Pedro Salinas, el narrador creíble

Arturo del Villar

ES sabido que el grupo poético del veintisiete, como su misma denominación señala, está compuesto por poetas, y que algunos de sus integrantes cultivaron además otros géneros literarios añadidos. Fundamentalmente formaron un grupo debido a su entrega común a la creación lírica, aunque algunos hicieran también experiencias narrativas, dramáticas o ensayísticas, e incluso intentasen acercarse a las artes plásticas, pintura, dibujo o música. Pero su obra esencial es la poética. Ocurre que cuando un ensayista elige como tema de investigación otra faceta distinta de la lírica en alguno de los componentes del grupo, empieza por decir que se trata de una actividad notabilísima, aunque haya quedado disminuida por la fuerza de la creación poética. Es lo que hace también Natalia Vara Ferrero, al comenzar su ensayo sobre Conocimiento y humanismo en las narraciones de Pedro Salinas, recientemente editado en Málaga por el Centro Cultural Generación del 27, con 209 páginas. Ya tenía bien demostrado su interés por la obra salinesca, a la que lleva dedicados previamente al menos una docena de comentarios en revistas y libros colectivos, que yo sepa, y ha dado a conocer algunos de sus escritos inéditos. Para explicar la atención que le merecen las narraciones empieza por discrepar tanto de los críticos que no las consideran al mismo nivel categórico de los poemas, como de los lectores que no las valoran al mismo rango de las poesías. En su opinión están equivocados unos y otros: Lamentablemente, la complejidad formal y temática de estos textos ha cegado a muchos de sus lectores, que no han logrado trascender los engañosos marbetes con los que han sido sentenciados (como, por ejemplo, los de “deshumanización” o “escritura intelectual”). […] El juicio de la mayor parte de los críticos se ha sustentado sobre una lectura prejuiciosa y poco profunda, que ha considerado mayoritariamente que los diversos géneros que componen la obra del autor eran simples complementos del núcleo incuestionable de su creación poética. (Página 13.) Se opone la autora ese criterio, a su parecer, erróneo, y se propone convencernos de lo contrario, al analizar todos los escritos narrativos conservados de Salinas. No obstante, al observar el diferente trato dado por el autor a la obra poética y la narrativa, podemos sospechar que él mismo prefería la escritura lírica. En primer lugar por el número de obras y la insistencia en redactarlas, y también porque dejó inconclusas muchas narraciones comenzadas, señal indudable de falta de interés o inseguridad en la valoración de su trabajo. LAS INNOVACIONES DE SALINAS Inauguró las ediciones de su narrativa en 1921 en la revista Índice, impulsada por su entonces amigo y protector Juan Ramón Jiménez, quien asimismo publicó dos años después su primer poemario, Presagios; más tarde chocaron sus genios irritables, que diría Horacio, y se convirtieron en despreciativos enemigos, pero ésa es otra historia. Ese primer cuento corto se titula “Un conocido por conocer”, y la autora descubre en su brevedad un avance de lo que serían rasgos característicos en la narrativa posterior de Salinas: Es un relato delicioso y sorprendente, que desde su brevedad plantó cara a la herencia recibida de la narrativa decimonónica subvirtiendo las bases tradicionales de la narración breve y apostando por una renovación formal, temática y lingüística que se demostraría necesaria y fructífera en los siguientes años. (P. 43.) El tono rendidamente apologético del comentario avanza la opinión general de Natalia Vara Ferrero acerca de la narrativa salinesca. Por eso la ha elegido como tema de su trabajo, naturalmente. Así que a su parecer la publicación de Víspera del gozo en 1926 “marcó un hito en la literatura de su época” (p. 43). Se basa en que fue el primer volumen de la colección Nova Novorum lanzada por las Ediciones de la Revista de Occidente, pero las obras siguientes del catálogo no parecen guardar ninguna relación con su escritura, ni se aprecia tampoco en títulos de otras editoriales impresos en la época. Debiera explicar cómo se demuestra ese hito, señalando su presencia en las obras narrativas de otros escritores coetáneos. NOVELAS LÍRICAS Propone el calificativo de novela lírica, un género apreciado por entonces en la literatura europea y estadounidense. Alega que Salinas intentó subvertir las normas del género realista aceptadas desde los tiempos de Cervantes, rehuyendo los convencionalismos galdosianos y estableciendo una función metaliteraria enlazada con el aspecto metalingüístico de los siete relatos integrantes del volumen. Entre las varias aportaciones que realizó, destaca la autora del ensayo la nueva visión de la