La metapoesía de Francisco Fortuny

Arturo del Villar

HASTA la página 400 exactamente alcanza la poesía completa de Francisco Fortuny, en el volumen editado recientemente en Málaga por el Centro Cultural Generación del 27, con el título de La gaya ciencia y otros poemas anteriores (1981—2011). En efecto, Gaya ciencia (Acto de contradicción), aquí sin artículo y con añadidura aclaratoria, se titula el último libro del autor, inédito hasta ahora, precedido en este volumen por siete libros publicados anteriormente, y acompañado con otros dos inéditos y una recopilación de poemas sueltos circunstanciales. Se recogen, pues, treinta años de labor poética, en una evolución rectilínea, marcada por un cuidado exquisito del lenguaje en cada momento. Con esto queda dicho que Fortuny es un poeta culturalista, que recarga sus libros de citas muy diversas. Incorpora a veces a sus poemas versos ajenos, apropiados como suyos en préstamo de homenaje, o juega incluso con su apellido para relacionarlo con el poema de Juan de Mena El laberinto de Fortuna o las Trezientas, para componer una serie de doce cantos titulada “El laberinto de Fortuny (O Las Que Sean)”, dentro de este último libro. El subtítulo entre paréntesis (Acto de contradicción) es un juego de palabras, en el que se adapta el acto de contrición exigido para que sea válida la confesión ante el cura, considerada un sacramento en la liturgia catolicorromana, al trabajo del poeta, una contradicción en sí mismo por aplicarse a buscar la definición de lo que es indefinible por su esencia: la poesía. Es muy lógico este homenaje rendido al poeta cordobés medieval por el andaluz de hoy, puesto que mantiene varias coincidencias expresivas con él, como el gusto por las alegorías, los cultismos, los arcaísmos, los neologismos, y demás recursos. Eran tan exagerados en Mena que él mismo se vio obligado a escribir una interpretación en prosa de su poema Coronación del marqués de Santillana, así como tiempo después se redactarían traducciones a la prosa vulgar de los grandes poemas de Góngora, otro cordobés barroco y genial. UNA GLOSA PERTINENTE Salvadas las diferencias impuestas por las distancias temporales, en esa línea se prolonga la poesía de Fortuny, que también merece una glosa explicativa de sus recursos comunicativos, a veces complicados. Vamos a demostrarlo, con la glosa al primer poema de la serie “A la poesía”, solamente el primero porque una exposición sobre la serie completa requiere un libro completo y muy grueso, para descubrir adónde conduce el laberinto de Fortuny. Es seguro que las interpretaciones prosaicas de la poesía matan ese espíritu indefinible que permite concebirla, pero se hacen pertinentes para resaltar aspectos ocultos merecedores de atención, resaltando el trabajo del poeta en su taller de palabras unidas para conformar el verso, residencia de la poesía. Puesto que Fortuny ha indagado en verso la interioridad de la poesía, es comprensible que un lector intente averiguar en prosa si lo ha conseguido. El mismo título de Gaya ciencia proclama la intencionalidad del autor. Evoca el arte de la poesía en la tradición occitana, del que se consideró heredero Antonio Machado, según cuenta en las “Meditaciones rurales” compuestas en Baeza en 1913: “ayer / maestro de gay-saber, / aprendiz de ruiseñor”. En la actualidad el término gay se ha adulterado, a causa de la nefasta influencia gringa, hasta el punto de que el Diccionario de la lengua española editado por la Real Academia Española solamente define gay como homosexual, lo que parece un error académico. La gaya ciencia afortunadamente está definida como “Arte de la poesía”. Y es forzoso recordar el ensayo de Nietzsche traducido con el mismo título o también El gay saber, en donde especuló sobre el desconsuelo humano por haber asesinado a Dios. También Fortuny se nos presenta como un “maestro de gay-saber”, ocupado en averiguar las posibilidades expresivas de la poesía, con una finalidad práctica: aprovecharlas en su trabajo lírico. El arte se materializa gracias a los artistas por medio de su trabajo. Cuando Mena exclama en su tercera copla “Tú, Caliope, me sey favorable / dándome alas de don virtuoso”, el lector sabe con certeza que el poeta culto medieval no creía en la influencia de las Musas helénicas sobre la escritura. Pese a ello, se convierte en su cómplice al aceptar esos versos, debido a que constituyen una manifestación del arte elaborado por un artista para agradarle, o entretenerle, o hacerle pensar, que eso es lo de menos. A LA POESÍA MUY BARROCA Gaya ciencia (Acto de contradicción) es un poemario amplio, que ocupa 105 páginas en este volumen, y para mi gusto