Prólogo del libro "Otra mirada al grotesco criollo de Graciela Infante"

Editorial Homo Sapiens, Rosario, 2017

El teatro de la inmigración, una mirada histórica y de análisis que huye del simplismo “Grotesco es el arte de llegar a lo cómico a través de lo dramático”. Armando Discépolo. Siempre es una fiesta la aparición de nuevos instrumentos enriquecedores para el ámbito de las disciplinas escénicas. En este caso, el texto de Graciela Infante, es motivo de esta dicha por su compromiso con la investigación y por su coherencia. Quedamos invitados a recorrer una singular faena, que interroga y acerca valiosas reflexiones, con una bibliografía completa y con una ancha calzada que incluye las expresiones previas al grotesco criollo como antecedentes del mismo, con un minucioso detalle del panorama social y político que daban marco y soporte a los emergentes artísticos del medio teatral porteño. Luego, aparece la figura de Armando Discépolo en toda su dimensión, con un corpus crítico riguroso que se detiene en sus obras emblemáticas. No es objetivo de este prólogo convertirse en estudio preliminar pues considero que caería en una sobreabundancia de conceptos, suerte de entorpecimiento para la lectura del ensayo. Por el contrario, estas palabras anhelan ser una mano compañera para abrir la puerta a un mundo fascinante, rico en matices y descrito con una disciplina de escritura notable. En la historiografía teatral de nuestro país se instituyeron una serie de mitos, especialmente en aquellos trabajos que carecían de rigor científico y cuyo valor residía en lo testimonial o en la crónica. La confrontación de datos, acontecimientos y citas con las fuentes secas y las orales han permito revisar categorías y afirmaciones que se repetían acríticamente. Ya no se trata de realizar pequeñas menciones sobre temáticas específicas indicando diversas cualidades en las poéticas dramatúrgicas o en la praxis escénicas sino de profundizar en sus líneas de acción, entender las relaciones de los acontecimientos teatrales con el campo y la influencia ejercida sobre los microsistemas teatrales coetáneos y futuros. Revisar y completar espacios transitados del devenir escénico nacional requieren de un compromiso serio que evite la transformación del profesional en un simple recolector de documentos de fuerte contenido emotivo que sólo tiendan puentes de empatía con experiencias aisladas, sin valor para comprender los procesos históricos del drama argentino. En los últimos años se comprendió que, en los diversos productos previos, se había trabajado desde una óptica diletante o académica reduccionista, lanzándose los especialistas a visibilizar espacios ocultos de las crónicas oficiosas y a registrar al acontecimiento escénico a partir de herramientas eruditas pero sin solemnidad. La profesora Infante repite su invitación sistemática y ajustada y de lectura amable a una aventura que nos trae las voces, a partir de sus discursos poéticos , de aquellos que realimentaron la posibilidad del encuentro artístico, parieron la ceremonia teatral que alimenta y da opciones que alejan al ser humano de la individualidad extrema y de la soledad. Y, particularmente, el decir de don Armando resuena con vitalidad y prístina lucidez. La ensayista promueve el repensar la relevancia de los fondos patrimoniales, entendidos como los textos dramatúrgicos no cristalizados ni inertes, a la luz de la paleta de las identidades que conforman a las comunidades inmigrantes que buscaron en el teatro resquicios de creatividad que calientan el alma en el fogón de la reunión, evitando la pérdida de sentido de algunos de ellos y la revalorización de otros poco visibilizados en el conjunto. Entender los sucesos del período como un continuo no como hechos separados, precisar los intensos cambios que la inmigración aluvional europea promovió en el entramado social autóctono y avanzar en el análisis de los anclajes textuales artísticos que esas mutaciones promovieron es parte de la investigación de la autora. Sabe que es preciso señalar entorno con límites y hondura suficiente; de lo contrario quedamos extasiados frente a un conjunto de límites imprecisos y sin organización coherente que puede atraer a quien lo lee pero que no aporta ni siquiera datos para una correcta lista de datos. Una cartelera revisitada, que critica a los modelos impuestos por la costumbre y la