Jorge Manrique: Coplas a la muerte de su padre

Cálamo, Palencia, 2014          

Parece, en efecto, un canto a la vida.    Es un canto poético transido de dolor, pero en ello hay también luz, recuerdo amoroso, evocación de la memoria como un bien.¡Y lo dice, el poeta, de un modo tan alto y sencillo, con tal delicadeza en el decir que pareciera como que en la muerte hay vida (ha sido vida) y en la vida se guarde (así se guarda) el secreto infinito de la muerte. El poeta escribe en el siglo XV, pero su prístino discurso podría decirse que, en su sentir, mantiene una hermosa vigencia Poco hay que comentar, sólo escucharle: “Recuerde el alma dormida,/ avive el seso y despierte/ contemplando/ cómo se pasa la vida,/ cómo se viene la muerte/tan callando” Y escuchar aquí debe entenderse como un ejercicio realizado con todos los sentidos, esto es, escuchar como entender, como anidar en el corazón, como redescubrimiento del bien que da la vida, como gozo de haber sido, como canto feliz   Tal vez por ello no sea un desacuerdo llamar coplas a este canto aparentemente, sólo aparentemente, infeliz.¿Quién está al otro lado de la vida? El otro, el padre, el que es grata memoria y un gozo recordar. Incluso tratado con una visión esperanzadora: “No dejó grandes tesoros,/ ni alcanzó grandes riquezas/ ni vajillas,/ mas hizo guerra a los moros ganando sus fortalezas/ y sus villas” Y lo resume la copla XXV como un referente que acaso haya sido la más sincera voluntad al cantar: “No se os haga tan amarga/ la batalla temerosa/ que esperáis,/ pues otra vida más larga/ de fama tan gloriosa/ acá dejáis”   Pocas ocasiones se habrá de ser tan feliz al leer, pocas veces será más necesaria la memoria, no para la sombra, sino para la memoria y el afecto. El entendimiento y la razón así lo dictan: “Y pues vemos lo presente/ cómo en un punto se es ido/ y acabado,/ si juzgamos sabiamente,/ daremos lo no venido/ por pasado”. Ello para llegar, al fin, a ese canto tan celosamente guardado en la historia de la literatura: “Nuestras vidas son los ríos/ que van a dar a la mar/ que es el morir;/ allí van los señoríos/ derechos a se acabar/ y consumir…”        Acordes, oportunas, las ilustraciones.                   Ricardo Martínez


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