¿Qué hago con mi novela? El autor como editor


¿Qué hago con mi novela? El autor como editor

por Héctor de Montalvo


1.- ¿Publicar a cualquier precio?

No hace mucho he leído en algún lado que el famoso temor al folio en blanco es sólo un elemento más de la imaginería popular y que no responde a la realidad más que las funestas consecuencias para el intestino derivadas de la mezcla de Coca Cola y Baylis. Desconozco si es así (me refiero al folio en blanco, lo otro es una bobada), pero en mis tratos con escritores nunca les he oído quejarse de ese pánico a no saber como comenzar una obra. Algunos, incluidos algunos famosos, parecen tener incluso dificultades para terminarlas en algún bendito momento, pero esa es otra historia.

La experiencia me dice que el principal miedo de un escritor es permanecer para siempre en el olvido. Aunque a veces ese deseo toma más la forma de una compulsión culpable del tipo quiero que me lean pero no prestaré mi novela a nadie por miedo a las críticas, lo que no deja de ser una terrible y mal asumida inseguridad, más frecuentemente toma la forma de quiero publicar como sea. Y esta, amigos, es una gran equivocación que ha llevado a más de uno a la amargura, la decepción y el desastre.

El mundo de la edición de libros, especialmente el de la novela, es un mundo extraordinariamente cerrado. Pese a que el libro es algo común en nuestras vidas, el público no tiene una idea muy clara de cómo funciona una editorial por dentro y cuál es el proceso que ha seguido un texto desde que el autor lo terminó hasta que acabó en nuestras manos.

Para empezar, la vida del editor es ingrata, estresante, oscura y anónima. Pelearse con ilustradores que se niegan a seguir las indicaciones que se les ha dado porque ellos son los profesionales, convencer a un autor hipersensible de que no se suicide (esto último no es una broma), negociar con los impresores y distribuidores, profesiones entre cuyas filas abunda lo peor de cada casa, gritar por teléfono al traductor que hace seis meses debería haber entregado su trabajo, convencer al de marketing que la bufanda rojo chillón que va a colocar al libro con la frase: LA NOVELA MÁS RECOMENDADA DESPUÉS DEL CÓDIGO DA VINCI es un espanto, abroncar al maquetista porque ha entregado a imprenta todas las imágenes en RGB y encima en baja resolución... el editor pasa más tiempo contestando e-mails y llamadas telefónicas que leyendo originales. Y eso cuando hablamos del editor como jefe de proyecto empleado por una editorial más o menos grande. El editor independiente, ese que trabaja desde su casa o desde una librería, es otro cantar, porque él es el editor, el corrector, el maquetista y el comercial y generalmente no gana un euro con ello. Generalmente.

Todo esto que les cuento es invisible para el chaval o chavala de veintitantos (o el jubilado que ha descubierto una afición tardía) que ha escrito una novela y le gustaría verla publicada. La experiencia me dice que el autor suele creer que entre el acto maravilloso y único de ponerle la palabra Fin a tu obra y la salida al mercado del libro terminado apenas hay un suspiro, sólo retrasado por oscuros intereses empresariales y políticos (Polanco no quiere que salga mi libro, me dijo a mí un cocinero metido a autor-editor) y por la desesperante desidia de los editores. Sé de tipos que llaman angustiados a las editoriales quince días después de haber entregado el documento de Word con su obra a un editor, porque han ido al Corte Inglés a preguntar y no la tenían. Todo ese batiburrillo de malentendidos genera todo tipo de situaciones tensas, odios seculares y broncas en las que no se sacan a relucir las facas por la falta de costumbre de llevarlas. Podría evitarse, estoy convencido de ello, sólo con que el autor conociera más a fondo el proceso editorial. Y ello podría ser posible sólo con que el mundo de la edición no fuera tan hermético.


