Plegaria por un papa envenenado

Por Édgar Bastidas Urresty

Esta novela de Evelio Rosero, que fluctúa entre la realidad y la fantasía, construida a la manera de una historia policíaca, es polifónica y transcurre en una atmósfera sombría, fantasmal, luciferina.
Muestra la capacidad imaginaria del autor, que lleva al lector hacia regiones que él no era capaz de explorar, y contiene elementos históricos y literarios.
Comienza con la invocación que hace un coro de prostitutas de Venecia, a la manera del antiguo coro griego, al padre Luciani, personaje central para que recuerde su niñez, sus días de seminarista, su conversión en Patriarca de Venecia, a nueve años de su consagración como Papa.
De origen humilde, su entrega como obispo a la causa de los pobres, va a definir su personalidad y su papel como obispo y papa.
¡Le advierten que será envenenado a los treinta y tres días de su pontificado porque así lo ha anunciado Lucía Dos Santos, la vidente de Fátima¡
Dos sacerdotes, emergen del infierno, para confesarse con Luciani. Uno de ellos, que tiene pezuñas, confiesa que se ha robado el dinero de los ahorradores. Otro personaje que acompaña a los sacerdotes se identifica como especulador.
El sacerdote diabólico pide perdón por haber querido matar a Luciani durante un sueño.
Y como anuncio fatídico, aparece el arzobispo Marcinkus, en forma de ave de rapiña del dinero del Vaticano, que se convertirá en el banquero de Dios.
El banco católico es vendido a Roberto Calvi, va a quebrar por los negocios turbios y a causar el suicidio del banquero en Londres.
El capítulo IV de la novela revela que Luciani como seminarista leía a Twain, Verne, Marlowe, Goldoni, Manzoni, Dickens, Cherterton, Goethe, Scott, Petrarca, y a otros autores.
Reaparece el coro de las prostitutas para increparle a Luciani su cobardía, pero esta vez responde a su llamamiento, habla con ellas, pero cuando intenta tocarlas, desaparecen.
En 1978 Albini Luciani, es elegido Papa, y de inmediato anuncia que se propone realizar profundas reformas al Vaticano y convertir a la iglesia en una iglesia de los pobres.
Quiere destituir a varios cardenales de cargos importantes en el Vaticano, e invertir los dineros pontificios en causas sociales y en obras de caridad.
En 1968 había presentado al papa Pablo VI, un informe que recomendaba la aprobación del uso de la píldora. En cuanto a las parejas divorciadas, era partidario de recibirlas en el seno de la iglesia, así como a los “pecadores”.
Estaba de acuerdo en revisar la posición negativa de la iglesia en relación con el control de la natalidad y en establecer el celibato sacerdotal y el sacerdocio femenino.
Su amistad con Hans Küng, que negaba la divinidad de Cristo, la apertura, el diálogo con otras iglesias, causó una gran inconformidad entre sus críticos.
El capítulo VII, introduce el humor y la ironía por las referencias a algunas reliquias sagradas de adoración: las monedas que recibió Judas, los huesos de los Reyes magos, el cráneo de San Juan Bautista, la túnica ensangrentada de Jesús, el manto de la virgen, una parte del prepucio de Cristo, las sesenta plumas del arcángel Gabriel, la vara de Moisés, una de las arcas de la Alianza, la ropa de San Pablo, nueva coronas de espinas, seis cordones umbilicales del Niño Jesús, 35 clavos de la Pasión, algunas gotas de leche de los senos de la Virgen, 12 de las 30 monedas que recibió Judas, las 26 tumbas de los 12 apóstoles.
En la lista faltaron el brasier del seno de Abraham, los dientes y los cabellos de Cristo, los clavos de la cruz de Cristo, los pedazos de la corona de espinas, el brazo de San Antonio, que en realidad es el sexo vigoroso de un ciervo, el cerebro de San Pedro, que es una piedra pómez, de acuerdo a la relación que hace Calvino.
Calvino, el reformador francés del siglo XVI, que creó en Ginebra una república protestante, denuncia estas idolatrías, por el aspecto comercial que les ha dado la iglesia.
Las nalgas de Cristo, dice, se encontraban en Reims y en Champagne.
