Relación del pueblo de Comala con Pedro Páramo en Pedro Páramo de Juan Rulfo.

“(…) Se trata de una novela en la que el personaje central es el pueblo. Hay que notar que algunos críticos toman como personaje central a Pedro Páramo. En realidad es el pueblo. Es un pueblo muerto donde no viven más que ánimas, donde todos los personajes están muertos, y aún quien narra está muerto. Entonces no hay un límite entre el espacio y el tiempo. Los muertos no tienen tiempo ni espacio (…)”. En “Los muertos no tienen tiempo ni espacio (un diálogo con Juan Rulfo)”, Joseph Sommers. Introducción Para realizar un análisis profundo de la novela Pedro Páramo de Juan Rulfo, es necesario adentrarse en el personaje principal, el pueblo de Comala, y su relación con otro de los personajes más relevantes, Pedro Páramo. La interrelación que existe entre estos dos personajes es vital para el desarrollo de la historia, ya que se van desarrollando entre sí. De Pedro Páramo sólo conocemos lo que los habitantes de Comala susurran, el pueblo ha quedado prendido al “rencor vivo” que es Pedro Páramo. Por su parte Comala dependen de Pedro Páramo para existir, están alienados porque depende de él en la vida y en la muerte. A continuación se desarrollará con detenimiento este aspecto que atraviesa la novela y construye la historia. Pedro Páramo y los habitantes de Comala El movimiento narrativo de la novela tiene una “estructura fragmentaria, de mosaico, de gran mural episódico, ya que <<la mente del lector se llena de hipótesis de figuraciones múltiples, de sospechas acertadas o erróneas que, inevitablemente, se traducen en un despliegue adicional de la actividad psíquica hasta el logro final de la búsqueda, cabal comprensión del relato>>. (…) Suponer otro orden al existente en la obra es deformarla más allá de todo reconocimiento (…) ese extraño marasmo temporal de acciones entrecruzadas, es la única manera posible en que pudieron haber ocurrido. Es decir, es la única manera en que están ocurriendo ahora mismo, para siempre” (En torno a Pedro Páramo de Juan Rulfo, Dorffman). La historia se va construyendo a través de susurros, rumores que nos llegan de la tumba y diálogos que parecen más soliloquios. Se abre un panorama nebuloso llenos de espectros que desaparecen y de voces agarradas a las paredes. De esta manera se configura Comala, un ambiente tenso por la dualidad del paraíso perdido y añorado desde los recuerdos y el infierno, el lugar fantasma desde el que nos llegan aquellas voces traídas desde el más allá por el rencor, el remordimiento la culpa y el pecado. Es así como la novela se configura mediante un mosaico de relatos, que parecen aislados, de recuerdos que van entramando la historia, a través de fragmentos nos vamos encontrando con indicios, de esta manera el tiempo también se suspende. “Frente a un mundo de fantasmas y rumores, el orden cronológico pierde toda razón de ser (…) encontramos solo fragmentos de tiempos diversos, relacionados todos entre sí por la unidad sin límites que es no-tiempo de la muerte y la confusión que son los rumores mismos”. (Realidad y estilo de Juan Rulfo, Blanco Aguinaga). Para adentrarnos en la relación en la que se entrecruzan los habitantes de Comala y Pedro Páramo, es necesario hacer una descripción de cada uno de ellos. La primera impresión de Comala nos llega desde la narración, en primera persona, de Juan Preciado, con la divergencia de lo que ven sus ojos y lo que su madre ha recordado del pueblo. El camino subía y bajaba: "Sube o baja según se va o se viene. Para el que va, sube; para él que viene, baja." -¿Cómo dice usted que se llama el pueblo que se ve allá abajo? -Comala, señor. -¿Está seguro de que ya es Comala? -Seguro, señor. -¿Y por qué se ve esto tan triste? -Son los tiempos, señor. Yo imaginaba ver aquello a través de los recuerdos de mi madre; de su nostalgia, entre retazos de suspiros. Siempre vivió ella suspirando por Comala, por el