Las Fases del Mercurio

Autor: Rafael Coloma Género: Poesía Editorial: Brosquil Año de publicación: 2005 Número de páginas: 98

Titular: Rafael Coloma Ruíz, ese cruzado intelectual en busca de su propio lenguaje, ofrece a todos los degustadores de buena poesía con “Las fases del Mercurio” toda una variedad de gamas cromáticas que paladear. Coloma rojo sobre fondo gris: Rafael Coloma es sin duda, una de las voces poéticas españolas más originales y auténticas de finales del siglo XX. Su osadía como poeta le ha llevado a ganarse títulos como: radical, iconoclasta, transgresor, irreverente, calificativos en él, llenos de lucidez y sarcasmo. Rafael nació en Valencia en 1945 y atraído por los conceptos humanistas estudió Filosofía en la Universidad de Valencia, ocupó el cargo de Jefe de Sección del Libro de la Generalidad Valenciana y fue el máximo responsable de la Biblioteca Pública de Valencia. Actividades de importancia social y todas ellas ligadas a la cultura, en concreto a la Literatura, arte que para muchos es ciencia o religión, un arte que en las manos de Coloma adquiere un nuevo significado. Persona entusiasta y amante de las artes en general como el Cine, la Música o la Pintura, es una figura omnipresente en los círculos artísticos valencianos, ligado por afinidades y amistad, por ejemplo: al grupo poético “El Limonero de Homero” o al “Taller de Poesía” de la Universidad de Valencia impartido por Elena Escribano. Ha incursionado en la narrativa desde sus inicios en varias ocasiones: Jornada intensiva (CAM 1976), Fragmentos para Miss Urquhart (Alfaguara 1982) o De la Naturaleza del Cielo (Aries 1985), pero ha sido en la vertiente poética donde Coloma ha encontrado un verdadero vehículo con potencia suficiente como para poder canalizar toda su abstracción. Facsímile (Víctor Orenga, 1987), El regreso de Holly Golightly (Libertarias, 1992) o Los silencios de Jane Austen con el que ganó el premio de la Crítica Valenciana en 1987 son un buen ejemplo de ello. Rafael ha contado en muchas ocasiones con colaboraciones de personalidades ilustres del mundo de la cultura para presentar con mucho más empaque su obra ante el público, como por ejemplo, once años después de publicar su poemario Yoni Bismuler Forever! se publicó una reedición en el año 2004 por la editorial “Edicions de ponent” pero ilustrada por el artista alicantino Arly Jones. En el año 1997 Los silencios de Jane Austen publicado por la editorial “Aguaclara” ganó el premio de la Crítica Valenciana con prólogo firmado por Rosa María Rodríguez Magda, catedrática de Filosofía, directora del Aula de Pensamiento de la Institución Alfóns el Magnánim de Valencia y Miembro del Consell de Cultura de la misma ciudad, sin duda Coloma sabe elegir muy bien a sus colaboradores. Para esta ocasión Rafael cuenta ni más ni menos que con la aportación de Jaime Siles, que nos confiesa en su acertado prólogo la dificultad a la hora de elaborar para cualquier persona las cartas de navegación que utilizará el lector de cualquier obra artística, máxime si la obra es de un autor como Coloma, abstracto en ocasiones, surrealista en otras, y digamos que tan capaz de alcanzar cotas en diferentes estilos como inclasificable. Una ilustración de Manuel Bellver ornamenta la cubierta del libro, libro que comienza con una dedicatoria a la psicóloga Margarita Sánchez Durá que fue miembro fundador del Colegio de Psicólogos de Valencia y falleció tristemente once meses después de la publicación de éste libro. Seguidamente encontramos dos citas de apertura, una de Ítalo Svevo que clama “Yo soy un hombre nacido realmente a destiempo” y otra de Fernando Pessoa que apunta “Decirse es sobrevivir”, notas luminosas con respecto al pensar de un artista que adolece el desencuentro entre su alma y el panorama artístico-contemporáneo de los semovientes o debería decir de los semovivientes que lo rodean. El poemario está estructurado en siete partes, aunque yo diría que son tres, distingo claramente un preludio representado en el primer bloque que está compuesto por un poema “El punto de fuga”, después comienza el aria que está compuesta por los tres bloques esenciales, los que soportan el peso de la obra: “Continuidad de las tardes”, “Paisaje urbano con espejo” y “Las Cárceles del Tiempo”, y para finalizar, Coloma utiliza otro poema solitario o coda llamado “Las fases del Mercurio”. Debo decir que antes y después del que sería el cuarto bloque natural, Rafael introduce dos pinceladas tituladas “Dama en azul I y II” en forma de anotaciones en primera persona a las que él llama (e-mail). Coloma prescinde de títulos para sus poemas en todo el libro exceptuando los del