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LOS QUIJOTES DE CADA CUAL

 José Ruiz Guirado

 

NO sé si me dará tiempo, en este Día del Libro, acabar este artículo. Se ha entregado en Alcalá el “Premio Cervantes” al poeta mexicano José Emilio Pacheco. Además del talento, confluyen en su persona, el humor, la modestia, y la sencillez. He leído en distintos medios el incidente de los pantalones. Es irrelevante. Sí lo es, que se haya escrito que es un poeta chileno. No por nada en particular, sí por falta de información de quien ha de informar. Pasa como con los apellidos españoles, frente a los extranjeros. Siendo estos más complicados de escribir, lo hacen bien. Hoy debiera ser un día importante para cualquier escritor. No lo sé si sería para el propio Cervantes. Uno de sus delitos –si así se le puede llamar- fue el no tener título académico que le acreditara.¿Qué la acreditara de qué? ¿A qué vino el apócrifo Quijote? ¿Quién lo escribió? No se va a dar nombre alguno, sino una respuesta: la envidia. Que en este gremio los cuchillos están bien afilados. Molesta, incomoda, estorba una voz honesta, una conducta limpia. Pero siempre hay quien, a la sombra acecha. Anduvo preso. Se vilipendiaba a las mujeres de su casa. No hubo tanto desprecio hacia quien habría de ser el escritor que representara nuestra lengua por el mundo adelante. Ya se sabe que escribir es morir en esta tierra que nos habita. Pero aún así seguimos en la brecha, por si damos algún día con nuestro retrato. Para nuestra fortuna tenemos en los caminos manchegos una figura famélica, subido en un rocín, seguido de un escudero, en su pollino. Uno, que siempre ha sido aprendiz, se quiere imaginar lo que le habría costado a este hombre, con la vida que llevó a sus espaldas, tener la tranquilidad, el aplomo de escribir una obra sin rencor, sin odio. No fue una venganza, sino el recado de amor de un hombre, que con sus pocas luces vino a señorear el verbo español por las lenguas del mundo. Le estoy robando el tiempo a la noche. No necesariamente por ser el día que es, aunque mucho me place que este poeta haya sido distinguido con el nombre de tan sin par escritor. Ya decíamos que este oficio tiene mucho de ingrato, de soledad, de desdén. No es igual quien ha nacido en un hogar –fortuna del destino- donde no falta de nada. Que quien haya venido al mundo donde no hay para lo elemental. Y en esas circunstancias decirle al padre, que en lugar de echar un cable en casa, quiere dedicarse a las musas. Si no hay para la cena, cómo ha de haber para un cuaderno.¿Habremos llegado a tiempo en este día? Como si hubiese que cubrir hoy algún expediente. No hay nada que decir. Para un servidor es un día más, una noche más que acudo a esta cita. Se alegra por quien es. Qué le vamos a hacer. En mi casa hubo pocos libros, salvo los que uno se fue comprando poco a poco. Había otras necesidades más urgentes e insustituibles. No sé cómo, pero había un Quijote. Desde temprana edad lo fui leyendo hasta hoy. Durante este tiempo tuve la sensación de leer Quijotes diferentes. Me interesa el último. Y sospecho que aún descubriré algo nuevo, inédito.