Autoedición vs publicación de vanidad

Mi experiencia de autopublicación en Lulú me sirvió para comprobar que el segmento del mercado al cual se orienta sus servicios no encaja con lo que ellos anunciaban. Si Lulú hubiera anunciado su producto diciendo la verdad, es decir, que está orientado para dar satisfacción a un tipo concreto de escritores autoconsumidores, cosa que justificaré más tarde, no habría tenido el éxito que ha tenido.

Los negocios editoriales de larga cola como Lulú son totalmente opacos.

Encontré un artículo sobre este tipo de escritores mal llamados autoeditores y son muchas las coincidencias con mis puntos de vista. Sé que ya he comentado esto en algunos artículos llamando a este sector que explotan las empresas que ofrecen servicios integrales para autoeditores como el sector de escritores autoconsumidores. Me refiero a aquellos que se contentan con ver su obra impresa y se limitan a comprar unos pocos ejemplares para regalarlos y lo dejan en el catálogo de Internet por ver si alguien más pica y lo compra (que va a ser que no), pero sin asumir una tarea efectiva de autopromoción y sin una preocupación excesiva por detalles absolutamente esenciales tales como la competitividad del precio final de venta al público, porque aquel que tiene un capricho como este se lo puede pagar.

De toda la vida, los negocios que ofrecen comisiones no ofrecen la misma comisión al que ven 3 que al que vente 3000. Lulú y Bubok ofrecen idéntica comisión a los pocos autores que tienen un éxito importante, que a la inmensa mayoría de sus usuarios que no tienen el menor éxito de ventas. Es evidente que al que vende mucho le están timando porque le tratan como a otro escritor autoconsumidor más. Se trata de negocios de larga cola, y el bajo coste de almacenamiento de contenidos digitales explica la viabilidad de estos negocios, pero hay que ser conscientes de que la larga cola está formada mayoritariamente por un tipo de usuarios que no son auténticos autoeditores y que el negocio se monta pensando exclusivamente en este tipo de usuarios que por su abundancia son los responsables del gran volumen de negocio, y todo ello cuando lo que se anuncia es otra cosa. Larga cola equivale a decir muchos pocos, por esa razón no verás el número de ejemplares vendidos de las obras que más éxito tienen en Lulú, en su lugar verás su posición en un rankin calculado mediante un algoritmo que depende no solo del número de ejemplares vendidos sino del costo y de un montón de cosas más que nadie más que ellos conoce. Todo es opaco.

Los auténticos escritores autoeditores que participan son una minoría dentro de estos negocios, pero sirven de reclamo publicitario para otros muchos que se sienten animados. Me temo que esta presencia transmita una imagen de seriedad a un negocio muy poco serio. Solo es una opinión y comprendo que podría parecer una forma de juzgar a unos colegas que de ninguna manera tienen conciencia de estar haciendo algo incorrecto, pero en realidad no hablo de acciones incorrectas sino de cierta presencia y cierta inacción que será mal interpretada.

Yo me pregunto si no estamos siendo víctimas de nuestro bajo nivel de exigencia, de nuestro individualismo, y si no estamos malbaratando los derechos de nuestras obras que implícitamente se ceden al usar estos servicios para que la empresa pueda rendir beneficios a terceros de una forma muy mal controlada por el autor. Creo que hay tanto parásito alimentandose en un negocio así, que en ocasiones las obras salen artificialmente encarecidas al mercado.

Si alguna vez se constituyera una asociación de escritores autoeditores para la defensa de sus derechos que están siendo pisoteados a diestro y siniestro, ¿qué sería mejor, solicitar ayudas legales para intentar transformar en éticos y transparentes  esos negocios totalmente opacos, o buscar soluciones alternativas basadas en la cooperación y en la autosuficiencia del grupo? Yo creo que sería mejor lo segundo y que estas empresas solo tienen sentido si se dirigen al mercado del autoconsumo cosa que se resisten a admitir porque la imagen que darían sería muy pobre. El precio que pagan algunos escritores noveles cayendo en este engaño es considerable y compromete gravemente el rendimiento futuro de su obra si es que potencialmente tenía un gran valor porque no son negocios pensados para autoeditores sino para autoconsumidores.

No quiero dejar pasar la ocasión para recordar lo importante que es la fiabilidad de las empresas con las cuales un autor se asocia. En el caso de algunas empresa como Lulú operan ofreciendo servicios exclusivamente a través de Internet sin una sede social en el país donde ofertan sus servicios. Esto debería ser inaceptable. Está ocasionando indefensión ante una serie de abusos que se vienen repitiendo.

Lulú no da el mismo trato a sus clientes de EEE.UU. donde estos sí gozan de protección legal, que en Europa o Hispanoamérica donde no hay forma de hacer llegar reclamaciones legales fehacientes salvo que se inicie una demanda internacional cuyo coste solo es asumible para empresas que manejan grandes capitales.

