Juan Rulfo: pregonero de la soledad y desventura.

1ª de dos partes

 

"...Álvaro Mutis subió a grandes zancadas los siete pisos de mi casa con un paquete de libros, separó del montón el más pequeño y corto, y me dijo muerto de risa: ¡Lea esa vaina, carajo, para que aprenda! Era Pedro Páramo. Aquella noche no pude dormir mientras no terminé la segunda lectura. Nunca, desde la noche tremenda en que leí la Metamorfosis de Kafka en una lúgubre pensión de estudiantes de Bogotá -casi diez años atrás- había sufrido una conmoción semejante."

 

Gabriel García Márquez

 

“- ¡Diles que no me maten, Justino! Anda, vete a decirles eso. Que por caridad. Así diles…”

Fragmento de ¡Diles que no me maten! de El llano en llamas

 

Dedicado para mi perfecto Maestro y para la Dra. Socorro Leyva, por sus loas inmerecidas y sus ánimos constantes.

 

Desde que vi, observé y sentí el estilo de la fotografía de Rulfo en el libro Juan Rulfo, letras e imágenes, que llegó a mis  manos de manera muy curiosa, algo me impulsó a investigar más sobre su obra. Para entonces no había leído más que dos cuentos de él, y si quería elaborar algún ensayo o artículo acerca de Rulfo, obviamente tenía que conocer un poco su novela, antología cuentística, fotografía, etc., así que no lo pensé dos veces y corrí a la librería.

 

La primera vez que leí un texto de Juan Rulfo, tenía apenas dieciséis años y estaba en la preparatoria. Como tarea de Literatura, nos habían encargado leer e intentar dramatizar “No oyes ladrar los perros”, el intento fue vano, pero la impresión que me dejó el cuento fue única. No hace falta analizar mucho sus textos, para descubrir en la mayoría de ellos un halo que los rocía de soledad, aunque en otros casos es el sufrimiento de los personajes, o a veces las dos cosas. Muchos estudiosos de las letras han investigado acerca de Pedro Páramo y El llano en llamas, así como del inmenso aporte a la literatura latinoamericana, pero yo ahondaré en los principales matices de ambas obras de acuerdo a mi percepción.

 

Su verdadero nombre era Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, nació en el año de 1918 en Sayula, Jalisco, región que ocho años después sería el punto neurálgico de la guerra cristera y por supuesto en una época donde aún se respiraba un ambiente postrevolucionario; ambos factores determinarían decisivamente el estilo y temática de su escritura. Acerca de esto habla Carlos Fuentes: “Rulfo, cierra para siempre (y con llave de oro) la temática documental de la Revolución,…”. En este aspecto tiene razón el autor de Aura, pues según especialistas en la novela histórica de dicho periodo, son algunos los principales escritores que la narran con su retoque propio, llegando a establecer una etapa en la literatura mexicana: Mariano Azuela, Martín Luis Guzmán, ambos pertenecientes a la fracción villista, José Revueltas, y Juan Rulfo, que aunque no la vivió como los anteriores, sí experimentó la atmosfera de los años venideros a la consumación de ésta; al respecto comentó en una entrevista con el periodista Joseph Sommers:  “…Yo procedo de una región en donde se produjo más que una revolución – la Revolución Mexicana, la conocida -, en donde su produjo asimismo la revolución cristera.”.

 

Es admirable y excelso el talento artístico de Juan Rulfo, sobresaliendo en la escritura, fotografía, historia, arquitectura y hasta antropología, evidente su sensibilidad para narrar el abuso de poder, costumbrismo, regionalismo, injusticia y si se le puede llamar así, folclor, pero sobretodo (perdonen mi terquedad) soledad. Como ejemplos de esta gran habilidad tenemos la película El gallo de oro, cuyo guión fue escrito por Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez, protagonizada por Ignacio López Tarso y Lucha Villa, producto de una idea original suya; la película Pedro Páramo, llevada a la pantalla en 1967, basada en la novela; El rincón de las vírgenes, largometraje inspirado en el cuento Anacleto Morones, de El llano en llamas; no hay que olvidar su importante labor fotográfica, que abordaré más adelante, además de interesantes apuntes históricos, arquitectónicos, antropológicos y geográficos sobre varios edificios del país. A tal punto son sus dos obras de relevancia, que en 1970 se le otorga el Premio Nacional de Literatura y en1983 el Premio Príncipe de Asturias, presea considerada como la más importante después del Nobel; además es considerado ya como uno de los clásicos de la Literatura Hispanoamericana.

 

Pedro Páramo, una sopa de imágenes poéticas

 

Manteniendo correspondencia con un amigo que estudio ciencias de la comunicación y que ahora radica en el Distrito Federal, en una ocasión me mencionó que Pedro Páramo era muy rico en metáforas, sin darme cuenta y sin haber leído el libro, no supe que decir, pero cuando lo leí comprobé que era cierto. Imágenes poéticas que el autor había exprimido de los años en que vivió en el campo, adaptadas a Comala, a La Media Luna, a los sentimientos y psicología de los personajes: Juan Preciado, Pedro Páramo, Susana Sanjuán, etc.