pereza intelectual, modelos perimidos teóricamente que resultan ser reduccionismos de escasa calidad. Se trata de operaciones de copia de textos anteriores, sin examen alguno, sin verificación de metodologías de pesquisa. Aunque tomemos una posición de estudio del teatro desde una perspectiva literaria no puede permitirse la publicación de materiales escritos, con pretensiones de fuente para el lector, que ignoren la potencia benéfica del teatro en la comunidad en la que nace y se presenta. Potencia heredada de ritos fundacionales, de esquemas festivos que se mezclaron y tomaron formas distintas a través de los trueques esperables en el decurso de los años. Cuando esos ritos se han paganizado, ocultando su función sacra purificadora, el rescate de una escena celebrante es complejo y genera tensiones de múltiple naturaleza; tensiones que son provocadas por esa vejación que se operó sobre la mente de cada habitante de a pie, neutralizando su natural impulso por entretejer madejas de vida en cada micro momento protagonizado en comunión y convirtiéndolo en simple usina de trivialidades o sentencias inconexas. Cada fragmento, cada ladrillo de memoria merecía sentar las bases desde la construcción de originales constructos analíticos para posteriores trabajos. Se produce un buceo en un conjunto de hechos vinculados e interactuando, a través de los cuales descubrimos lo interno y lo externo del uno en el otro y en el nosotros. Respetando la visión de proceso, este registro nos deja apreciar la lenta y constante construcción del cuerpo social. Desde esta construcción desentrañamos el entorno con una perspectiva nueva, un entorno que nos visibiliza y nos cuestiona en cada cambio que advierte. Esos discursos del ayer tienen significado en el hoy, han permanecido en el imaginario común, son pertinentes. La generosidad de la propuesta reside en el desprecio por los métodos infalibles, por la pretensión escolástica de entregar sentencias en sentencias cerradas. En este libro, Graciela Infante describe con claridad y hondura las primeras décadas del siglo pasado, dejándonos una pieza de examen brillante sobre el teatro porteño del período y el contexto en el que se desarrolla. Cada dato nuevo genera una pregunta y el desafío es continuar esa senda crítica, evadiendo las sillas del descanso, de la somnolencia. Décadas trabajadas en las que comenzaron a circular terminologías como “crisol de razas”, que intentaba probar desde los documentos oficiales una integración mucho más compleja. Surge una literatura que, luego de una posición xenófoba, se acerca al extranjero desde una actitud más amable con el objetivo de asimilarlo. En las primeras aproximaciones xenófilas, hay mixtura en las posturas asumidas por autores cuyas creaciones eran en teoría la expresión ordenada de la ola inmigratoria pero no ponían luz en la mayor parte de las voluntades que cruzaban los mares en búsqueda de concretar sueños con olor a esperanza. Los inmigrantes del sainete festivo, encorsetados en sus gestos y manifestaciones esperables, dejaban el lugar a los personajes del grotesco, sombras de un sueño de ascenso económico inalcanzable. Las “calles tapizadas de oro”, la “tierra de promisión” anhelada, fueron para miles tan sólo quimeras, promesas vanas de un sistema que les devolvía miseria y explotación. Para muchos, deberán pasar generaciones antes de conseguir un nivel de existencia digno, alejado de las penurias iniciales, realidad muy distinta de las riquezas que la promocionada frase de “hacerse la América” preconizaba. Criaturas que serán pintadas por el grotesco criollo con maestría, alejándose del fotográfico manifiesto naturalista para superarlo estéticamente. Infante nos informa, empeña su pluma con sabiduría para donarnos su pesquisa esclarecedora. Hay una mirada profesional sobre la memoria que esclarece y que reivindica a la lectura crítica como eje para entenderla. Este volumen se vuelve imprescindible para seguir quebrando los lugares comunes en la historia de nuestro teatro y para dar por tierra con opúsculos superficiales, mas relacionados con la doxa que con el razonamiento fundamentado. Los miembros del campo del teatral y los lectores que se acerquen a este maravilloso aporte, con un apéndice documental que apabulla, estaremos agradecidos por siempre.

Carlos Fos

 

 


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