retorno; pero jamás volvió. Ahora yo vengo en su lugar. Traigo los ojos con que ella miró estas cosas, porque me dio sus ojos para ver: "Hay allí, pasando el puerto de Los Colimotes, la vista muy hermosa de una llanura verde, algo amarilla por el maíz maduro. Desde ese lugar se ve Comala, blanqueando la tierra, iluminándola durante la noche." Y su voz era secreta, casi apagada, como si hablara consigo misma... Mi madre. A través de este pasaje se puede observar la tensión existente entre ese paraíso del recuerdo de Dolores, Susana San Juan o Pedro Páramo. En este contraste se comienzan a recortar las figuras de las ánimas que conforman el pueblo. Comala es el desierto desolado y abandonado por los que se iban para nunca más volver, se alejaban con la intención de regresar pero nunca volvían. Comala está llena de ánimas condenadas a vagar por la eternidad. De esta manera lo describe Rulfo en la entrevista con Sommers: “(…) dentro de este mundo confuso, se supone que los únicos que regresan a la tierra (es una creencia muy popular) son las ánimas, las ánimas de aquellos muertos que murieron en pecado. Y como era un pueblo en que casi todos morían en pecado, pues regresaban en su mayor parte. Habitaban nuevamente el pueblo pero eran ánimas, no seres vivos”. Es preciso notar que el pecado y la culpa son una constante en los personajes, el caso más representativo es el de la hermana de Donis, por ello se constituye en un mondo cerrado, sin salida, en el que los personajes están condenados “vagar”, sin esperanzas, en plena desilusión, atados a un infierno interior. Pero esta existencia está ligada a la existencia de Pedro Páramo y es aquí donde se entrelazan ambos personajes. Pero en esto el cacique también se diferencia del resto, el no siente ninguna culpa ni remordimiento, el Padre Rentería se sorprende de que nunca vaya a confesarse, aunque los pecados de los demás estuvieran ligados a él, “El asunto comenzó -pensó- cuando Pedro Páramo, de cosa baja que era, se alzó a mayor. Fue creciendo como una mala yerba. Lo malo de esto es que todo lo obtuvo de mí: 'Me acuso, padre, que ayer dormí con Pedro Páramo.' 'Me acuso, padre, que tuve un hijo de Pedro Páramo.' 'De que le presté mi hija a Pedro Páramo.' Siempre esperé que él viniera a acusarse de algo; pero nunca lo hizo. Y después estiró los brazos de su maldad con ese hijo que tuvo. Al que él reconoció, sólo Dios sabe por qué.” Aquí también reside la culpa que siente el Padre Renteria. En este aspecto se refleja la visión oscura de Juan Rulfo respecto de la religión. La noción negativa de una religión que sólo perdona a aquellos que pueden pagar ese perdón y que al mimos tiempo desvía la mirada para no ver las injusticia como le reclamara el Padre de Contla al no darle la absolución al Padre Rentería. Conversación de la hermana de Donis con Juan Preciado ilustra el vínculo entre las ánimas y el pecado: Si usted viera el gentío de ánimas que andan sueltas por la calle. En cuanto oscurece comienzan a salir. Y a nadie le gusta verlas. Son tantas, y nosotros tan poquitos, que ya ni la lucha le hacemos para rezar porque salgan de sus penas. No ajustarían nuestras oraciones para todos. Si acaso les tocaría un pedazo de Padrenuestro. Y eso no les puede servir de nada. Luego están nuestros pecados de por medio. Ninguno de los que todavía vivimos está en gracia de Dios. Nadie podrá alzar sus ojos al cielo sin sentirlos sucios de vergüenza. Y la vergüenza no cura. Al menos eso me dijo el obispo que pasó por aquí hace algún tiempo dando confirmaciones. Comala es un pueblo muerto que vive en un no-tiempo, suspendido, inerte, sus habitantes no tienen existencia externa, dependen de Pedro Páramo para ser, están alienados mentalmente ya que todos sus recuerdos gira en torno al cacique, ese “rencor vivo” del que dependieron en la vida (alienados social y económicamente). Son sólo voces, susurros, rumores, ecos prendidos a las paredes, visiones