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Ramón Andrés: Poesía reunida. Aforismos

ed. de Andreu Jaume Lumen, Barcelona, 2016.

Canta el poeta: “Vibran en la tierra y bajo ella, /en los años, /en los muros. /Nos oyen. Lo agudo y lo grave/ de una conciencia, su doblar /Un día regresará a sus ondas/ la aleación de algo silenciado” Escribe el aforista: “El ‘Yo’ no es una instancia psíquica, ni una unidad de percepción, ni una jerarquía de substancias. Es el apego” O bien, “Los himnos acaban siendo un dolor en voz baja” ¿Y acaso no son el mismo el poeta y el aforista? ¿Por qué decir eso?, porque una es la voz y uno el pensamiento. Tal como sería lógico el pensar que así sea, por cuanto sólo uno da cuenta de los varios matices del autor. De los matices nada más: uno es el nombre, una la voz discursiva. Es así como el autor Ramón Andrés ha hilado un discurso –a través de la sensible editorial Lumen; sensible por su acercamiento ya añejo a la poesía, al discurso poético y reflexivo- que nos acerca un escritor receptivo ante cualquier movimiento de la naturaleza, todas las naturalezas: ya sea la música, ya sea el poema, ya sea la expresión y riqueza de la palabra que define y canta el amor y la muerte, la sorpresa y la niebla a través de su saber enciclopédico. Su trayectoria viene siendo una obra larga, un discurso fecundo que, asentado con esmero en el mejor discurso literario español, acuña por sí un bagaje tan sustancioso como evocador de cuanto es objeto de su curiosidad: la música y sus instrumentos, el mito y su vinculo con la naturaleza, las tenaces constancias del hombre en su pensar acerca de la libertad, del empeño del amor. Se trata, en conjunto, de un paradigma ontológico que alcanza como pocos autores una relevancia verdaderamente cualificada.      Tiene siempre, pues, su obra, un principio redentor acerca de la soledad; propicia una saludable compañía: “El tiempo que crees haber perdido es, sin embargo, el de tu historia más esencial” O Bien, “La utopía, la de cada uno, fuerza el olvido de las causas comunes” Y si es el verso quien ha de suscitar emoción, podemos leer: “Las aves alargaron su sombra dos jornadas, /se hicieron tallo, fueron la cadena, /en la polea de la lluvia/ que nos engrana a nuestra predicción”                Así, como una forma de vivir                                                                   

Ricardo Martínez