El dictador y la mujer. Objetos narrativos en La fiesta del chivo, de Mario Vargas Llosa

 

0. Introito. Cuando ya parecía cerrado el ciclo de novelas que poseía como objeto narrativo la figura del dictador latinoamericano, nos sorprende Mario Vargas Llosa con La fiesta del chivo. Nuestro trabajo constituye un primer acercamiento crítico a esta obra. Ella muestra, con toda su cruda realidad, la conducta de la dictadura militar de Rafael Leonidas Trujillo Molina, en la República Dominicana y su terrible influencia en la sociedad de ese país. Antes, ya este autor nos tenía acostumbrados a la comunicación de aspectos pertenecientes a su abandono de las filas de los intelectuales comprometidos con el triunfo de una nueva utopía. La historia de Maita es un claro ejemplo. Lo cierto es que Vargas Llosa, que no es santo de nuestra devoción, vuelve a ser el extraordinario narrador de La casa verde o de La ciudad y los perros, en donde el elemento conceptual rezuma lo más importante de la historia narrativa. Se diría que los planos se entrecruzan para ofrecer el aspecto polivalente de la obra. Por una parte, nos encontramos con la historia de Urania, a nuestro juicio, el único representante femenino importante dentro de la obra. Por otra, una célula de conspiradores planifica y cumple la tarea de ajusticiar al dictador. En medio de estas dos historias hay otro plano integrado por recuerdos, en donde nosotros, como lectores, palpamos la impronta que va creando y que dejará la dictadura, debido a los diferentes tipos de comportamiento que se van generando dentro de la urdimbre social que ha hecho posible la persistencia del autocratismo trujillista. Así, el tema que se asoma con Tirano Banderas, de Valle Inclán, reclama un grado de mayor concreción en El señor Presidente, de Asturias, El Otoño del patriarca, de García Márquez y en Yo el Supremo, de Roa Bastos, corona con cruda realidad en La fiesta del chivo. Nos permitimos decir esto, porque una considerable cantidad de los personajes han sido tomados de esa realidad, con sus nombres y sus apellidos, Balaguer, Wesin y Wesin, por ejemplos. Esta situación permitirá, más tarde, un enjuiciamiento por parte de la posteridad. Igualmente, hay también una patética descripción de esa tipología humana que, desafortunadamente, se ha repetido en diferentes momentos del devenir histórico de nuestros pueblos latinoamericanos. La siguiente cita es una referencia: “La Prestante Dama [la esposa del dictador] se había tomado en serio lo de escritora y moralista. Por qué no.¿No lo decían los periódicos, las radios, la televisión? ¿No era libro de lectura obligatoria en las escuelas, esas meditaciones morales prologadas por el mexicano José Vasconcelos, que se reimprimían cada dos meses?¿No había sido Falsa amistad el más grande éxito teatral de los treinta y un años de la Era de Trujillo?¿No la habían puesto por las nubes los críticos, los periodistas, los profesores universitarios? ¿No habían elogiado sus conceptos los ensotanados, los obispos...? (Vargas Llosa M. 2001 : 30-31).” 1. Dos historias y un reflejo. Ya lo hemos afirmado antes. En la obra se entrecruzan dos historias. Como buen artífice de esta metodología, que aparece con el llamado Boom de la narrativa latinoamericana, nacida en los extraordinarios años sesenta, el autor entrecruza estas historias, a través de los 24 capítulos que conforman la obra. La historia de Urania, para nosotros la principal, comienza cuando ella abandona su juramento de no regresar más a Santo Domingo, antes Ciudad Trujillo. Así, aparece recorriendo sus calles. Todo el capítulo uno se transforma en un inventario de topónimos, hasta arribar a la que fuera su casa durante sus primeros 14 años de vida: “César Nicolás Penso, Esquina Galván”. De frente a este sitio, colmado de recuerdos, la mente del personaje elabora todo un monólogo interior, para vencer el conflicto que se le plantea ante la decisión de subir y ver a su padre.