el más interesante dentro del conjunto lírico agrupado aquí. Reduciendo más todavía la atención, la serie de nueve poemas titulada “A la poesía” constituye una excelente muestra de metapoesía, en la que el poema es sujeto y objeto, analizado por medio de la poesía. Por eso merece que se le dedique una atención especial y se le analice como se hizo con los poemas de Mena y de Góngora en sus tiempos respectivos. Nos encaramos con un estilo muy original, sin ningún respeto por las preceptivas, no porque las rechace, sino porque las actualiza a su manera, dando lugar a una elocución peculiar. Toda la escritura de Fortuny se inscribe en el desarrollo de los valores dionisíacos del entendimiento, por seguir con la dialéctica nietzscheana. Su arte poética comparte esa exquisita erudición ya señalada, con la vulgaridad más ramplona posible. La conjunción de esos dos planos, en principio antagónicos, le permite dar nuevas visiones a la tradición, recuperada con la intención de actualizarla imaginativamente. En su creencia literaria, la poesía está en todo lo existente en este mundo material, y por lo mismo ella es materia de encuentro. Así arranca este primer poema “A la poesía”, su interlocutora muda porque es sujeto y al mismo tiempo objeto: Yo no te conocía. Y te tenía Tan cerca, tan en todo… La función del poeta consiste en descubrirla, y una vez hallada en concretarla mediante la palabra. La poesía está en las cosas, pero las cosas no son poesía. A lo más podemos considerarlas poéticas. Se equivocó Bécquer al escribir que “Podrá no haber poetas, pero siempre / habrá poesía”, porque si el poeta no la muestra en sus escritos nadie la comprenderá. Es lo que le sucedió a Fortuny, que tenía a la poesía a su alrededor y no la veía, hasta que se propuso encontrarla mediante la escritura. LOS ROPAJES POÉTICOS Quiere una poesía para usar y tirar, en ninguna manera para admirar, pero que esté muy bien escrita. Para conducirla emplea todos los recursos permitidos por la rima, los dobles sentidos de las palabras, las paradojas eruditas, la ironía conceptual, las antítesis intelectuales, las tergiversaciones retóricas, y cuantas argucias se le ocurren. A diferencia de la poesía desnuda amada por Juan Ramón, la suya está barrocamente recargada de ropajes, como se lo explica a ella misma, a la poesía, en el poema inicial de la serie: […] Inagotable fuente siempre oculta De todo, que, por más que te desprendas De las prendas que son nuestras visiones Sucesivas de ti, nunca te muestras En total desnudez, y así nos tienes Prendados de tu largo insinuarte […] El juego de palabras le anima a decirle “que te desprendas / De las prendas” para dejarnos “prendados” a los lectores con su desprendimiento. Llega a ser recurrente en la poesía de Fortuny la necesidad de mantener al lector en sorpresa continua, con el empleo de los más variados procedimientos técnicos y verbales. No sé si se lo debe a la inspiración o al trabajo. Los científicos cuentan que muchos descubrimientos sensacionales en la historia se han originado gracias a la casualidad. En el caso de la escritura poética es preciso recurrir a la inspiración, aunque Verlaine aseguraba que on l’invoque à seize ans. Sí, pero creer en las Musas de Platón resulta actualmente mucho más difícil todavía, tanto para los jóvenes como para los viejos. Sin embargo, no todos los seres tienen aptitudes para la poesía, muchos no son capaces siquiera de leerla. Nuestras visiones sucesivas de la poesía no pueden quedarse en los ropajes, por bellos que sean. Lo fundamental resulta lo que visten, su esencia íntima. Es de agradecer que un poeta se apreste a indagar sobre su contenido, como lo hace Fortuny, poniendo fin a las insinuaciones que ella utiliza, como una típica y tópica mujer fatal. Pese a todos los intentos para alcanzar esa visión en desnudez, cuenta Fortuny que la poesía es una “Inagotable fuente siempre oculta / De todo”. Parece que la poesía requiere estar oculta, y hacerse visible solamente para algunos insistentes en alcanzarla, mediante la realización de trabajos continuados. Ese trabajo es silencioso y no suele recibir más pago que la propia satisfacción de haberlo concluido. PARA ENTENDER LA POESÍA Cuantas veces se ha preguntado a los poetas qué es la poesía, respondieron con ideas pretendidamente a la altura de la misma poesía, equivalentes a no decir nada aprovechable. A Fortuny no le importa tanto la definición como la posibilidad de descubrir qué es eso que escribe, lo que le obliga a meditar sobre la identidad del fenómeno poético, que debe de serlo, puesto que los tratadistas llevan siglos discutiéndolo en Occidente. Para encontrar la