Yves Bonnfoy: La larga cadena del ancla.

La hora presente. ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2016.

El poeta comienza por hacer una larga y honda invocación al otro, al que está sólo o tiene miedo. Es, por su parte, una voluntad de darle voz, y lo hace desde allí donde él reina: el verso (Por mi parte, ya he dejado escrito en anterior ocasión, a propósito de uno de los libros de este autor: “Este gran poeta que es Bonnefoy, uno de los autores más importantes, junto con Jaccottet, en lengua francesa, elabora un discurso serio, reflexivo, comprometido con una postura esencialmente ética del hombre actual. Y por ello próximo a los argumentos primigenios de todo discurso humanístico: amor, soledad, muerte, paisaje…”) Se trata de establecer el vínculo esencial en el escenario espiritual donde este poeta se mueve y ha extendido el el propio paisaje de sus versos: “¡No, es el rumor del agua! Más sí, escucha/ sobre el río esas voces que nos llaman. /Es mucho más allá, no lo sabemos, /es como si hubiera luz en esta noche” En ocasiones lo que se resalta del poeta es la placidez de su descripción o lo animoso de su metáfora, ahora bien, creo que hemos de considerar a Bonnefoy como algo más intenso, como una voz de larga raíz cuyo secreto es el discurso lejos de cualquier efectismo, discurso donde la zozobra de la irredenta realidad convoca al hombre hacia una larga soledad en donde él, el poeta, quiere estar para ofrendarle palabra, compañía. Algo, alguien le dicta la actitud: “Y tú no quieres que yo deje/ de mirar, de escuchar, de ver, de oír, / hasta tienes palabras que ofrecerme/ para que yo vea a más distancia y sepa más” Es el acto del enriquecimiento mutuo cuando el otro, el interlocutor, es sincero y ratifica el aprendizaje como comunicación. Al fin, el poeta otorga su identificación como entrega, como discurso vital: “Y así lo quiero, no renuncio, /pero ¿cómo aceptar no haber podido/ responder a quien tenía deseo sin esperanza?” Tal es la situación a que el destino incierto y una soledad ontológica dictan como realidad de los nuevos tiempos: confusos, exigentes, alejados del ‘corazón sintiente’ Todo lo cual no trae sino desesperanza. He aquí, pues, la poesía como un bien, y el discurso del poeta como la ofrenda en favor de la fecundidad amistosa, consoladora, solidaria. Más necesario, si cabe, ante la incertidumbre no ya de un destino inesperado, sino aún de un vivir arrancado del vinculo con la naturaleza, con el otro; incluso con uno mismo. El presente volumen lo constituyen dos títulos: ‘La larga cadena del ancla’ y ‘La hora presente’, y es de señalar el acierto de presentar tales propuestas poéticas en versión bilingüe, a fin de que el lector pueda apreciar por sí cualquier matiz que el traductor no haya recogido. No por error, sino por elección.                                                           

Ricardo Martínez


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