Éste permanece en el último escalón de la invalidez, producida por un accidente cerebrovascular.- Tal ictus fue generado por la situación de cuasi indigencia, y sin ninguna justificación que no fuese un capricho, en que lo había postrado la dictadura, a pesar de haber sido uno de sus más conspicuos defensores. Realizando esta actividad, cumpliría su cometido, que no era otra cosa que una venganza alimentada por muchos años. La otra alternativa estaba en voltear el rostro, olvidar definitivamente el pasado y regresar a su cotidianidad de Nueva York. Urania se decide por la primera. Esta decisión constituye la piedra angular de la acción novelesca. Puede afirmarse que la historia de Urania se da en sentido inverso. Llega a Santo Domingo, sin avisarle a sus parientes. Se hospeda en un hotel. Se dirige hacia su antigua casa, con el objetivo de vengarse de su padre, venganza que se ha prometido a sí misma. Venganza de qué y por qué, se pregunta el lector. Sin embargo, el monólogo se hace exterior, cuando Urania contempla su casa ya sin libros y le dice al enfermo: “Mi departamento de Manhatan está lleno de libros (...) como esta casa cuando era niña (...) muchos libros de historia.¿Adivinas de quéépoca? ¿La Era Trujillo, cuál iba a ser? Lo más importante que nos pasó en quinientos años. Lo decías con tanta convicción (...) Lástima que no podamos conversar. Cuántas cosas podrías aclararme, tú que los viviste de bracito con tu querido Jefe, que tan mal pagó tu lealtad. Por ejemplo, me hubiera gustado que me aclararas si Su Excelencia se acostó también con mi mamá.. (Vargas Llosa M. 2001 : 12-13).”                  Juicios como el precedente, se dan a lo largo de esta conversación unidireccional. La hija de Agustín Cabral, con una ulterior formación democrática y, en consecuencia, con otra visión del mundo, va juzgando paso a paso la conducta de los colaboradores del régimen trujillista. Hay momentos de extraordinaria creación artística, como cuando las palabras de Urania son interrumpidas por un párrafo en el cual ella misma cree ver la escena: “Siente frenar el automóvil a la puerta de la casa. (...) percibe a través de los visillos los cromos relucientes, la carrocería lustrosa, los reflejos relampagueantes del lujoso vehículo (...) la muchacha del servicio asoma por la puerta entreabierta: -Ha venido a visitarla el Presidente, Señora, ¡el Generalísimo, señora! -Dile que lo siento pero no puedo recibirlo. Dile que la señora Cabral no recibe visitas cuando Agustín no está en casa. Anda, díselo. (Vargas Llosa M. 2001 : 73-74).” Según narran los acontecimientos, esto fue lo acaecido con el primer Secretario de Educación del régimen, Don Pedro Henríquez Ureña. Urania hubiese querido esta conducta de parte de su padre. Este hecho constituye un cabo no atado dentro de la historia con minúscula.                 Lamentablemente, la conducta de los Henríquez Ureña no era la conducta de los otros servidores. Y Urania quiere arrancarle al padre alguna confesión que, debido al estado de postración en que él se encuentra, será un imposible. Por tal motivo lo recrimina hondamente. Para agudizar su venganza, le hace recordar momentos como cuando ella le dijo que había visto al Generalísimo entrar en la casa de enfrente a la suya, la casa del Ministro Froilán y la consiguiente respuesta del padre, para que olvidase el hecho y no hablase más del asunto. Parecería ser que la conducta de los Ministros y demás servidores era la de resignarse a los cuernos. “Y, puesto que no había alternativa, sacarles provecho.¿Lo hiciste? ¿Visitó el Jefe a mi mamá? ¿Antes de que yo naciera? (...) Lo hacía cuando las esposas eran bellas. Mi mamá era bella ¿no? ¿Qué hizo mi mamá? ¿Se resignó, orgullosa de ese honor? Las buenas dominicanas agradecían que el Jefe se dignara tirárselas.