2.- Bailando con editores

Pero yo no me voy a encargar, al menos hoy, de detallarles qué proceso sigue un texto desde que su autor lo da por finalizado hasta que el libro es distribuido en los diferentes puntos de venta. En primer lugar, porque seguro que ya hay quien lo ha hecho por mí, y en segundo porque la extensión de este artículo sobrepasaría todo lo razonable. No, hoy nos vamos a ocupar de un caso concreto, que es el del autor-editor. Lo que sí voy a hacer es aclarar algunas cosas antes de definir a nuestro hombre (o mujer) En primer lugar, dejemos esto claro: un autor, de novela, teatro, poesía, ensayo o cualquier otro género, no debe pagar necesariamente para ver su obra publicada. Puede hacerlo si quiere, ya veremos cómo y cuándo, pero no es necesario.

La relación entre autor y editor se produce de dos formas:

a) el autor envía su manuscrito para ser valorado por un editor (independiente o no, es lo mismo)

b) el editor necesita una obra en concreto (normalmente un ensayo) y la encarga a un autor de su confianza[1].

Nos olvidaremos de b) que es harina de otro costal, y nos centraremos en a) Una vez el editor recibe el manuscrito, lo lee (o lo entrega a un lector profesional para que lo evalúe y emita un informe) y contesta al autor de forma positiva o afirmativa. Si el original ha gustado al editor y lo encuentra publicable, firmarán un contrato en el que aparecerán una serie de condiciones (plazo de publicación, compromiso del autor de que su obra es original, anticipo, ejemplares gratuitos, etc.) y el libro se entregará a la cadena de producción de la editorial.

Lean con atención el párrafo precedente. No he dicho en ningún momento que el autor adelanta un dinero para cubrir los costes de su edición. Ese riesgo lo asume la editorial, que confiará en la visión de su editor y en la pericia de su Departamento de Marketing para rentabilizarla. Es más, la costumbre es que el autor reciba un anticipo a cuenta de los derechos de autor que percibirá en liquidaciones semestrales o anuales (si es que se vende el libro, claro)

Este es el proceso normal, explicado en palabras muy simples. Pero no se ilusionen, porque para llegar a eso han tenido que ocurrir algunas cosas.

En primer lugar, el editor ha tenido que recibir el manuscrito. La primera equivocación que comete un autor es buscar la dirección de una editorial y enviar su obra allí sin pensárselo más. Las grandes editoriales son grandes empresas y cuanto más grandes son, más se parecen a ministerios. El paquete del autor puede comenzar un lento e interminable periplo de departamento en departamento para acabar finalmente en la papelera. Lo correcto es llamar por teléfono a la editorial y anunciar que vamos a enviar un manuscrito para su evaluación. Seguramente nos dirán que debe ser enviado a la atención de Zutano de Tal y Cual. Entonces y sólo entonces realizaremos el envío[2].

En segundo lugar, el editor ha tenido que leer el manuscrito. Aunque muchos de ellos se toman la molestia de leer todo lo que les llega y dar una contestación, lo normal es que el manuscrito languidezca por diversas razones. Las más habituales es que el editor no tenga tiempo material de hacerlo, o que lo haya empezado y lo haya encontrado de tan mala calidad que no se haya molestado en seguir. Y es que la realidad es que la calidad media de lo que se recibe en las editoriales es tan baja que resulta desalentador[3].

En tercer lugar, la contestación. Algunos editores sufren tanto cuando tienen que decir a alguien su obra no tiene calidad suficiente para ser publicada que prefieren dar la callada por respuesta. A ello ayuda la frecuencia con que la negativa es recibida con malos modos y hasta con insultos. El primero de los consejos que daré en este artículo y que harán muy bien en seguir es este: no sean tan groseros como Francisco Umbral hasta que no sean tan famosos como él.