El caso es que estas empresas de servicios integrales como Lulú y Bubok se ofrecen a los autores como una alternativa del negocio editorial tradicional, pero su negocio se enfoca en lo que yo vengo llamando escritores autoconsumidores. Estos son la parte más larga del negocio de larga cola. El caso es que las conclusiones que yo saqué son casi idénticas a las que Wendy J. Woudstra comenta en su genial artículo¿Que es un autoeditor?. Se trata de un artículo breve y muy acertado, merece la pena leerlo. En especial si se tiene algo que ver con todo esto.

A la actividad de los escritores autoconsumidores Wendy la llama acertadamente publicación de vanidad y al igual que yo lo ve como algo totalmente lícito pero muy distinto de la autodedición. Compruebo que hace  mucho hincapié en las cosas que yo vengo defendiendo y que me parecen evidentes. Por ejemplo, si alguien te ofrece un royalty, es evidente que tú no eres autoeditor.¿Por qué? Porque el que ofrece un royalty siempre es el editor aunque no lo reconozca, cosa evidente por otra parte porque el control del negocio tampoco lo tendrás tú. Un autoeditor que merezca ese nombre ha de controlar personalmente la distribución y comercialización de su obra. Me refiero a que él debe establecer los contratos con los proveedores de los distintos servicios que necesita logrando así el imprescindible control.

Se usan  términos engañosos que confunden intencionadamente una oferta comercial que se presentan como servicios para autoeditores. Lo cierto es que no son tales, son servicios para autoconsumidores de su propias obras, camuflados de otra cosa muy distinta, pero engañando a los incautos autoeditores (no siempre noveles) se consigue un prestigio y una imagen de seriedad que no se consigue de ninguna otra forma.

Sea cual sea el tipo de negocio que quieran inventarse, los derechos de explotación de una obra pertenecen a su autor, y por ello la transparencia debería ser máxima ya que todo autor tiene derecho a conocer en detalle que beneficios se están derivando de tu obra y cuanto se lleva cada una de las empresas implicada en la comercialización y distribución de tu obra, solo así sabrás realmente el porcentaje real que te llevas tú y cuanto costó cada servicio realmente. Una partida de gastos opaca es inasumible porque proporcionará a buen seguro beneficios encubiertos por comisiones. Algo así, se presta a que tu obra esté generando un porcentaje real de beneficios mucho menor del que te ofrecieron en concepto de royalty,  encareciendo innecesariamente el precio final para poder alimentar a un sin fin de parásitos que se alimentan de los beneficios que generan un volumen gigantesco de obras que venden poco y que a pocos les preocupa realmente cuanto les están birlando. Sumando un montón de pequeñas cantidades un negocio de larga cola basado en pequeñas estafas a mucha gente que pasa desapercibido porque nadie puede permitirse asumir los costes de una reclamación legal internacional.

La importancia de todo ello para un auténtico escritor autoeditor es máxima pero para un escritor autoconsumidor que no aspira a vender mucho apenas le interesará otra cosa que no sea la comodidad. Me temo que hoy en día, no existe una sola organización que defienda los intereses de los auténticos escritores autoeditores., aquellos que contemplan esto como una profesión que les ocupa gran parte de su tiempo y que esperan un retorno a tanto esfuerzo para poder continuar en ello con la máxima dedicación posible.

PD:

Para los que no han leído artículos míos sobre este tema recordar que existe un artículo titulado ¿Ofrece Lulú algún tipo de seguridad a un autor?, que ha suscitado gran cantidad de comentarios interesantes.

 

fuente: http://www.ciberdroide.com/wordpress/?p=5191


Comentarios (1)

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Mientras las editoriales se empeñen en publicar caras conocidas, mientras los concursos literarios solo los ganen caraa conocidas (en su mayoría), la autoedición crecerá porque a quien le gusta escribir quiere ver su obra publicada. Yo no los...

Mientras las editoriales se empeñen en publicar caras conocidas, mientras los concursos literarios solo los ganen caraa conocidas (en su mayoría), la autoedición crecerá porque a quien le gusta escribir quiere ver su obra publicada. Yo no los llamo escritores autoconsumidores o publicaciones de banidad, son ataques gratuitos a personas que solo quieren prosperar, y me parecen falacias, y no realidades. Las editoriales tendrán que tomar más encuenta a escritores noveles si quieren que la autoedicion (Amazon, Círculo Rojo, etc.), deje de crecer. Por supuesto que hay que mover el libro, eso corre por cuenta del autor; yo, en vez de criticar la autoedición, mejor o peor según quién la haga, criticaría a las editoriales, responsables de esta mala situación.

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