, una Madre- Cielo atenta al niño. Ellos se buscan como La Maga y Horacio entre los puentes parisinos… Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. (Capítulo 1) Cuando la puerta se abrió y los brazos de Ceci, mi nuera, recibieron al niño, yo volví a la lectura-camino, mis ojos se detuvieron unos instantes en el capítulo 36, donde el autor lamenta el inexorable destino del hombre ex infante. … y un día se aprende a salir de la Tierra y remontar la piedrita hasta el Cielo, hasta entrar en el Cielo, lo malo es que justamente a esa altura, cuando casi nadie ha aprendido a remontar la piedrita hasta el Cielo, se acaba de golpe la infancia y se cae en las novelas, en la angustia al divino cohete, en la especulación de otro Cielo al que también hay que aprender a llegar. Y porque se ha salido de la infancia se olvida que para llegar al Cielo se necesitan, como ingredientes, una piedrita y la punta de un zapato. Genial descripción de la vida, esta novela que lleva 50 y pico de años de su primera Edición tan criticada antaño y tan ponderada luego, marca un antes y un después en la historia de la literatura. Estrena el concepto alineal rompiendo la cronología y ante todo establece una complicidad entre el lector y el autor, dejándolo que intervenga y decida sobre los propios desvíos. Caminos alternativos que tal vez sean esas anotaciones y preludios que los escritores de narrativa solemos garabatear antes de emprender un nuevo capítulo. Las visitas a Morelli guardan todas las claves de estos entretelones. En especial recuerdo la llave entregada en el hospital cuando éste está internado y pide a Olivera que vaya a su departamento a recoger, ordenar o desordenar las páginas y páginas, capítulos y anotaciones que conforman la novela en proceso. Esta escena en cierta forma “justifica” y a la vez hace cómplice a los mismos personajes, del aparente desorden de los capítulos. Lleva la polifonía más allá de los límites de la polifonía. Escritor, lector y actores se transfiguran. Forman parte de un debate existencial. Cada uno se vuelve narrador homodiegético, cada uno editor, cada uno lector intradiegético y jugador. Sacás una idea de ahí, un sentimiento del otro estante, lo atás con ayuda de las palabras, y resulta que te quiero. Total parcial: te quiero. Total general: te amo. (Capítulo 93) Y el Amor nuevamente es ese Cielo Madre Útero al final del juego de la Rayuela. La Maga- Lucía es la meta final de la felicidad. El amor. El fin de la búsqueda. Y la invitación a saltar del otro lado, del lado que está afuera de sí como indica el mismo capítulo. Amor mío, no te quiero por vos ni por mí ni por los dos juntos (...), te quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a saltar y no puedo dar el salto. (Capítulo 93) Cortázar nos invita mediante aforismos, saltos de capítulos no cronológicos, a tirar esa piedrita fuera de nosotros, fuera del planeta tierra para poder finalmente encontrarnos. Rayuela se orientada a la nostalgia, nos pasea en forma circular, nos devuelve a los juegos de infancia, a: Paraísos perdidos, Perdido por buscarte, yo, sin luz para siempre (Capítulo 71) ….para poder encontrarnos, así como ese paseo de Milo hacia la puerta de su casa. De yo, Milagros Sefair que me salgo de la lectura para cuidar a mi nieto y en ese salto un poco también me encuentro… En realidad después de los cuarenta años la verdadera cara la tenemos en la nuca, mirando desesperadamente hacia atrás (Capítulo 21). Entonces… que se busca en este juego, en ese otro lado que es la Maga para Horacio Olivera o Mamá Ceci para el pequeño Milo cuyos papeles protagónicos en esta ponencia contribuyen al concepto de Cortazar de formar parte del impreso, de volvernos personajes vivos en esta gran representación que es la VIDA. Todo lo que se escribe en estos tiempos y que vale la pena leer está orientado hacia la nostalgia. Complejo de la Arcadia, retorno al gran útero, back to Adam, le bon sauvage (y van…) Hacia atrás hacia adelante, hacia arriba y hacia abajo, el afuera y el adentro se van sumando al juego y ya Milo, Cecilia y yo nos insertamos en este devenir de la novela en la cual Morelli, Horacio, la Maga y Don Julio Cortazar abren el juego. Quien quiso oír ya ha oído, quien quiera jugar… es necesario saber que para llegar al Cielo basta con una piedrita, la punta del zapato y la imaginación bien afilada. Adelante, el camino ya ha sido abierto. Habrá que desandar lo aprendido para empezar a aprender.

 

 

 


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