Entretanto, háganme caso: relean su obra con ojo crítico, hagan que otras personas, cuantas más mejor, la lean también. Pierdan el miedo a hacer cambios. Dejen de leer para entretenerse y comiencen a leer para aprender. Su lengua materna, en la que escriben, es su herramienta y a partir de ahora debe ser sagrada para ustedes. Pueden dominarla y deben hacerlo y no van a conseguirlo leyendo a Asimov y Clarke, porque la mayoría de novelas de ciencia-ficción están muy mal traducidas por personas que no dominan el castellano. Lean a los buenos clásicos de nuestra tierra (también, y sobre todo, los de ciencia-ficción) No se vean a sí mismos como un profesional consumado al que no se puede corregir, sino como eternos aprendices en un oficio durísimo e ingrato. Y sobre todo no se rindan, sigan enviando originales a cuantas editoriales puedan, sin esperar a que la anterior les conteste, porque no están obligados a nada hasta el momento en que firman un contrato. Todo esto es lo que hacen las personas que tienen éxito y llegan a publicar una novela (o un libro de poesía, o…)

Pero hay otra posibilidad, que es convertirse en un autor-editor.

3.- El autor-editor

Algunos escritores no desean pasar por el calvario de enviar su manuscrito a varias decenas de editores y esperar eternamente una respuesta; otros son conscientes de que la obra que tienen entre manos no es explotable comercialmente y ninguna editorial se interesará por ella; y aún los hay que, directamente, desprecian a los editores y deciden ocuparse ellos mismos de su obra. Esto se conoce como autor-editor o autoedición y existen empresas de servicios editoriales (que no editoriales, aunque así se llamen a menudo) que tomarán su manuscrito, lo editarán y maquetarán y sacarán tantos ejemplares como usted esté dispuesto a pagar. Aquí hay dos posibilidades:

a) El autor desea un número x de ejemplares para regalar a sus conocidos y/o vender él directamente.

o bien.

b) El autor llega a un acuerdo con la empresa de servicios editoriales para la distribución de sus libros por los diversos puntos de venta.

Aquí es donde está el problema. Digamos desde ya que en 9 de cada diez ocasiones, el autor esperará en vano a que su obra llegue algún día a las librerías y tras dos docenas de llamadas recibirá una excusa más o menos similar a esta:


su libro no se ha vendido bien y tenemos casi toda la producción en stock; le ofrecemos la posibilidad de comprarla por un precio especial.

Es decir, primero nos han cobrado por sacar el libro cuatro o cinco veces la cantidad que ha costado producirlo y después nos vuelven a cobrar para que les quitemos de encima el gasto del almacén. El autor, que normalmente tiene un gran cariño a su obra, accede y paga. Y se encuentra con quinientos o mil libros en su casa que posiblemente no logrará vender. Si alguno de ustedes ha sufrido esto, sepa que ha sido víctima de una estafa legal en toda regla y que su único recurso es decir a los cuatro vientos el nombre de la empresa editorial responsable para que otras personas no sean también víctimas del mismo abuso.

En realidad es lógico. Piensen un poco: ustedes pueden pagar a un editor para que maquete su libro, lo imprima y lo ponga en las librerías. Pero nunca podrán pagar a los lectores para que lo compren. Si su obra no es explotable comercialmente, no importará quien o como la saque al mercado, sencillamente nadie la adquirirá. Esto es así. Si ustedes han contratado los servicios de una empresa editorial, lo único que han hecho es tomar un camino diferente para que el libro llegue hasta las estanterías de los puntos de venta. Pero el lector/cliente que pasea su mirada por las estanterías no sabe nada de todo esto y tomará su decisión en función de sus propios gustos[4].

En realidad sí que hay una diferencia: una editorial normal ha hecho una inversión económica y tengan por seguro que intentará vender el libro por todos los medios, porque no la ha amortizado hasta que no ha vendido un número determinado de ejemplares. Una empresa de servicios editoriales ya ha ganado dinero, y mucho, sólo con imprimir el libro sin necesidad de distribuirlo, porque usted les ha pagado.