¿Te parece una vulgaridad? Pero ese era el verbo que usaba tu querido Jefe.” (Vargas Llosa M. 2001: 78).                 De esta manera, a través de todos los capítulos que narran la historia de Urania, el personaje va desentrañando las reptiles conductas generadas por la dictadura. Al mismo tiempo, va poco a poco consumando su venganza. Podría afirmarse que esta acción le sirve al autor para denunciar un modelo político que tuvo vigencia en tantos países latinoamericanos, que, por un momento habíamos pensado que se constituiría en la norma.                                   2. Conspiración y ajusticiamiento. Habíamos ya indicado que paralelamente a la historia de Urania, se desarrollaba otra cuyos actantes principales estaban constituidos por los integrantes de un grupo disidente de la manera como se estaba conduciendo el país. Los elementos de este conjunto son hombres que, de una forma u otra, han sido colaboradores primarios, secundarios y hasta terciarios del régimen.¿Pero quién habría podido no serlo en un gobierno que llevaba ya treinta y un años y que era dueño y señor del país? ¿Un gobierno en donde la hacienda pública había pasado a ser la hacienda privada del dictador? ¿Un gobierno en donde los negocios, de la índole que fuesen, eran llevados a cabo si y sólo si cumplían las espectativas o convenían a los designios del dictador y ni siquiera a los de sus acólitos? Solamente que, en este caso, las convergencias antitrujillistas se van realizando por distintos caminos, por distintas motivaciones, por distintos rencores. Pasaban de trujillistas a desafectos, de desafectos a conspiradores. Así, podemos ver en la célula al joven Teniente Segundo Amadito García Guerrero.Éste, como todos los de su profesión, poseedor, al mismo tiempo de una brillante carrera, también de una fidelidad perruna hacia el Generalísimo. Hasta que un día, al ser llamado por el Jefe: “-Una buena hoja de servicios, Teniente, lo oyó decir. -Muchas gracias excelencia. -Esa hoja de servicios tan buena no puede mancharla casándose con la hermana de un comunista. En mi gobierno no se juntan amigos y enemigos. El hermano de Luisa Gil es uno de esos subversivos del 14 de junio.¿Lo sabía? -No Excelencia. -Ahora lo sabe (...) hay muchas mujeres en este país. Búsquese otra. -Sí, Excelencia.” (Vargas Llosa M. 2001: 53-54). Acontecimientos posteriores que culminaron con la muerte del frustrado cuñado, arriba referido, y en la cual García Guerrero fue obligado a intervenir, generaron la presencia de este personaje en la célula conspiradora. Otro conspirador era Antonio de la Maza, hijo de una familia de pequeños hacendados pero empobrecidos por la acción del trujillismo. Era el más convencido antitrujillista de todos. En una de sus cavilaciones durante la larga espera, recuerda cuando Trujillo le ofreció que colaborara, como asistente militar: “-Pero yo no soy militar, balbucéo ... -Lo eres desde este momento, Teniente Antonio de la Maza. Fue su primera concesión, su primera derrota, en manos de ese maestro manipulador de ingenios, bobos y pendejos, de ese astuto aprovechador de la vanidad, la codicia y la estupidez de los hombres.” (Vargas Llosa M. 2001 : 116). Y así como estos dos, la vida de los otros no había sido diferente: Salvador Estrella Sadhalá, católico furibundo, pero convencido que esta vez, el asesinato no sería un pecado. Antonio Imbert, Juan Tomás Díaz y Pupo Román, altos oficiales del ejército, éstos últimos. Todos, como dijimos antes, de una u otra manera habían prestado servicios al tirano. Lo positivo que tenían era el hecho de que estaban dispuestos a no prestarlos más, a excepción de Román, cuya vacilación fue la causa de la perdición de casi todos los que intervinieron en el acto conspirativo. El tiempo físico de la acción dura solamente algunas horas. Pero el tiempo existencial es motivo de peleas internas, de