Lectura compartida: Carlos Álvarez aúlla de nuevo

Arturo del Villar

QUE un libro de poesía de autor vivo alcance la cuarta edición en España es como para tirar no diré cohetes, sino misiles intercontinentales, si los tuviéramos. Como no los tenemos, dediquémonos a releer Aullido de licántropo, que aparece ahora editado por Bartleby, después de las publicaciones anteriores hechas por Ocnos en 1975 y 76, y por Ayuso en 1980. Por cierto: es de lamentar que Bartleby no reproduzca el comentario de Vústrid Kalminari, el otro yo del otro yo de Carlos Álvarez, impreso en la cuarta página de cubierta en la colección Endymion de la editorial Ayuso, porque es tan provocador como el aullido de un lobo en la estepa española. Por lo demás, Carlos Álvarez no ha modificado el texto de su más famoso libro para su cuarta salida al mundo de los seres racionales lectores de poesía, que al parecer somos muchos. Este Aullido de licántropo además de versos diversos, algunos perversos, contiene prosas profanas que glosan los versos, en lo que constituye un ejercicio de distanciamiento, a veces paródico y otras módico, de las ediciones críticas realizadas por eruditos a la violetera madrileña neta y castiza, que no valen más que un real. El trampantojo es un recurso recurrente recuperado en este libro, para engañar al lector con apariencias que tal vez no sean tan aparentes como lo parecen a simple lectura. En el juego de las metamorfosis Álvarez no se convierte en lobo, sino que se autopresenta como un traductor de los escritos dejados por Lawrence Steward Talbot, conocido cinematográficamente como Larry. La película que narra su alucinada, por no decir alunada vida, The Wolf Man, producida y dirigida por George Waggner, se estrenó en los Estados Unidos en diciembre de 1941, a los pocos días del ataque japonés a la base de Pearl Harbor, con Lon Chaney hijo en el papel de licántropo. En esos mismos días, concretamente el 27, Carlos Álvarez cumplió en Madrid ocho años, marcados por el hambre, el frío, la miseria y el estigma de ser hijo de un rojo fusilado por los gloriosos militares salvadores de la patria. UN LOBO MUY FORMAL Tenía motivos para envidiar a los lobos, cuando aprendió a conocer en qué país de qué mundo civilizado, cristiano y occidental le había tocado la mala suerte de nacer. En tales circunstancias tenía que ser como lo que se explica en el segundo infolio de este libro acerca del licántropo, un ciudadano, o más bien vasallo de izquierdas, contrario a todas las religiones positivas, que siempre son impositivas e inquisitoriales. Su otro yo Larry, por ser inglés se manifestaba contra el imperialismo mantenido por las tropas regulares británicas auxiliadas por los cipayos para que su dios salvara a su reina. También se abstenía de votar en las elecciones políticas, porque en el Reino Unido tienen la extraña costumbre de elegir a los mandatarios políticos, cosa que en la llamada “democracia orgánica”, es decir, dictadura española no se consideraba necesaria. Y los españoles aceptaban este hecho tan contentos, al parecer, salvo raras excepciones carcelarias. España es así de cañí. Los vasallos de Fernando VII vitoreaban a las cadenas, como se recuerda en un comentario del séptimo infolio, cuando los mozos desenganchaban a las mulas de la carroza real para tirar ellos de ella. El masoquismo es un invento español de larga tradición, por lo menos de tiempos de los reyes godos, aunque derive su nombre de un escritor extranjero. Las metamorfosis de Larry en lobo las noches de plenilunio incluían ataques a personas, lo que inevitablemente le causó problemas con los jueces aplicadores del Derecho legislativo, que desconoce el natural: es natural que un lobo tenga que matar para comer, puesto que no dispone de un trabajo que le proporcione un salario con el que comprar alimentos en la tienda del barrio. Por eso fue juzgado, condenado y encerrado en la cárcel, acusado de constituir un peligro para la sociedad. Aprovechó esos períodos de ocio forzoso para escribir sus ideas y propósitos, explicando la necesidad de someterse a su instinto animal de manera inevitable. Curiosamente, aunque Carlos Álvarez no ha sufrido nunca, al menos hasta ahora, transformaciones corporales, también padeció la atención de los jueces, debido en su caso a defender unas ideas políticas de libertad, igualdad y fraternidad contrarias a las impuestas por los militares monárquicos sublevados que asesinaron a su padre por no sumarse a la rebelión. Motivo por el cual también fue juzgado, condenado y encerrado en diversas cárceles de la dictadura, acusado de