 

Según las palabras de Carlos Fuentes, quien hizo un ensayo de Pedro Páramo, menciona que es un cambio para la literatura mexicana clásica. Los lectores acostumbrados, la mayoría de las veces, a un lenguaje directo, un tiempo lineal, entre otras cosas, se sienten confundidos ante la nueva técnica de Rulfo. Factores como la alternancia de narradores, manejo de analepsis (retroceso en el tiempo), imágenes poéticas en el texto narrativo, por mencionar algunos, fueron puntos de ataque y serias polémicas de parte de los críticos literarios, durante los primeros años a la publicación de dicha novela. No fue hasta que llegaron varios defensores como García Márquez quien se ha proclamado como admirador de Rulfo, Fuentes, Borges, Günter Grass, incluso Julio Cortazar, que recibió el reconocimiento propio de su talla.

 

El origen y concepción de Pedro Páramo es una conjunción de cuentos populares, tradición, inspiración y vivencias del autor. En cuanto a algunas experiencias de la infancia, pocos saben que el padre de Rulfo fue asesinado cuando él tenía seis años; este acontecimiento lo refleja en la novela, en el instante en que el joven Pedro es avisado de que acaban matar a su padre, dicho suceso es uno de los móviles que lo convierten en abusivo, malvado, un cacique cuya finalidad es expandir sus tierras. La orfandad de Rulfo, al fallecer su madre seis años mas tarde, también se ve citada en la de Juan Preciado. Otro factor fundamental de esta obra es (perdonen otra vez), la soledad, el mismo autor afirmaba lo siguiente: “Yo sé que todos los hombres están solos, pero yo más”, y seguramente ha de haber otros misterios de su vida en Pedro Páramo, que quizá Rulfo llevó hasta la tumba.

 

El erotismo manejado a lo largo de la historia, es desde mi punto de vista digno de admirar; empieza con la aparición de Susana Sanjuán, ya que no se ven indicios antes. Y es en quien se justifica gran parte de la personalidad de Pedro; es un idilio flagelante y vehemente para él, es su salvadora, la que le puede brindar el cariño arrebatado durante su niñez. Ese amor enfermizo, no correspondido, hace que posteriormente vea a las mujeres como objeto de placer, de tal manera que al estar con una, en aquellas noches soporíferas, trata de imaginar el cuerpo, los besos, el calor o la imagen de Susana; entonces sucede una catarsis de sentimientos, conduciéndolo a la maldad, que a su vez conlleva al propio suplicio de los habitantes de Comala. Ella por su parte nunca lo quiso, aún en la demencia es notable cierto rechazo, lo único presente en sus sueños e ideas es el sufrimiento y añoranza por la pérdida de otro hombre, su esposo. Aquí entra el erotismo y pasión, nada sutiles, vistos por ejemplo en la voz de Susana: “- En el mar sólo me sé bañar desnuda – le dije (a su esposo). Y él me siguió el primer día, desnudo también, fosforescente al salir del mar…”, o la estética comparación con el mar y la sensualidad como se enuncia: “....El mar moja mis tobillos y se va; moja mis rodillas, mis muslos; rodea mi cintura con su brazo suave, da vuelta sobre mis senos; se abraza de mi cuello; aprieta mis hombros. Entonces me hundo en él, entera…”, “Y al otro día estaba otra vez en el mar, purificándome. Entregándome a sus olas.”. Cuando muere Susana Sanjuán sucumbe el ambiente erótico, también se desmorona la poca esperanza e ilusión de Pedro Páramo, para ser feliz.

 

La muerte constituye un papel fundamental e indispensable, porque afecta el destino de los personajes, dándole mayor fuerza y valor a la obra. Es necesaria para que los diferentes sucesos se cumplan, dirigiéndonos con esto hacia los caminos sinuosos de la narrativa rulfiana. Algo que me atrajo con singularidad, fue la forma como la cuenta, con similitud a las experiencias que se relatan en las verbenas, acerca de aparecidos; aquí la cuentería o el arte de transmitir lo platicado a otros, entra como un recurso del creador literario, lo cual ocurre cada vez con mayor incidencia, en los escritores contemporáneos, como excelsa prueba tenemos Cien años de soledad. Los murmullos en Comala, aquel hombre que acompaña a Juan Preciado cuando éste se dirige a cumplir la misión encomendada por su madre, que resulto ser una anima en pena, al igual que doña Eduviges quién le da asilo, entre otras características. Independientemente de los diversos sentidos que tiene la muerte y de nuestra cultura ancestral de venerarla, es una labor algo difícil describirla en una novela corta, sobretodo al usar dos tiempos y dos espacios, pero que Rulfo supo manipular y dominar con destreza.