fantasmagóricas de un pasado lejano. Los habitantes no tienen existencia hacia afuera, están ensimismados, no ven al otro, hablan para sí mismos, no escuchan. Lo último que se les conoce es el nombre, es decir, lo externo (Dorffman). Los diálogos, así como toda la novela son circulares, lo que suspende el tiempo, y nos da una “imagen de un mundo circular reiterativo, donde el hombre permanece estático frente a la movilidad de la naturaleza, cuya actividad constante se expresa en los elementos caracterizados por el continuo movimiento, como el viento y el agua. Tal imagen circular nos llevaría a la concepción de un eterno retorno no constructivo, a una visión nihilistica de la existencia”. El diálogo de Damiana Cisneros con Juan Preciado es un claro ejemplo de este hablar para sí mismo de los personajes con una forma circular: -Este pueblo está lleno de ecos. Tal parece que estuvieran encerrados en el hueco de las paredes o debajo de las piedras. Cuando caminas, sientes que te van pisando los pasos. Oyes crujidos. Risas. Unas risas ya muy viejas, como cansadas de reír. Y voces ya desgastadas por el uso. Todo eso oyes. Pienso que llegará el día en que estos sonidos se apaguen. Eso me venía diciendo Damiana Cisneros mientras cruzábamos el pueblo. -Hubo un tiempo en el que estuve oyendo durante muchas noches el rumor de una fiesta. Me llegaban los ruidos hasta la Media Luna. Me acerqué para ver el mitote aquel y vi esto: lo que estamos viendo ahora. Nada. Nadie. Las calles tan solas como ahora. Luego dejé de oírla. Y es que la alegría cansa. Por eso no me extrañó que aquello terminara.¨Sí -volvió a decir Damiana Cisneros-. Este pueblo está lleno de ecos. Yo ya no me espanto. Oigo el aullido de los perros y dejo que aúllen. Y en días de aire se ve al viento arrastrando hojas de árboles, cuando aquí, como tú ves no hay árboles. Los hubo en algún tiempo, porque si no ¿De dónde saldrían esas hojas?" Comala sólo es en función de Pedro Páramo, en vida el cacique es el que decide los destinos del pueblo, hace y deshace según le place, están en sus manos. Los habitantes están enajenados en vida y en la muerte porque todos los recuerdos remiten a Pedro Paramo. El pueblo es una gran marioneta, todas las acciones en vida y los recuerdos en la muerte están ligados a Pedro Páramo. Peralta dice que se trata de una narrativa de conciencia, los personajes actúan apenas, pero piensan, recuerdan. El cacique sentencia: “Esa gente no existe”. Es en este sentido donde se puede ver el enlace más directo entre Comala y Pedro Páramo. De Pedro Páramo la primera impresión nos viene narrada desde la tumba de Juan Preciado, que comparte con Dorotea Dyada, este aspecto va a marcar el relato porque el cacique nunca habla desde el más allá, lo conocemos por los recuerdos de niño, por los sucesos objetivos que se narran en la “segunda parte” (Blanco Aguinaga) lo que le imprime individualidad, pero sobre todo por las rememoraciones de los muertos que no pueden desprenderse de él. Pedro Páramo “es el único personaje porque para crearse a sí mismo en la historia ha aplastado a los demás, los ha reducido a rumores, a ecos de su presencia” (Blanco Aguinaga), es una sola presencia vital, cargada de individualidad y personalidad. Pos su carácter dual, de vida hacia afuera y de vida interior, adquiere dimensiones que los demás personajes no tienen, éstos son difusos, nebulosos, misteriosos, “por falta de vida histórica, se ven reducidos al papel de ambiente” (Blanco Aguinaga). Entre este mundo de personas-eco, Pedro Páramo es el único que tiene bien marcada la doble dimensión del personaje; vida propia hacia fuera, lo primero que conocemos de él es su nombre (lo externo), vida histórica que se refleja en los actos que describe un narrador omnisciente en tercera persona (aunque no se da descripción física), tiene individualidad y vida de ensueño interior, personalidad, atada a su amor Susana San Juan. A su vez