constituir un peligro para la sociedad. Aprovechó ese tiempo de vacaciones pagadas por el Estado para escribir sus primeros poemas, a sabiendas de que no se autorizaría su publicación, pero no podía librarse de su instinto poético, más poderoso que la prudencia. RECURSOS DE RECLUSOS Es probable que el turismo carcelario permitiera el encuentro entre Larry y Álvarez; uno de los libros firmados por el español, lo que no asegura su autoría, se titula precisamente Papeles encontrados por un preso, impreso (no es juego de palabras) en 1966 en Estocolmo, porque en España la censura era muy dura, como fragada iribarnemente, y no lo permitía. Según él mismo cuenta sobre las andanzas de su otro yo licantrópico, Larry Talbot mantenía contacto con intelectuales españoles, y así en 1959 envió un soneto impecable a unos juegos florales celebrados en la Puerta del Sol madrileña, en donde estaba instalada la Dirección General de Seguridad. El lugar resultaba muy adecuado, puesto que allí se hacía cantar a los presos, antes de tirarlos por la ventana, como a Julián Grimau, para decir que se habían suicidado. Desde luego, era preferible suicidarse de una vez a estar torturado a todas horas. No tuvo éxito Larry, a pesar del apoyo manifiesto de uno de los miembros del jurado, José María Pemán, un señorito andaluz aficionado a las coplas y las copas, que cuando se colocaba escribía versos, muy malos, por cierto, pero con los que ganaba todos los juegos florales de todos los pueblos andaluces. El jurado del mantenido en la Dirección General de Seguridad estaba presidido por el mismísimo Lon Chaney hijo, según anota Álvarez. Se olvida de aclarar con qué caracterización de las muchas adoptadas en sus películas, todas ellas siniestras, como el lugar en donde se le coloca, la casa de los horrores madrileña. Es indudable que los sonetos le quedaban muy bien construidos a Larry. Lo que representa un problema para los exegetas es entender por qué se transcribe en el primer infolio de este libro un soneto compuesto por Larry en perfecto castellano con una imperfecta ortografía canalla, que el traductor Álvarez asegura respetar. Pero si Larry escribía en castellano es inútil la tarea de traducir; en todo caso, habría que corregir sus errores ortográficos nada más, en el caso de considerarlos así, porque los vanguardistas veinteañeros (es decir, de los años veinte del siglo veinte, aunque ellos tuvieran más; más años, no siglos, quede claro) descoyuntaron la escritura y se hicieron célebres por ello, y hasta algunos llegaron a ser académicos, para su vergüenza, si la hubieran tenido. En el mismo sentido hay que mencionar una nota en el noveno infolio, en la que el autor glosa en prosa, como es natural, un poema en verso adverso de Larry, criticando “la triple rima consonante en un poema asonantado”. Es más cierto, pues, que los originales fueron escritos en castellano, y no es menos cierto, pues, que la traducción resulta innecesaria. En el décimo infolio se culmina el juego de las suplantaciones de personalidad, al mencionar un suplemento dominical del mexicano El Nacional, en el que se publicaron unos poemas de Larry firmados “por un mediocre poeta español”, identificado en la nota al pie como Carlos Álvarez. DE LA FLAUTA AL NAPALM Otrosí se constata que Larry conocía a los poetas españoles, porque en su soneto de ortografía alunada incluye un verso y medio exactos del famoso soneto espiritual “Octubre” de Juan Ramón Jiménez: “enfrente / del infinito campo de Castilla.” Es sabido que el amigo de Platero utilizaba una caprichosa ortografía antiacadémica, pero no tanto como la de Larry, que en esto se pasaba de la raya. A Juan Ramón se le vuelve a citar en otro soneto del sexto infolio, mediante una reconversión de dos versos suyos con los que se inician las Baladas de primavera: “Dios está azul. La flauta y el tambor / anuncian ya la cruz de primavera”, que aquí son “el napalm y la metralla”. El napalm estaba terriblemente de actualidad entonces, porque los soldados estadounidenses bien entrenados para matar lo utilizaban contra los patriotas vietnamitas opuestos a su colonialismo. Las personas dignas de tal nombre nunca olvidaremos la fotografía de Kim Fuc corriendo desnuda y abrasada a sus nueve años por la carretera de su pueblo bombardeado el 8 de junio de 1972. Los defensores del cristianismo y la civilización occidental, según ellos decían, arrasaban los pueblos y mataban a los niños, y se burlaban de la Organización de las Naciones Unidas, por tenerla sometida a su dominio. Solamente protestaron algunos escritores, a los que no se