bromas mal tomadas. Se desenvuelve a la manera de un ofidio herido que describe círculos a su alrededor. Cuando todos dudan de la eficacia de la operación, sólo el Teniente García Guerrero mantiene la seguridad: “No va a fallar (...) el chivo viene” (p. 188). Y era verdad. Por razones de la misma índole, el automóvil que llevaba al Generalísimo a la Casa de Caoba se había retrasado. Tal retraso multiplicaba la angustia de los conspiradores. La casa de caoba era una especie de templo pagano en donde el personaje gustaba validarse sexualmente. Este día era uno de tantos. Aquí residía la seguridad del teniente. Como en efecto, el carro en que venía el dictador se acercaba ya al lugar en el cual era esperado más que con ansiedad. El chofer advirtió que otro carro los seguía y le tocaba la bocina. Pensó que eran juergosos y emitió denuestos y conceptos negativos sobre ellos. Pero... “...a Trujillo se le ocurrió que tal vez no era un borracho, y se viró en busca del revólver que llevaba en el asiento, pero no alcanzó a cogerlo, (...) oyó la explosión de un fusil cuyo proyectil (...) le arrancó un pedazo del hombro y del brazo izquierdo.” (Vargas Llosa M. 2001 : 421).        Los capítulos restantes que se refieren a esta historia están llenos de las luchas por el poder que, en casos semejantes, se suceden entre las camarillas gobernantes. Al lado de estas luchas, se describen las torturas inimaginables a que son sometidos los conspiradores detenidos, las ejecuciones ilegales y las conductas, solidarias algunas pero cómplices otras, ya por miedo, ya por ignorancia, ya por comodidad. 3. Algunas conceptuaciones. Hemos dicho antes que haciendo intersección entre estas dos historias, existe un plano caracterizado por la presencia de recuerdos. Casi todos ellos relacionados con la vida del dictador. Esta urdimbre de recuerdos toma otra concreción en una realidad representada por el Presidente Balaguer. Tal personaje funciona como un puente entre la mnemotecnia y la realidad que irrumpe con el ajusticiamiento del dictador, el 30 de mayo de 1961. Tal característica lo transforma también en puente entre la dictadura y el proyecto de democratización del país. Igualmente, instaura otra era: la suya, la era Balaguer, ya que, además de haber sido Presidente títere, fue después inimaginablemente Presidente electo durante seis períodos. Pero, a nuestro juicio, lo más importante de este plano narrativo es la expresión de ciertos contenidos conceptuales que reflejan las inmensas contradicciones de la élite gobernante. En una de sus lacerantes disquisiciones, en un diestro juego de la primera y la tercera persona narrativa, por parte de Vargas Llosa, el Generalísimo evalúa un momento crítico de su estada en el poder. “-A la disciplina debo todo lo que soy- y la disciplina se la debía a los marines (...) ¿Había tenido Estados Unidos un amigo más sincero que él los últimos treinta y un años? ¿Qué gobierno lo había apoyado más en la ONU? ¿Cuál fue el primero en declarar la guerra a Alemania y al Japón? (...) El pago: las sanciones económicas de la OEA, para dar gusto al negrito de Rómulo Betancourt y seguir mamando petróleo venezolano. Si Johny Abbes hubiera hecho mejor las cosas y la bomba le hubiera arrancado la cabeza al maricón de Rómulo, no habría sanciones y los gringos pendejos no joderían con la soberanía, la democracia y los derechos humanos.” (Vargas Llosa M. 2001 : 27-28).      