Aclararé de forma inmediata que el negocio de las empresas editoriales es perfectamente lícito y legal y que no sólo no hay nada inmoral en ello, sino que estimo que es un negocio necesario e imprescindible en el que el cliente paga por recibir un servicio, da respuesta una necesidad que está ahí y que alguien debe cubrir y no hay nada inconveniente en ello… salvo que la mayoría de los autores/clientes son engañados y no reciben ese servicio. A eso se añade un segundo engaño, esta vez autoengaño: la mayoría de los autores noveles creen que este es el procedimiento habitual para editar un libro.

Y no lo es. El procedimiento habitual es el que hemos descrito más arriba.

No todos los autores-editores son iguales. Hemos hablado del autor de una obra que desea ver publicada para ser leída por el mayor número posible de personas, pero la tipología es más variada: por ejemplo el jubilado que ha escrito un libro sobre la fauna de su pueblo y quiere sacar 100 libros para repartir entre sus amigos, familiares y vecinos. Este tipo de autores-editores son tan abundantes que se pasmarían si supieran cuantos de ellos acuden a las imprentas (mala idea en la mayoría de las ocasiones) para que les publiquen su libro. Normalmente están satisfechos con los resultados obtenidos y reciben los elogios de sus allegados y por tanto no nos ocuparemos más de ellos.

¿Cómo distinguir, pues, a la empresa editorial que nos cobrará por nada del profesional que nos hará un buen trabajo del que sentirnos satisfechos? No se puede, esa es la verdad. La recomendación es la misma que en cualquier otra relación de negocios: leerse bien el contrato o presupuesto, aclarar puntillosamente los términos del mismo y no confiar en la buena fe de nadie. Yo añadiría una más: consulten los muchos foros de Internet que se dedican al mundillo: los nombres de ciertas empresas de servicios editoriales aparecen una y otra vez en boca de colisteros estafados por ellas. Hay competencia y muy buenos profesionales. No den oportunidades a quien no las merece.

En definitiva, podemos decir que hay dos tipos básicos de obras:

1. Aquellas que son comercialmente explotables (a gran o pequeña escala, eso nos da igual ahora) y.

2. Aquellas que no lo son.

Es opinión de quien escribe estas líneas que el cliente objetivo de las empresas de servicios editoriales es el autor del tipo 2. Aquellas que muy difícilmente serán aceptadas por una editorial normal. Las primeras, las que el público compraría si tuviera disponibles, no deben seguir este camino alternativo de la edición.

Me dirán que un autor no tiene porque saber hacer esta distinción y desde luego no tiene porque fiarse de los informes emitidos por las empresas de servicios editoriales. Para eso existen profesionales: se llaman agentes literarios.


4.- Alternativas para el autor-editor

La experiencia me dice que el autor, especialmente el de este mundillo nuestro de la ciencia-ficción, ignora su existencia o bien cree que sólo existen para vender las novelas de Mario Vargas Llosa y Stephen King. Bueno, no voy a negarles que de ellos sacan mejores beneficios, pero si creen que su novela es vendible la aceptarán. Tienen un listado de ellos en esta página: http://www.escritores.org/recursos/agentes.htm

El agente literario valorará su obra y, en su caso, se encargará de ofrecerla a las diferentes editoriales, cobrando un tanto por ciento de sus derechos de autor.¿Cuál es la diferencia? Pues que el agente literario sabe a quien, cómo, cuando y de qué manera dirigirse, y a él no le van a tomar el pelo, y a usted y a mí, sí. Y, oigan, eso hay que pagarlo.

Sin embargo, si aún así usted piensa que todo esto le viene grande, tiene una alternativa, que es ser editor usted mismo. Pero eso no lo vamos a ver hoy.