Pedro Páramo, también, depende de los demás para existir, y aquí es donde se da esa interdependencia con Comala, porque el relato de su persona, su presencia se da a través de los fragmentos de rumores de los muertos. La figura se configura mediante lo que los demás dicen de él. En este sentido, se puede decir que también Pedro Páramo está ligado intrínsecamente al pueblo que decide destruir y convertir en un infierno sin salida. “Pedro Páramo de quien son creación en vida los demás personajes, es, en cuanto personaje de la novela, creado por el eco de su vida en los demás, por alusiones indirectas e inconexas, en un tiempo y espacio indefinidos, y el conocimiento que tenemos de él es una sospecha más que definitivo” (Blanco Aguinaga). No obstante, esto no quiere decir que sea parte de la “masa difusa sin contornos” de habitantes, por el contrario, es muy diferente tiene una presencia externa, pero cumple mecánicamente con la vida con los gestos hacia fuera mientras su mundo interior va muy lejos, suspendido del recuerdo de Susana San Juan, lo inconquistable, el sueño, lo que hace de Pedro Páramo un personaje-eco de algo, y no creación de sí mismo (Blanco Aguinaga). Con dimensiones trágicas por la muerte del padre, del hijo y el abandono de Susana San Juan ya por su locura o por la partida, Pedro Páramo se humaniza porque no puede controlar todo, eso lo vuelve violento y presa de la venganza. En este aspecto, deja de ser, ante nuestros ojos, el frío personaje “villano” que solo se casa para pagar una deuda o que mata a Alderete, que amenazaba sus tierras, entonces se transforma en un ser pasional que sufre y se venga contra el mundo. El caballo de Miguel Páramo, los invitados a la boda en la que su padre iba a ser padrino y los habitantes de Comala que ignoran la muerte de Susana San Juan y celebran sufren en carne propia la ira de un hombre herido, que sufre un <<trauma psíquico>>, según Rodríguez-Alcalá. -¡Pedro!- le gritaron -¡Pedro! Pero él ya no oyó. Iba muy lejos. También es un personaje ensimismado, “lejano” gracias al recuerdo y el pensamiento de un poeta enamorado de Susana San Juan, ésta es su dimensión de interioridad. El hombre que controla la vida y la muerte de su pueblo no puede penetrar la coraza de Susana San Juan, la única de las mujeres que no le perteneció nunca. En su locura se mantiene lejos conectada al mar, mientras que todos los demás son prisioneros del desierto y del polvo, ella no susurra, grita, es indomable. Se le escapa a Pedro Páramo como agua entre los dedos que solo puede contemplarla desde lejos, mientras ella sueña con el mar y su verdadero amor, Florencio. Nunca puede hacerla prisionera, por más que mata a su padre para que le pertenezca; pero Susana se rebela, aún así Pedro Páramo la quiere. Dorotea Dyada, en su diálogo con Juan Preciado, nos da una pista en cuanto a la correlación intrínseca entre el pueblo y su cacique: -Se queja y nada más. Tal vez Pedro Páramo la hizo sufrir. -No creas.Él la quería. Estoy por decir que nunca quiso a ninguna mujer como a ésa. Ya se la entregaron sufrida y quizá loca. Tan la quiso, que se pasó el resto de sus años aplastado en un equipal, mirando el camino por donde se la habían llevado al camposanto. Le perdió interés a todo. Desalojó sus tierras y mandó quemar los enseres. Unos dicen que porque ya estaba cansado, otros que porque le agarró la desilusión; lo cierto es que echó fuera a la gente y se sentó en su equipal, cara al camino."Desde entonces la tierra se quedó baldía y como en ruinas. Daba pena verla llenándose de achaques con tanta plaga que la invadió en cuanto la dejaron sola. De allá para acá se consumió la gente; se desbandaron los hombres en busca de otros bebederos. Recuerdo días en que Comala se llenó de adioses y hasta nos parecía cosa alegre ir a despedir a los que se iban. Y es que se iban con intenciones de volver. Nos dejaban encargadas sus cosas y su familia. Luego algunos