les concedió el premio Nobel, por ser malos. Malos ciudadanos, por muy buenos estilistas que fueran. A Carlos Álvarez nunca le darán el Nobel, cosa que le honra, después de que lo recibiera el fascistón Cela. En el cuarto infolio el comentario en prosa explica que el hombre modelo de nuestro tiempo es alto, rubio, fornido, un típico gringo, que pasea por las calles con las manos en los bolsillo, sin darse importancia, pese a que acaba de lanzar napalm sobre un pueblo asombrado. Nadie le critica sus acciones, aunque sean más mortíferas que las de un licántropo. Por el contrario, aparece su fotografía en los periódicos, y hasta es condecorado por su buena puntería al bombardear el lugar exacto. RECITAL DE CITAS En el comentario que sigue al soneto del napalm y la metralla se explica el motivo de incorporar un verso y medio juanramonianos a los propios: “No es un plagio: es una cita literaria”, con la peculiaridad de estar introducida en el texto del autor sin comillas. Es verdad que los versos son tan conocidos que no se puede pensar en un plagio. En cambio, en el poema siguiente se parodia el poema “Lo fatal”, de Rubén Darío, poniendo uno de sus versos entre comillas, pero no otro. No podía faltar una mención a su poema “Los motivos del lobo”, en la “Conclusión”, ya que el libro va de lobos en prosa y verso, por más que Larry no lo sea estrictamente. Diferente es la parodia de Gerardo Diego incluida en dos sonetos del tercer infolio, compuestos a la manera del cantor de alondras de mentira, es decir, una sucesión de descripciones líricas vacías de contenido, con las que sería posible rellenar un poema infinito hasta la náusea. En la introducción en prosa se burla Álvarez de los “reptiles más o menos esteticistas”, en lo que parece una alusión al prolífico autor del Cometa errante cuando erraba, que nadie está libre de pecados poéticos. La realidad de que acaparase todos los premios poéticos concedidos en la época, exaltando los valores tradicionales de la patria y su religión, lo relaciona con los periodistas dispuestos a cobrar los llamados fondos de reptiles, a cambio de alabar las decisiones de los ministros. El libro se presenta amparado por unos versos de Antonio Machado, y además un eco de sus proverbios, los de su cartera, se encuentra en las “Paginas olvidadas de Larry Talbot”, cuando se lee que no quería “tallar un mármol frío y eterno”, así como no quería Machado que fuera la poesía. Asimismo, en el undécimo infolio una nota al pie asegura que Juan de Mairena admiraba el estilo de Larry, y no sólo el estilo literario, puesto que se inspiró en él para escribir un drama titulado Jack el Destripador, estrenado sin éxito en Sevilla. El lugar del estreno está bien escogido, puesto que la Inquisición actuó implacablemente en Sevilla contra los reos acusados de herejía y brujería. De licantropía no se conocieron casos por entonces. Considerando estas citas, debemos concluir que el que decía ser y llamarse Larry Talbot era un lector atento de poetas españoles, que no precisa de ningún traductor al castellano para sus escritos. Pero Carlos Álvarez se empeña en presentarse como su traductor. DE CENSURA Y OTROS HORRORES Tal vez todo se debiera a un intento por despistar a los censores fascistas, que no eran muy inteligentes. Eso es natural, porque una persona inteligente no puede aceptar el cargo de censor literario. (Sabido que todas las reglas tienen una excepción, la de ésta es Bécquer.) En la “Introducción” al libro, alude Álvarez a “aquel poeta social de siempre que, para burlar la censura, expresó su pensamiento con un símbolo”. No ha existido nunca poeta más social que Carlos Álvarez. Para burlar a la censura se metamorfoseó en Larry Talbot, quien a su vez se transformaba en un lobo, sin que los espectadores de la película lograsen observar el proceso, ya que la censura gringa vetó las escenas consideradas muy terroríficas, para no asustar a ese honrado pueblo esclavista e imperialista que aniquiló a los indígenas de los territorios conquistados, y constituyó la sagrada orden del Ku Klux Klan para honor de la raza anglosajona. En todas partes crecen los censores, como las malas hierbas. El caso es que Carlos Álvarez actúa en Aullido de licántropo como traductor de los manuscritos de Larry Talbot. Es una función semejante a la que se asignó Hermann Hesse en su más famosa novela—ensayo, Der Steppenwolf, publicada en el año de gracia para la literatura universal de 1927. Asegura ser Hesse un simple editor del manuscrito que le entregó Harry Haller, dos haches iniciales como las de su nombre, un poeta de vida