Y por último, al autor-editor más valiente le doy un consejo: no pague a los demás por lo que puede hacer usted mismo. No necesita mucho para sacar una corta tirada de su novela. Necesitará las siguientes cosas:

1.- Un número de ISBN. Todos los libros editados en el planeta lo necesitan y los otorga un organismo internacional con agencias en todos los países, incluido el nuestro. Cualquier persona, aunque no tenga una editorial, puede dirigirse a la agencia correspondiente y pedir un número ISBN. Le entregarán un papel que deberá devolver debidamente cumplimentado. En 24/48 horas tendrá su número[5].

2.- Un número de Depósito Legal. Esto es más complicado, de forma que pida a su imprenta que se ocupe de ello.

3.- Necesita, claro, una imprenta. En su caso una imprenta digital (después explicaremos esto) En teoría, antes ha necesitado un maquetador, pero no quiero meterle en líos, busque una imprenta que tenga también servicios de maquetación. Hay muchas y tienen precios realmente atractivos. No le harán virguerías, eso seguro, pero en general el resultado será decente.

Después se encontrará con lo más difícil, que es distribuir sus libros. Lo primero que debe hacer es encontrar librerías especializadas en su tema (hay muchas más de las que usted cree) y llamarles por teléfono o escribirles. Ir en persona con algunos ejemplares en un momento en que el librero no esté muy ocupado es una buena idea. No les prometo que les vayan a coger todos los libros, pero seguro que les saldrá más barato que contratar una empresa que lo haga por usted. No se enfade si el librero quiere un porcentaje del PVP del libro, ese es su trabajo y tiene que cobrar por ello. Tampoco se enfade si tarda un tiempo en pagarle, es lo normal. Otra buena idea es abrir una página web y vender usted mismo los libros, que puede enviar por correo contrarreembolso a sus posibles clientes. Perderá muchas horas enviando paquetes, pero se ahorrará el porcentaje del librero. También existen librerías on-line que aceptan libros de pequeños editores y de autores-editores. Sólo es cuestión de dedicar un tiempo a buscar por Internet y hacerse mucho el pesado preguntando en todas partes.

Hemos dicho que necesita una imprenta digital. La necesita porque usted no puede permitirse el lujo de imprimir 1.000, 2.000 o 3.000 ejemplares de una novela de la que no tiene la menor garantía que vaya a venderse. Además es muy poco probable que tenga espacio suficiente en su casa donde guardarlos. Debe ser prudente y no imprimir más de 100. Si los vende, ya tendrá tiempo de reimprimir. Pero si encarga menos de 1.000 ejemplares por el método tradicional de offset se encontrará con que, o bien el impresor no quiere hacerlo, que es lo más frecuente, o bien le cobra una cantidad sólo ligeramente inferior a la que costaría imprimir 1.000.

La impresión digital es un método relativamente moderno que se está implantando de forma clara como alternativa a las grandes tiradas y no sólo en el ámbito de los autores-editores o los pequeños editores. Usted no necesita ahora conocer los detalles técnicos, únicamente que la calidad que se alcanza es indistinguible para un lego de la que producen los métodos tradicionales y si bien su coste por ejemplar es mayor, el coste absoluto, la factura que tendrá que entregar a la imprenta es varias veces menor. La impresión digital permite imprimir tiradas muy cortas, aunque la mayoría de empresas del sector tienen un mínimo de 50 o 80 ejemplares. Hay varias y muy buenas imprentas digitales en este momento funcionando en nuestro país y encontrarán media docena a nada que tiren de Google. Algunas de ellas ofrecen también servicios de maquetación, que es lo que yo les he aconsejado antes para quitarse complicaciones.

No les aseguro nada. Editar no es jugar al golf, es una tarea que produce un 90% de trabajo sucio e ingrato y un 10% de breves satisfacciones. Cuando vean su libro impreso, siempre pensarán que podría estar mucho mejor. Pero quizá eso sea mejor a arriesgarse a ser estafado. A ustedes no les costará mucho más allá de 4-5 euros el ejemplar incluyéndolo todo y si son avispados, tienen suerte a la hora de encontrar impresor y no son exigentes con las calidades del papel, quizá no más de 3,5 euros el ejemplar. Y aún menos si se atreven con herramientas profesionales de maquetación como QuarkXPress o InDesign. Utilizar Word no es buena idea[6].