mandaban por la familia aunque no por sus cosas, y después parecieron olvidarse del pueblo y de nosotros, y hasta de sus cosas. Yo me quedé porque no tenía adonde ir. Otros se quedaron esperando que Pedro Páramo muriera, pues según decían les había prometido heredarles sus bienes, y con esa esperanza vivieron todavía algunos. Pero pasaron años y años y él seguía vivo, siempre allí, como un espantapájaros frente a las tierras de la Media Luna.""Y ya cuando le faltaba poco para morir vinieron las guerras esas de los cristeros y la tropa echó rialada con los pocos hombres que quedaban. Fue cuando yo comencé a morirme de hambre y desde entonces nunca me volví a emparejar"."Y todo por las ideas de don Pedro, por sus pleitos de alma. Nada más porque se le murió su mujer, la tal Susanita. Ya te has de imaginar si la quería." Que se confirma en el final, Pedro Páramo sabe que Comala depende de él para vivir, para subsistir, y ante este conocimiento se venga esperando la muerte en su equipal, luego de que Susana San Juan muera. Ante el jolgorio del pueblo que ignora la muerte de la última mujer del cacique, Pedro Páramo la condena a la muerte y a la desolación como castigo: Comenzó a llegar gente de otros rumbos, atraída por el constante repique. De Contla venían como en peregrinación. Y aun de más lejos. Quién sabe de dónde, pero llegó un circo, con volantines y sillas voladoras. Músicos. Se acercaban primero como si fueran mirones, y al rato ya se habían avecinado, de manera que hasta hubo serenatas. Y así poco a poco la cosa se convirtió en fiesta. Comala hormigueó de gente, de jolgorio y de ruidos, igual que en los días de la función, en que costaba trabajo dar un paso por el pueblo. Las campanas dejaron de tocar; pero la fiesta siguió. No hubo modo de hacerles comprender que se trataba de un duelo, de días de duelo. No hubo modo de hacer que se fueran antes, por el contrario, siguieron llegando más. La Media Luna estaba sola, en silencio. Se caminaba con los pies descalzos; se hablaba en voz baja. Enterraron a Susana San Juan y pocos en Comala se enteraron. Allá había feria. Se jugaba a los gallos, se oía la música; los gritos de los borrachos y de loterías. Hasta acá llegaba la luz del pueblo, que parecía una aureola sobre el cielo gris. Porque fueron días grises, tristes para la Media Luna. Don Pedro no hablaba. No salía de su cuarto. Juró vengarse de Comala. -Me cruzaré de brazos y Comala se morirá de hambre. Y así lo hizo. Aún en la muerte es diferente a los demás, el silencio lo distancia aún en la eternidad, a esto se lo podría relacionar con el hecho de que no se siente atado a nada o que no se siente culpable, o tal vez es un intento de dominar la eternidad, como sugiere Dorffman. Se encuentra siempre por encima de las voces, es el único que no habla. Abundio Martínez lo mata, en un acto edípico, desde un estado de inocencia provocado por el alcohol. Por un instante, acosado por la muerte cercana “tenía miedo de las noches que le llenaban de fantasmas la oscuridad. De encerrarse en sus fantasmas”. Otra vez se entrecruzan la interioridad y la exterioridad. El hombre Pedro Páramo muere solo sentado en el equipal y se desmorona como un montón de piedras. Conclusión Con trazos magistrales Rulfo crea un mundo caótico, difuso y nebuloso lleno de simbolismos que dibujan una realidad arquetípica que trasciende las fronteras y se instalan como universales americanos. Rulfo nos trae un hombre trágico, que está condenado a la eterna peregrinación en un purgatorio desterrado de la ilusión y la esperanza, pero lejos de ser una visión fatalista es un espejo que nos devuelve la imagen de un hombre en la eterna búsqueda, nos refleja una realidad social americana parado desde la crítica. Nos devuelve una imagen a la vez distorsionada y nítida que nos insta a planteos profundos y trascendentales.

 

Ligia E.. Capdevila

 

 

 


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