 

Aquella muerte tan anodina, el fin de un personaje, que produjo odio, injusticia, pecado, pero que tampoco fue comprendido, ni amado, que sintió la soledad y desgracia raspándole la piel, un amor no correspondido, y muchos otros aspectos tienen su ocaso en medio del yermo, donde el aire y el sol lánguido del atardecer, bañan los rostros de Pedro, de Damiana Cisneros, de Abundio, ahí, en Comala, donde todos no tienen a nadie.

 

El llano en llamas: realidad y folclor

 

El llano en llamas es una antología de cuentos publicada, como mencioné anteriormente, en 1953, para ese entonces el autor tenía treinta y cinco años, y contaba ya con fama, si bien,  aún no era un prestigio que trascendiera fronteras, por lo menos sí en Guadalajara y México, ya que en 1942 había sacado a la luz dos cuentos que más tarde conformarían dicha recopilación, en la revista cultural Pan, de Jalisco; posteriormente en 1945 otras narraciones se editan en un suplemento capitalino llamado América. Aunque muchos investigadores rulfistas aseguran que algunos cuentos los empezó a escribir en los cuarentas o hasta antes. Rulfo mencionaba lo siguiente en algunas entrevistas: “En 1942 apareció una revista llamada Pan, que por su peculiar sistema me dio la oportunidad de publicar algunas cosas. Lo peculiar consistía en que el autor pagaba sus colaboraciones. Allí aparecieron mis primeros trabajos. Y si no fueron muchos se debióúnicamente a que carecía de los medios económicos para pagar mis colaboraciones. Más tarde pasé a colaborar en América, revista antológica, donde al menos no cobraban por publicar…”.

 

Nuevamente en El llano en llamas, sigue el estilo innovador en la narrativa de Rulfo, sin embargo a diferencia con Pedro Páramo, el lenguaje es más directo y con pocas imágenes poéticas. Se le ha clasificado a esta serie de cuentos como un precursor, o hasta cierto punto una especie de ejercicio literario, para darle paso a Pedro Páramo.

 

En un breve artículo elaborado por Mario Benedetti en 1972, acerca del escritor tapatío, enuncia lo siguiente: “…cada uno de los cuentos, aun de los más breves, demuestra la economía y la eficacia de un narrador”; otra cita que resalta la importancia de sus escritos: “No oyes ladrar los perros es, sencillamente, una obra maestra de sobriedad, de efecto, de intelección de lo humano. Uno de esos cuentos que no es preciso anotar en la ficha para recordarlos de por vida”. Empero, no se trata únicamente de dicho cuento, sino de toda la compilación, solo que unos atraen, emocionan, impactan o hasta hacen reír más que otros, además resulta imposible desdeñarlos o compararlos para tener predilección por uno en específico, ya que en lo personal ningún cuento es inferior ni mucho menos superfluo, todos están hechos bajo distintas condiciones, con temática variable, pero con un mensaje y contexto similar: el sufrimiento del indígena, teniendo como atmósfera el ambiente rural. Por ejemplo es diferente el humor negro de Nos han dado la tierra y la crudeza o amargura de No oyes ladrar los perros o Paso del Norte, la ingenuidad de Macario equiparada con la maldad y lascivia de Anacleto Morones.

Esta compilación nos describe la realidad social, etnológica e ideológica, entre otras características, de todo un mundo rural, poniendo énfasis en el indígena. Por eso los personajes sufren, sufren porque son muy pobres, porque no les dieron la tierra que querían, o por el caciquismo. El llano en llamas representa al verdadero México y su campo, cuentos como: Nos han dado la tierra, La Cuesta de las Comadres, Es que somos muy pobres, ¡Diles que no me maten!, son una voz de protesta y denuncia de la situación agraria; por su parte Talpa, Macario, Paso del Norte, El día del derrumbe, No oyes ladrar los perros, etc., dejan ver la sociedad y/o el modus vivendi del indígena, reflejan su mentalidad y la atmósfera en que se desarrolla. El contexto histórico, generalmente y en la mayoría de los cuentos, apunta hacia la guerra cristera o bien, décadas posteriores a la Revolución Mexicana (30’s, 40’s y 50’s). Si bien, dicha selección de cuentos se publicó a mediados del pasado siglo, no deberíamos de sorprendernos de que situaciones similares o peores, aún se presenten en nuestros tiempos, pues aunque nuestras autoridades aseguran, que este tipo de problemas son casi nulos, mientras que la verdad es otra.

Pedro Páramo y El llano en llamas, se convirtieron desde 1955 y 1953, años de su publicación, respectivamente, en uno de los clásicos del siglo XX y de acuerdo con la opinión de muchos escritores famosos, no sólo del siglo pasado, sino de toda la literatura de habla española. Por eso no deben perderse de leer estas dos obras, sentir la soledad quemante o saborear el páramo en Comala, conocer los personajes, las historias, vidas u obras en El llano en llamas, es una experiencia que nunca olvidará en su vida como lector.

 

 Eduardo Rodríguez Torres


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