respuesta ha tenido la buena idea de encararse con ella mediante la escritura en verso, y preguntárselo. Este procedimiento es más idóneo que redactar un tratado filosófico, para tener que acabar recurriendo a la inspiración, lo indefinible por su misma esencia espiritual. Como un “maestro de gay-saber” modernizado, nos parece que se dirige a la Dama Poesía, rindiéndole culto, pero con la intención de llegar a poseerla plenamente. Un trabajo amoroso, sin duda. Así como Bécquer le explicaba a su amada curiosa que “Poesía eres tú”, Fortuny le pregunta a la Dama Poesía “qué eres tú”, y con su ayuda está decidido a descubrirlo, para saber qué está haciendo al componer versos en su homenaje, y si merece la pena el esfuerzo. Sus investigaciones reclaman la utilización de un lenguaje peculiar, forzosamente poético, puesto que trata de entender la poesía. Pero resulta primordial poner en claro qué es un lenguaje poético. Por supuesto, el utilizado por los poetas, aunque somos conscientes de que en cada época histórica se ha empleado un lenguaje común ajustado a ese momento determinado. LA FÍSICA Y LA METAFÍSICA En el caso de Fortuny su idioma es “con Fortuna es bien fortunado”, por explicarlo con un verso de Mena en su copla inicial, porque no desdeña ningún vocablo de cuantos se apiñan en el diccionario, e incluso añade algún neologismo por necesitarlo para precisar su discurso lírico, si no lo encuentra ya impreso. En determinados momentos aprovecha los vinculados a la ciencia, con el propósito de llegar a la metafísica desde la física, como vemos en este definitorio primer poema de la serie: […] Utopía fugaz, al horizonte Montada, como amante psico-meta Física del espíritu, a caballos Alados de vapor innumerables Halando de la máquina del cosmos, Gran Motor de Explosión, […] La metafísica se ha dividido ahí en un encabalgamiento abrupto entre dos versos, pero sin guión, son dos palabras diferenciadas. Lo que hace el guión es unir “psico-meta” para indicar que el amante se posiciona más allá de las funciones psíquicas, y se introduce al lector en una “Física del espíritu” alucinante. Se encuentran caballos de vapor, que son los tomados como unidades de potencia de las máquinas, con la diferencia de aquí son alados, como Pegaso, y por eso están capacitados para mover “la máquina del cosmos”. En la mitología griega los caballos celestiales son figuras recurrentes, por lo que debían aparecer también en la poesía de Fortuny. Es seguro que no cree en la realidad de los mitos, aunque su permanencia en el ámbito cultural los hace eternos, como es exigible a los dioses. Por el hecho de conceder iniciales mayúsculas al “Gran Motor de Explosión”, cuando no las llevan en castellano, propone el poeta una metáfora con la que aludir a Dios. Algunos teólogos han explicado la existencia de Dios, siempre cuestionada, afirmando que es necesario por ser el primer motor del Universo, como causa de todas las causas, a quien se le conceden las iniciales mayúsculas para sus atributos, o al menos se hacía antes. Y los astrónomos opinan que el Universo comenzó con una gran explosión, en el inicio de los tiempos. El mundo es más grande desde que la física cuántica aportó sus descubrimientos, y la poesía está materializada en el mundo gracias a los poetas, de modo que participa activamente en sus evoluciones y revoluciones. CUESTIÓN DE PALABRAS Inmerso en estos tiempos modernos que le han tocado en suerte para vivir, mucho más tecnificados que cuando Chaplin rodó su excelente película, Fortuny coloca en un verso sin reparos una palabra antipoética, conforme al canon tradicional aceptado: “Te miraba con el espectroscopio”. Hay que tener mucha osadía para emplearla, y a los puristas que todavía resisten en sus covachuelas herrumbrosas les producirá dolor de cabeza. Sin embargo, es un instrumento en uso, por lo que debe tener cabida en cualquier comunicación, técnica, literaria o vulgar. Al menos, en estos tiempos modernos. No obstante, alguien opinará que es una palabra antipoética, y en consecuencia improcedente para incluirla en un poema lírico. A Fortuny le tiene sin cuidado la posible objeción. Sabe que cada época requiere un lenguaje característico, que lo define en la historia de la cultura. Admitimos que Góngora escribiera sobre seres mitológicos, como Polifemo, aunque no creyera en su existencia, porque en el siglo XVII español estaba de moda un renacimiento de las fábulas clásicas, y las versificaba según uso aceptado por el buen gusto. En cambio, a Fortuny no le interesan las galateas, sino los objetos existentes ahora. Una palabra es un utensilio nada más, resulta ridículo sacralizarla, puesto que su razón