Me dirán que con eso no tienen mucho más de lo que ya tienen, ya que les queda la dura tarea de distribuir su propia novela.

Eso es muy cierto, de hecho este es el problema con el que se enfrentan todas las editoriales grandes, medianas o pequeñas: la distribución. Usted lo tendrá incluso más difícil y quizá decida después de todo contratar los servicios de profesionales que lo hagan todo por usted. Mi propósito es únicamente darles alternativas, algo que estoy seguro que me agradecerán.

De cualquier forma y pese a todo lo que hemos hablado, si no son ustedes el jubilado del que les hablaba, péguense con los editores, hagan que se lean su obra y aspiren a algo más que a regalar una docena de ejemplares entre sus amigos.


©Héctor de Montalvo

Este artículo apareció originalmente en El Sitio de Ciencia Ficción el 11 de octubre de 2006.


Notas

1.- Cuando se publicó la versión resumida de este artículo se produjo una confusión en este punto. Alguien pensó que me refería a los oscuros tejemanejes de los concursos literarios. En realidad me refería a casos como el libro de texto, donde el editor (por ejemplo) busca a un catedrático para que le escriba un libro de texto de Historia Contemporánea.

2.- Existe un temor generalizado e injustificado a que el editor plagie nuestra novela. Ningún editor se va a arriesgar a ello, pero si el autor desea estar tranquilo, puede acudir al Registro de la Propiedad Intelectual, donde le informarán de la forma en que debe registrar su obra. Es un proceso sencillo, corto y barato que nos dejará muy tranquilos. A partir de entonces, esa obra es nuestra y sólo nuestra y cualquiera que la plagie puede ser llevado a los tribunales.

Para más información: http://www.mcu.es/jsp/plantilla_wai.jsp?id=15&area=propint

3.- Es muy difícil encontrar un manuscrito que, simplemente, esté redactado de forma correcta, sin faltas de ortografía. Por no hablar de las frases subordinadas que ocupan tres páginas y las interminables ristras de adjetivos que repugnarían incluso a Lovecraft. Amigo escritor: la humildad, el trabajo duro y el aprendizaje continuo deben ser tu evangelio. Acepta las críticas, incluso las malintencionadas.

4.- Hay dos formas de enfrentarse a la realidad: una consiste en esperar a que el Mundo se adapte a nuestros anhelos y manías; la otra, en adaptarse al Mundo. La segunda opción es la más recomendable por una cuestión de sencillas probabilidades. Ni siquiera George W. Bush puede adaptar la realidad a su gusto. Les digo esto porque entre los escritores noveles está muy extendida la primera visión. Créanme si les digo que provoca ansiedad, depresión, inadaptación social y mucho dolor. Si su novela no interesa a nadie no es culpa del público, que tiene libre albedrío de leer lo que le plazca, y quizá tampoco de usted. De hecho, nadie tiene porque tener la culpa. Dejen de pensar en las malditas ventas cuando escriben y céntrense en hacer buenas novelas. Lo bueno acaba por abrirse camino.

5.- Para más información: http://www.mcu.es/libro/plantilla?id=21&area=libro

En esta misma dirección (tendrán que buscar un poco) se puede descargar el impreso para pedir el número de ISBN, lo que les ahorrará un viaje.

6.- Word es una estupenda herramienta para hacer una carta o cualquier otro documento de pocas páginas. No está pensado ni preparado para maquetar un libro. Si les entregan un libro maquetado con Word a la imprenta, lo más probable es que no se lo acepten.


Fuente: http://www.ciencia-ficcion.com/varios/firmas/f20060924.htm