extraña, así como de un folleto conservado entre sus papeles que se titula Tractat del lobo estepario: en él se cuentan las vidas de un hombre llamado Harry, que en realidad es un lobo estepario con dos naturalezas. El nazismo se incubaba en Alemania con fuerza aquel año. El 9 de marzo Hitler pronunció en Munich un discurso incendiario, el primero al levantarse la prohibición de hablar en público que pesaba sobre él con sobrados motivos. Aquel safari contra automovilistas visto por Harry en el Teatro Mágico, fue un anuncio de lo que se preparaba en Alemania. El profeta Hesse no tuvo audiencia, las masas seguían al nazismo hipnotizadas. Y continúan haciéndolo todavía. Cuando Álvarez escribió los versos y las prosas de Aullido de licántropo la dictadura fascista preparaba en España su relevo generacional para perpetuarse. Un soneto del séptimo infolio ofrece un diálogo entre dos hablantes, el poeta y alguien que le aconseja tener cuidado con el toro. El tópico de considerar a España la piel de un toro extendida, junto con la afición a las corridas, sirve de símbolo al poeta para advertir sobre los peligros que amenazan a un intelectual si osa enfrentarse a la dictadura, siguiendo la voz del pueblo que reclama libertad. Como el otro insiste en sus consejos, el poeta concluye: “Desde fuera, / ¡qué fácil es decirlo, camarada!” Esta palabra explica que el soneto esté dedicado (o no) a Teodulfo Lagunero, el industrial millonario que financió al Partido Comunista del exilio y de la clandestinidad, y trajo al secretario general a Madrid para que pactara su legalización, aceptando todas las condiciones y requisitos y restricciones que le impusieran en nombre del rey al que tanto admiraba y tanto elogió de palabra y por escrito. En la acostumbrada acotación en prosa se comenta que la palabra final, utilizada por los comunistas para reconocerse, está “fuera de tono, y que no tiene nada que ver, excepto por necesidades de rima –que, por otra parte, suponemos superadas en un poeta de su oficio— con el resto de la temática”. Seguimos el juego de las apariencias como hipócritas lectores, que decía Baudelaire, creyendo lo que no creemos. Así es la fe en la poesía. Siempre y cuando se nos ofrezca tan reciamente compuesta como la de Carlos Álvarez, buen conocedor de su oficio. DEL ARTE DE ESCRIBIR CON GANAS Aullido de licántropo es, según las clasificaciones admitidas, un libro de poesía, pero tan importantes como los versos son los comentarios críticos en prosa, oportunos siempre, sarcásticos a veces, irreverentes a menudo. Los conceptos pueden ser reversibles cuando se sabe tratarlos adecuadamente. Por ejemplo, señala un comentario del noveno infolio la capacidad mimética de los guardias civiles (en su escritura, una sola palabra) para disimularse como árboles en el paisaje. El justificado pánico de Larry a los civiles, que siempre visten de uniforme y van armados como los militares, compartido por los campesinos españoles, ofuscaba su visión. En las democracias los árboles no dejan ver el bosque. En España los guardias civiles no dejan ver los árboles. Todo depende del número de los números y de los árboles. Los principales mandan. Al final de este texto aparece una exclamación polisémica, “¡Freude!” Se aprovecha el apellido del doctor Freud para introducirlo en la castellana “fraude”, tan habitual en nuestras conversaciones, entonces como ahora y probablemente como siempre, porque no tenemos remedio histórico. El recuerdo de Freud tal vez se origine en que sabía interpretar los sueños como nadie, y los españoles nunca dejamos de soñar con imposibles libertades que vemos en otras naciones más afortunadas. Busca el escritor, llámese como se llame, que eso es lo de menos ahora, sorprender al lector por medio de la escritura, no solamente por el tema. Una manera de conseguirlo es, por ejemplo, utilizar una adjetivación inusual. Veamos un solo ejemplo, un romance heterodoxo del séptimo infolio, en el que leemos: “blanda mañana”, “aullido blanco”, “sangre arrodillada” y “angustia derramada”, sinestesias infrecuentes en el román paladino de cada día. El romance es heterodoxo por saltarse las reglas de las rimas a capricho. Este ataque a la preceptiva suele tener una intención igualmente sorpresiva, para mantener la complicidad del lector. En el segundo infolio se halla otro falso romance, mezcla se siete y once sílabas, con todos los versos asonantados en e—o, excepto uno, quebrado por ser eneasílabo y concluido precisamente con la palabra “lobo” seguida de unos puntos suspensivos para permitir que el lector la adjetive si lo desea. Un