Recordemos que la Organización de Estados Americanos, en la historia con mayúsculas, decide aplicar sanciones económicas a su gobierno, después de solicitudes hechas ante el Parlamento de USA, debidas a la vida licenciosa llevada a cabo en ese país, por parte de Ranfis Trujillo. Los defensores de tales sanciones aducían que el dinero invertido por Estados Unidos para mantener la tiranía trujillista era empleado para cometer tales desafueros y tales holgazanerías. Igualmente, después de haberse comprobado la complicidad de su régimen en el atentado a Rómulo Betancourt, Presidente de Venezuela, el 24 de junio de 1960. Como gobernante apegado a las líneas de acción emitidas por los gobiernos de los Estados Unidos, jamás se había imaginado que un día sería sancionado por el mismo gobierno al que había servido ciegamente. De la misma manera se expresaba sobre la oposición de la iglesia católica, después de haber sido condecorado por su Santidad Pío XII, como ciudadano ejemplar, y por todas las prebendas entregadas a aquélla, tanto en lo económico, como en lo educativo, como en lo político. Cuando le decían que el hecho de que Kennedy fuese católico era una fuerte razón para una invasión si se seguía molestando a los obispos, solía responder: “Católicos somos todos”. Otro elemento conceptual está dado por la sibilina conducta del Presidente, para iniciar lo que hemos llamado la era Balaguer. Por un lado, realizando todo lo que recomienda el cónsul estadunidense y la jerarquía eclesiástica. Por otro, las negociaciones crematísticas con todos los integrantes de la familia Trujillo. A veces, soliloqueaba sobre la salida de su situación. “El enfrentamiento con los hermanos Trujillo tendría lugar al amanecer (...) ¿Lo matarían? Sus diminutos cerebros eran capaces de creer que, matándolo, podían atajar una maquinaria histórica que, muy pronto los borraría de la política dominicana”... (Vargas Llosa M. 2001 : 525). Otras, usaba fuertemente las consecuencias favorables como cuando detiene la afrenta de los hermanos Trujillo, cuando éstos querían retomar el poder. “Le ruego que me acompañe, General Petán. (...) Se adelantó ante el ventanal y (...) apuntó hacia el mar (...) Frente a la costa se divisaban (...) las siluetas de tres barcos de guerra norteamericanos (...) Esperan que ustedes tomen el poder para iniciar el cañoneo.” (Vargas Llosa M. 2001: 526). Pero mucho más asertiva es la intervención del narrador omnisciente, el cual nos pone en contacto con la nueva situación del país: “Habían pasado apenas cinco semanas de la muerte del generalísimo y los cambios eran considerables. Joaquín Balaguer no podía quejarse: en ese tiempo brevísino, de Presidente pelele, un don nadie, pasó a ser el auténtico Jefe de Estado, cargo que reconocían tirios y troyanos y, sobre todo, los Estados Unidos.” (Vargas Llosa M. 2001 : 509).             Así, barcameneándose, permítanme el bello italianismo, dentro de estas posiciones, Balaguer va construyendo la nueva era, su era. 4. La venganza...¿de qué? Como un reptil que intenta morderse la cola, el autor nos conduce hacia una solución circular de la historia narrativa (aquello que hemos llamado: historia con minúscula). En el último capítulo, el personaje Urania reaparece, para continuar refiriendo y concluir la que hemos sostenido como la historia más importante de la obra. En ella relata la manera como Manuel Alfonso, Ministro de alcoba del dictador, que en Venezuela pudo llamarse Matute Bravo y en otros países tendría otros nombres pero con existencia cierta, convenció a Agustín Cabral, para que Urania fuese entregada como oferta sexual al tirano. Al mismo tiempo, el mismo falso tío se encargaría personalmente de conducirla hasta la Casa de Caoba, con falaces halagos. Describe también, paso a paso, la ceremonia sexual y la reacción impotente de aquel hombre que, en todo momento, había pensado que jamás tendría fracasos ni sexuales ni políticos ni de cualquier otra índole. “-Pensé tirarme por la ventana. Pensé que tenía que dejarme hacer lo que él quisiera (...) para poder vivir y, un día, vengarme de papá” (Vargas Llosa M. 2001 : 551).                  