apartado “Paisaje urbano con espejos” quizá porque sean necesarios para ubicar en el mapa los motivos poéticos de sus descripciones. Ningún poema supera los diez versos y están presentados con la continuidad narrativa de una poesía en prosa, ¿o prosa poética? Una ardua tarea que sin duda deberá abordar cada lector. Confieso que al terminar la lectura de Las fases del Mercurio sentí la sensación de tener entre mis manos un cuaderno lleno de ilustraciones, un libro pictórico plagado de colores y texturas, algo así como el Cuaderno de Roma de Mestre, así que volví a abrirlo por el principio para cerciorarme, pero sólo había palabras. Coloma tiene la cualidad de utilizar, yo diría que inconscientemente, la lengua castellana como una pluralidad de sistemas para inmiscuir al lector en una vorágine de sensaciones, en un contexto aparentemente caótico y laberíntico donde todo aquel que quiera hallar un sentido coherente se lo tendrá que trabajar: “Descifrar el enigma de una lágrima y sentir el espasmo de la tarde sobre la planicie de mi espalda”. Desde la estética de sus renglones narrativos, al léxico, sus múltiples figuras y argumentos, a la sustancia de su expresión, todo está subordinado al vaivén de sus pinceles que van expandiendo los colores sobre el tapiz de nuestra imaginación: “Un barco de papel zarpa en los muelles de la Luna”. Los primeros poemas van componiendo una lontananza pictórica llena de veladuras y sfumatos, todo sugerencias, sutileza envuelta en gasas de misterio, y poco a poco vamos reconociendo las texturas: “Busco palabras que no me den problemas, que no dependan de mi humor”, existencialismo, autocrítica, búsqueda de la utopía, un tímido abocetado comienza a esquiciar las formas. “Los piratas saquearon la caja fuerte del diccionario”, no hay lugar para el aburrimiento entre los versos de Coloma, pasamos de la excitación al desencanto en un abrir y cerrar de ojos, somos testigos de una vehemente crítica bordada con ironía y sarcasmo. “El asesinato sistemático es el mejor recurso para silenciar a todos aquellos que fabrican vacío con la sintaxis”, el poeta se ensueña y reflexiona en voz alta, sin tapujos, aunque lo que expulse a veces sea imprudente o violente a quien lo escucha. El bloque “Paisaje urbano con espejos” es un cuaderno de bitácora, una hoja de ruta de apuntes paisajísticos, pero unos paisajes de su mundo interior que deambula por un itinerario de plazas, puentes, óperas o bibliotecas, coliseos dorados de naturaleza muerta sobre los que Coloma estofa sombras demoníacas como relieves al temple. De repente, a la manera de Klint o Kandinsky y cuando parece que estamos formando nuestra composición de campo frente a un cuadro, Rafael nos sorprende con trazos gruesos y enérgicos dignos de una pintura de acción y rompe todos nuestros esquemas, una aerografía inolvidable salpica lo pintado e inunda los vacíos, los enclaves ideales para colocar figuras, y pensamos por un momento que quizá el motivo principal no es el color o las formas, sino la imagen que de ellos se forma nuestra percepción. “Mensaje de esperanza para la juventud: el ombligo de E.T está a tres kilómetros de aquí. (Ya queda menos piensan los yonquis). Expresionismo abstracto, surrealismo, posmodernismo, es difícil concretar los géneros que la creatividad de Coloma toca con suma sencillez para embargarnos el alma, nos arrastra con su descaro y su mordacidad hasta callejuelas infestas donde puede aparecer un unicornio con alas que huele a hamburguesa. Todo es posible en éste poemario escrito entre Valencia, Berlín y Mallorca que no es más que una piedra preciosa de engarce en el suntuoso conjunto de la obra de éste autor que ya forma un corpus digno de admiración. Me gustaría afirmar que “Las fases del Mercurio” es un termómetro para calibrar las emociones, o un manual teórico sobre las paulatinas fases del extraño metal, pero no lo es, quizá está más cerca de la divinidad que Mercurio encarnaba como dios en el Olimpo romano como mensajero de los dioses, aunque después de haber leído y releído estos versos sólo alcanzo a afirmar que una de las características del Mercurio en estado líquido como metal pesado es romper las leyes de la gravedad y de la lógica debido a su deslocalización electrónica, curiosamente la misma cualidad que posee Rafael Coloma como poeta, un estado de gracia que transporta a sus lectores. Su próximo y esperado poemario verá la luz en otoño si el beneplácito de los editores lo permite “Las lunas de Miles Davis” del que esperamos sea un nuevo caleidoscopio monográfico de su inquieta alma.

José Antonio Olmedo López-Amor

 


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