de ser consiste en servir como herramienta comunicativa entre las personas. El ser humano se define como un hablador, y el poeta como un recopilador de sus palabras, con las que construye la sociedad. Está claro que no hace distinciones entre las palabras, no considera poéticas a unas e inadecuadas a otras: así como no existen palabras rubias o pelirrojas, gordas ni flacas, tampoco se deben clasificar en bonitas o feas. Ninguna palabra en uso puede ser despreciada por no considerarla apropiada para el poema, y en este libro hay frecuentas demostraciones de la amplitud de criterio con que aborda la cuestión el poeta. LA MUSA ACTUAL La lengua hablada permite el verso en la escritura, a la que también es factible mirar con el espectroscopio. Si alguien se escandaliza es que pertenece a otros tiempos, lo que le impide comprender esta poética transformadora del lenguaje y la versificación de una manera original. Precisamente por eso nos interesa: si no fuese original no merecería la pena molestarse en leerla. El lenguaje es común a todos los hablantes de una conjunción geográfica, pero su empleo es singular, y el poeta precisa crearse una elocución diferenciadora, mediante el dominio de sus componentes fundamentales, para conformar con ellos el estilo diferenciador. Cuando el idioma nacional es insuficiente para definir algo, probablemente porque llega del extranjero, la solución más fácil es incorporar el nombre exótico a nuestro diccionario. Lo comprobamos a diario, aunque se escandalizan los académicos. A Fortuny no le desagrada incluir barbarismos en sus versos, cuando los precisa para aclarar su pensamiento, fusionándolos con naturalidad a su discurso lírico en correcto castellano de nuestro tiempo: […] una musa De plural carne prieta, modelada Con disciplina artística de aeróbic Y body building, y de tanga y toples Como de guapa moza de la era Actüal de informáticas y móviles Y ecologías, y moderna y libre. Es una musa muy actual, desde luego “moderna y libre”, a juzgar por esas características tipológicas. No guarda ninguna relación de familiaridad con las helénicas, porque esos versos son actuales. La poesía de Fortuny es muy de hoy, a pesar de esa carga ya señalada de culturalismo y de arcaísmos, que le anima a incorporar versos o referencias de los escritores clásicos a los suyos. Algún día se considerará un poeta clásico a Fortuny, es cuestión de tiempo. Sus versos son firmes, y están dispuestos para perseverar. Sabe perfectamente que las Musas nunca existieron, que son una invención poética para intentar describir un arrebato artístico. No obstante, insiste en lo que ya cuenta con una tradición secular en la cultura de Occidente, para referenciar el momento creativo. Claro que moderniza el concepto clásico, para incorporarlo a la era actual. No en balde introduce a la poesía como materia poética, para desentrañarla y analizarla como la actuación de un científico sobre el microscopio electrónico. Encontrar la esencia de la poesía es su propósito. La persigue con aplicación y sin respeto humano. Se juega mucho, puesto que explora la manera de poner en limpio su pensamiento lírico, aunque para ello deba internarse por tortuosos senderos extrañamente comunicados. Es un criterio difícil por su complejidad, pero con sorpresas prometedoras de conseguir la finalidad propuesta cuando se llegue al final del laberinto. CÓMO ES LA POESÍA Sin entrar en teologías, hallamos una nueva alusión juanramoniana, a su muy citado verso “Cómo era, Dios mío, cómo era”, en uno de sus sonetos espirituales. Sigue empeñado Fortuny en conseguir un encuentro cabal con la poesía, de modo que la busca a tientas, preguntando a las cosas si son la poesía, que siempre se le escapa. Su indagación da lugar al poema, en este asedio lírico al propio poema, en una completa demostración de metapoesía inabarcable, ya que lo inmaterial no es definible: Te busqué por el mundo sin saber Cómo eras: creí durante un tiempo Que eras Dios, o su ángel, luego un alto Ideal de los círculos platónicos Bajando a solventar el mundo a palos, […] Eso es lo que han explicado los poetas en tiempos antiguos, cuando pretendían definir lo que sea la poesía. Al escribir Fortuny “Cómo eras”, en pretérito, parece dar a entender que ahora, en el momento de la escritura, ya lo sabe, puesto que de no ser así lo correcto sería decir “Cómo eres”, en presente. Recordemos que este libro, Gaya ciencia (Acto de contradicción), constituye la culminación de treinta años al menos de trabajo lírico. En ese período tuvo que haber encuentros satisfactorios, aunque después se perdiera el contacto y se mantuviera un distanciamiento prolongado. La