juego semejante en el cuarto infolio asonanta todos los versos en e—a, salvo uno que constituye una significativa interrogación: “¿Liberarlo?” Al lobo, por supuesto. Ahí está el detalle. PALABRAS COMO AULLIDOS El mismo autor se autocritica en ocasiones. Al comienzo del séptimo infolio coloca una introducción en prosa, que va ensamblando frases continuas separadas solamente por comas, hasta llegar a tal extremo que confiesa comprender las dificultades del lector para seguirlas: “tan abrumador como el esfuerzo que se exige en este párrafo para, buscando entre paréntesis, alcanzar la tierra firme de lo que se pretende expresar”. De modo que lo hace con el propósito de desconcertar al lector. Tiene toda la razón. Lo desconcierta con cierto propósito de obligarle a repasar con cuidado los conceptos, en lugar de quedarse en las meras palabras. También la tiene una nota al pie del quinto infolio, en la que comenta el licántropo con pleno conocimiento de causa: “Pocas expresiones tan desacertadas –descubrí mientras vivía la experiencia— como la expresión ‘huelga de hambre’. Porque, creedme, es el hambre lo único que, en tales circunstancias, no se declara en huelga.” Así se demuestra el sinsentido de las frases hechas, repetidas de manera inconsciente, sin meditar en su significado real. Aunque habría que replantearse la razón de ser de la poesía si ese presupuesto se concretara. En cualquier caso, es de esperar que la quinta edición de Aullido de licántropo lleve incorporado un CD con auténticos aullidos, porque las palabras hemos comprobado que son incapaces de reproducirlos. Además, de esa manera no se cansará el lector ante los párrafos interminables del incansable escritor. Las noches de plenilunio será un placer escucharlos sin temor a otras consecuencias. ESTRELLAS INVITADAS Aparte los poetas incorporados al texto original hay que destacar la intervención de varios personajes literarios, a los que podemos considerar estrellas invitadas, por decirlo cinematográficamente. Inevitables, por supuesto, el conde vampiro Drácula y el monstruo creado por el doctor Frankestein, pero también encontramos al héroe de Kafka, el enigmático K., en un escrito de Larry titulado “Una historia antigua”. Y tanto, como que K. se confunde con Jesucristo, lo que da a entender que Álvarez considera sus respectivos procesos absurdos. Un personaje tan real como enigmático es Lovecraft. Se mencionan obras suyas, como El caso de Charles Dexter Ward, o el famoso Necronomicón que parece fue escrito por el árabe loco Abdul Alhazred, por el que jura el autor. Y para ampliar datos y noticias se remite a la Universidad de Miskatonic, en Arkham, por donde hemos pasado todos los admiradores de Cthulhu para licenciarnos en terror, cuando está bien contado. Pero entiéndase que Aullido de licántropo no es un libro de terror, aunque se gestara bajo el terror de la dictadura. Y el libro termina como todas las cosas terrenales, con la muerte de Larry Talbot. Ocurrió por fusilamiento precisamente en España, porque aquí la dictadura estaba especializada en practicar el arte de matar, por fusilamiento o por garrote vil, o por caída desde una ventana. Sin embargo, Álvarez plantea una serie de preguntas que permiten dudar sobre la certeza de su ejecución contrastada oficialmente, porque ya se sabe la poca credibilidad de las declaraciones oficiales de policía o de militar. A manera de oración final por su alma se incluyen dos poemas sobre el Lupus Dei, lo que suena a secta secreta nacida en España, que es donde nacen más monstruos por kilómetro cuadrado, aunque sin interés literario. También nacen monseñores y santos fundadores de sectas. Así nos luce el pelo. El de la dehesa, no el de los lobos, naturalmente. Que en paz descansen, como la Momia a la que está dedicado el libro.


Comentarios (0)

No hay comentarios escritos aquí

Deja tus comentarios

  1. Al enviar comentario, manifiestas que conoces nuestra política de privacidad
Archivos adjuntos (0 / 3)
Compartir su ubicación

Te puede interesar

CursosCursosCursos de formación, escritura creativa.
Concursos LiterariosConcursos Literarios España y Latinoamérica
librosLibros Publicita tus libros
BiografíasBiografíasBiografías de escritores.
Recursos para escritoresRecursosRecursos para escritores
¿buscas editor?Publicar¿Deseas publicar?
AsesoríaAsesoríaAsesoría literaria. Informes, Correcciones

Cursos

banner cursos escritores org v

Asesoría

banner escritores asesoria v2

Datos de contacto

Escritores.org

CIF:  B61195087

  • Email: info@escritores.org
  • Web: www.escritores.org
  • © 1996 - 2024