Como lectores, es en estos precisos momentos en los cuales resolvemos el problema de la venganza, por parte del personaje Urania. Nos damos cuenta de que ella fue un eslabón de la cadena de caprichos sexuales requeridos unos, inducidos otros, con que se rodea la aureola personal del dictador. Sin quererlo, se transforma también en uno de los hilos que lo conducirían a la pérdida final. Más adelante, continúa la confesión, aunque ahora ya no deseada por la tía, a quien le está refiriendo los momentos vividos: “-Él tenía 70 y yo 14 (...) Lucíamos una pareja muy dispar, subiendo esa escalera con pasamanos de metal y barrotes de madera. De las manos, como novios. El abuelo y la nieta, rumbo a la cámara nupcial.” (Vargas Llosa M. 2001 : 555).        En los sucesivos momentos de la conversación familiar, los lectores vamos conociendo la tragedia de Urania, la razón de la venganza y el origen de su exilio dorado en los Estados Unidos. Igualmente, la conclusión magistral de la acción novelesca. ***        A manera de colofón, nos permitiremos decir que esta obra retrata, extraordinariamente, en el nivel de la vanguardia artística, un momento crucial de los varios momentos similares que han vivido casi todos nuestros pueblos latinoamericanos y descritos convenientemente por narrador excepcional. En el nivel de la vanguardia ideológica, particularmente, esperamos que éste sea el retrato del último momento histórico de tal naturaleza. Que nuestros países no necesiten otra “fiesta del chivo” porque han de verse enrumbados por las sendas del quehacer democrático.         Pero eso sí, no de democracias exportadas que produzcan nuevos fenómenos como los de Irak, de Afganistán, de Sudán, etc., a los que ya la prensa diaria nos tiene acostumbrados. Han de generarse asentamientos democráticos endógenos, democracias participativas, que hagan honor a la etimología de la palabra. En ellos, los pueblos deberán ser verdaderos sujetos de su desarrollo. Democracias que, como tales, sean respetuosas de nuestras formas de vida, de nuestras formas de pensamiento, en donde coexistan las minorías de diversas naturalezas, hasta ahora segregadas y aisladas. Con comportamientos de esta naturaleza, no necesitaremos repetir las palabras de Antonio Gamoneda, hace poquísimos días, cuando recibiera el premio Cervantes, el más prestigioso premio literario dado en lengua española. Habló de sus orígenes humildes como motor de su producción, lo cual no tiene nada de particular al respecto. Habló también de la existencia de una cultura de la pobreza, de una literatura de la pobreza, entendemos nosotros, dado el contexto. Y en esto sí disentimos. La literatura cuando es tal debe superar esos estereotipos. Recuperando el hilo temático de nuestra disertación, no nos queda otra cosa que agregar que no sea ésta: Otros acercamientos, y mejores que el nuestro, pueden ser ofrecidos -y con toda seguridad se ofrecerán- acerca de esta interesante obra. Nosotros solamente os hemos entregado la particular visión de un lector cómplice. Luis Álvarez B I B L I O G R A F ĺ A ÁLVAREZ Luis, 2005, Construcción fenotextual y enseñanza de la redacción, Universidad de Oriente, Núcleo Nueva Esparta, Venezuela..ÁLVAREZ Luis, 2000, La mujer América. Amor y Concepto en la Poesía de Roberto Fernández Retamar, pp. 219-236, in: Elzbieta Sklodowska/Ben A. Heller (Eds.), Roberto Fernández Retamar y los estudios latinoamericanos (Serie Críticas), Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana de la Universidad de Pittsburg. (USA). ECO Umberto, 1990ª, Obra abierta, Ariel, Barcelona, España. ECO Umberto, 1990b, Las instituciones como códigos, pp. 322-340, in: Semiótica y filosofía del lenguaje, Editorial Lumen, Barcelona, España. ECO Umberto, 1981, Lector in fabula, Editorial Lumen, Barcelona, España. RICOEUR Paul, 1991, Los caminos de la interpretación, Editorial. Anthropos, Barcelona,España VARGAS LLOSA Mario, 2001, La fiesta del chivo. Editorial Santillana, Madrid.

 

Luis Gonzaga Álvarez León

 


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