Cuando Luciani se posesionó como Papa, se desconcertó porque no sabía dónde ir, qué camino tomar, ante lo que parecía un laberinto. Mientras se decidía recordó su niñez, lo que le habían enseñado sobre las reliquias sagradas, y se interesó por conocer el archivo del Vaticano.
La puerta invisible de su habitación y la escalera de acceso, misteriosas le perturbaban el sueño.
Luciani se había destacado como catequista, y como escritor. Había escrito una serie de cartas imaginarias a poetas, escritores, a Jesús. Cuando catequiza a unos niños, las prostitutas lo interrumpen y lo califican de “amanuense de sus voces”.
En el capítulo noveno reaparece Marcinkus en la biblioteca del Vaticano. Se lo conocía como el “gorila”, por su enorme cuerpo, sus maneras, y su encuentro con el Papa y la predicación de este, lo hace estremecer y lo obliga a huir.
El capítulo décimo narra las circunstancias de la muerte del Papa. La última noche apenas cenó en compañía de los padres Magge y Lorenzi y habló con el cardenal Colombo. Este declararía que el Papa estaba tranquilo y que no daba señales de alguna enfermedad.
A las nueve y veinte, se despidió de los padres que lo habían acompañado y se retiró a dormir.
Moriría asesinado, envenenado entre las nueve de la noche del 28 de septiembre de 1978 y las cuatro de la mañana del día siguiente.
Antes de dormir vio con asombro que la misteriosa puerta estaba abierta, señal de que alguien había entrado y salido de la habitación. Entró en pánico y se dispuso a llamar a Diego Lorenzi, el sacerdote secretario que lo había acompañado desde cuando era patriarca, pero un fuerte ruido de lamentos se lo impidió.
Se calmó un poco, en la mesa de noche se encontraban los documentos para atacar la corruptela del Vaticano, se levantó para tomar el remedio usual y se lo bebióíntegro.
En las páginas siguientes, da la impresión que el Papa envenenado va camino a los infiernos, porque no sabe dónde se encuentra. Ante sus ojos asombrados desfilan las pirámides de Gizeh, la Necrópolis de Ur, un santuario rupestre y sombras que parecen peregrinos, y llega solitario a la plaza de San Pedro en Roma.
Allí es crucificado, como Cristo, a lo que se opone porque se considera inferior a él.
Le sobreviene una tentación en la figura de una muchacha desnuda que le ofrece su sexo, como si fuera una reencarnación de Eva. Lo atrae, está inclinado a pecar, vacila finalmente, se arrepiente y la desecha.
Las prostitutas le reprochan su rechazo a la muchacha que equivale a rechazar a la mujer, criatura de Dios.
Prosigue su tortuoso camino, y luego de tantos avatares, cree que ha llegado al infierno, por las ruinas, la desolación, el fuerte hedor, los enfermos, sus pústulas.
Comprueba que se encuentra en el infierno al leer la inscripción de La Divina comedia: “Y los que aquí entráis, perder toda esperanza”.
Oyó voces que se extrañaban por la presencia de un Papa en la morada de los muertos, que correspondían a las de varios escritores: Marlowe, autor de La trágica historia del doctor Fausto, que vende su alma al diablo a cambio de que le devuelva su juventud y los placeres terrenales.
Y a Goethe, que recrea el mito de Fausto. Por el pacto escrito con sangre con Mefistófeles, Fausto recupera su juventud, enamora a la bella Margarita, y salva su alma, por una voz que parece provenir del cielo.
Los escritores dialogan con Luciani, le cuentan que continúan en la tarea de escribir a pesar de que las páginas sean reducidas a cenizas, como castigo, y se preguntan si en estas condiciones se justifica escribir.
Los músicos tocan pero no pueden oír la música de sus composiciones.
A Luciani, solo le hablan las sombras.
Al final de la novela, Luciani torna a la tierra, se introduce por la puerta secreta del Vaticano, el otro infierno y ve a Villot, Marcinkus, el cardenal Cody, a los mafiosos Calvi, Gelli, Sindona.
Villot le pregunta varias veces si está muerto, a lo que responde que sí, y se niega a ocupar su cuerpo, que yace allí desde el día de su muerte.

 

 


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