disparidad apuntada antes entre el orden culto y el vulgar se aprecia aquí de nuevo, al evocar primero los círculos platónicos en las esferas celestiales, y enseguida la solución de los litigios a palos en este bajo mundo. Es que el poeta reside en él, y observa lo que pasa en la calle, según la recomendación de Machado para usar un buen lenguaje poético. Alguna vez nos parece entrever alusiones sicalípticas (vocablo caído en desuso actualmente, pese a ser muy explicativo), como en estos versos: Y yo creía muchas veces verte Cada vez que una fembra placentera Me meneaba sabiamente el mundo Al ritmo de su música profana, Sagrada para mí, […] Entre las varias clasificaciones de la poesía figuran la erótica y la amatoria. En este libro no merecen la principal atención de Fortuny, aunque al existir las mencione por alusiones. Ya se ha dicho que la poesía está en las cosas, y también en los actos y en los pensamientos; la tarea del poeta consiste en realizarla en el poema, desencadenando los artificios retóricos a su alcance para ejecutar su función. MÁS PALABRAS PARA LA POESÍA Al continuar la lectura hallamos de nuevo palabras sorprendentes, por diversos motivos, como “onfálicas”, “neurónico”, “hiperárbol”, “malángel”, “peli”, unas existentes, aunque insólitas en un poema, y otras inventadas. El poeta ha trabajado duramente con ellas, para acercarse a la poesía, a la que continuaba imaginando como una “diosa / Velada” por culpa de esos ropajes con las que ya luchó para admirarla en su plenitud. El problema radica en que el ropaje está formado precisamente por las palabras, de manera que desprenderla de ellas equivale a anonadarla. Son inevitables las palabras para describir la poesía de las cosas. El poema concluye narrando el encuentro. No se olvide que es el primer poema de una serie de nueve, inspirados (continuemos la tradición) por la poesía, que son metapoesía. Según el relato poético, necesitó emplear mucho tiempo, mucha escritura, mucha lectura, mucha observación y mucha paciencia. Pero el fin corona la obra, como aseguraban los latinos. Gracias a la combinación de esos materiales Fortuny se encontró con la Dama Poesía, y ha podido cantarla, como un occitano de hoy rendido a su poder maravilloso para ampliar el mundo. El final contiene la exposición de la manera en que se efectuó el encuentro. Estaba a la terminación del laberinto, y era forzoso recorrerlo por completo para llegar hasta ella sin perderse, salvando las depresiones y las desilusiones inevitables en la vida de todo ser humano. El hilo conductor en este proceso fue el verso, como servidor del poema en el que se concreta la poesía. Por supuesto, la explicación repite las notas características de esta poética: He perdido la fe y las ilusiones. Estoy más solo que lo Uno, como Pobre Diablo más harto de sí mismo Que de todo. La frase hecha referida a estar más solo que la una, por carecer de acompañamiento, en el poema se transforma en un cultismo, con alusión al Uno de la filosofía y la teología, metáfora del Dios creador del Universo ya tropezado antes (si es posible tropezar con Dios). Sin embargo, aquí no está el Dios al término del laberinto, sino su antagonista Satanás, pero despojado de sus poderes, como un Pobre Diablo, que en el habla coloquial es un individuo sin importancia, harto de aguantarse a sí mismo y también de todas las cosas mundanales. Así se hallaba desmotivado psicológicamente Fortuny, en un momento de su trabajo indagador y fatigador. Asegura que había “perdido la fe y las ilusiones”, de modo que le quedaban muy pocas cosas, ya que en esas condiciones su trabajo resultaría inútil por estéril. Y no obstante, en esa situación límite se produjo el acontecimiento esperado, la epifanía de la Dama Poesía reverenciada por los maestros en gay saber: Y entonces te he encontrado A mi vera y en todo desde siempre. Estuvo siempre a su lado, pero no era capaz de verla, debido a esos ropajes en los que se envuelven las cosas. Se perdió por un laberinto complicado de palabras, hasta que consiguió ponerlas en el orden adecuado. El idioma y la acción conjuntados sabiamente ejecutan la poesía en el poema, con su lenguaje propio característico de un estilo. El de Francisco Fortuny resulta apasionante, por la sucesión de sorpresas con las que regala al lector. Probablemente sea complicado para algunos, enriquecedor para otros. Presenta tantos registros que permite variaciones en la lectura. Cada uno lo juzgará según su gusto, pero nadie le podría quitar el mérito de revelar cómo es la poesía, gracias al poema, una cuestión de la mayor importancia literaria.

 


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