ciudad, realzada con caracteres de coprotagonista: En estos relatos, las ciudades se sitúan como el codiciado objeto del proceso cognoscitivo de los protagonistas junto con la amada. Una sensación de inquietud y de profundo desasosiego caracteriza a los personajes masculinos que recorren las calles de estos relatos. Ese malestar tiene no sólo un origen sentimental, sino que también se relaciona estrechamente con el deseo de conocimiento de la ciudad por la que se mueven. (P. 62.) Otro aspecto destacable es el tratamiento de la temporalidad, anunciado desde el título, esa víspera significativa, pero menos importante en la valoración que el día fijo. También la modernidad impuso una manera original de contar el tiempo en la narrativa, aceptada por Salinas. Un tiempo que para el poeta quedó marcado por la sublevación de los militares monárquicos, causa de una guerra en 1936 que a él y a medio millón más de españoles los empujó al exilio en busca de la libertad prohibida en su patria. Esa escisión temporal afectó a todos los españoles, como era obligado. Se modificó la manera de vivir habitual hasta entonces, pero en el caso de los escritores resultó impactante en el devenir de su escritura. La obra del exilio difiere sustancialmente de la escrita en España, como era obligado ante el cambio biográfico padecido por los autores. Es sorprendente la nómina de novelistas ejemplares residentes en la España dictatorial, aducida por Natalia Vara Ferrero para equiparar sus obras con las nacidas en el exilio por los escapados del terror fascista: Junto a los relatos y novelas de Miguel Delibes, Camilo José Cela, Juan Antonio de Zunzunegui, Rafael Sánchez Mazas y tantos otros, es donde hay que situar y valorar la obra narrativa del exilio español y la de Pedro Salinas. (P. 77.) La nómina produce risa. La verdad es que la literatura española después de la guerra es anormal, porque los escritores dignos de tal nombre estaban en el exilio, en la tumba o en la cárcel. Hubo que esperar la llegada de una nueva promoción, que no participó en la contienda por su edad, para que el panorama literario español comenzara a rehacerse. UNA SÁTIRA POLÍTICA En el caso de Salinas hubo una larga pausa en la escritura narrativa. Al parecer, no volvió a recuperarla hasta 1946, cuando se descargó su emotividad en “Los cuatro grandes mayúsculos y la doncella Tibérica (Cuento infantil con una víctima al fondo”, un texto no ideado para la publicación, sobre la dictadura fascista afianzada en España. Los cuatro grandes son los líderes de las naciones vencedoras de la guerra mundial, en quienes confiaban los exiliados españoles para que, una vez derrotado el nazifascismo después de un terrible enfrentamiento bélico, terminasen la tarea limpiadora expulsando de España a su último jerifalte. Se sirvió de la ironía y la sátira para explicitar sus preocupaciones políticas y sociales, cuando la guerra fría entre los dos grandes bloques enemigos afianzaba el sillón del dictadorísimo sobre sus víctimas. No hace falta explicar que Tibérica es el nombre literario de España, la doncella inocente víctima propiciatoria de los pactos políticos. Una novela que tituló El valor de la vida quedó abandonada sin continuación, cuando llevaba escritos a máquina poco más de dos centenares de páginas. Comenzada en el invierno de 1949, no consiguió librarse de las dudas acerca de la oportunidad de esa escritura, por lo que decidió abandonarla. En un principio sus hijos acordaron dejarla inédita, pero en 2009 accedió a la imprenta. El convencimiento de Salinas acerca de su falta de aptitudes para culminar la tarea impuesta con su redacción, confirma que son exageradas las loas propiciadas a su obra narrativa. Fue incapaz de llevar a término la única novela comenzada. Es verdad que en lo escrito se hallan aportaciones interesantes alrededor de la vida humana, en la disyuntiva entre el bien y el mal, pero se queda en el apunte. Recordemos que por entonces los existencialistas franceses renovaban la narrativa europea, con un planteamiento teórico en parte coincidente, y culminado con éxito en su caso. Se trata de novelas y cuentos de alta calidad literaria y profundo impulso para meditar. La protagonista del relato pretendía descubrir el valor de la vida, y Salinas el método de escribir novelas, y ninguno de los dos encontró respuesta a sus inquietudes. BOMBAS NO Fue en 1950 cuando volvió a entregar una narración extensa a la imprenta, La bomba increíble, aparecida en Buenos Aires porque la censura dictatorial española no aceptaba la literatura de los exiliados. Escrita en Baltimore en tres meses ese mismo año de su edición, está motivada por el cambio impuesto en la política mundial por la bomba atómica, ya que facilitaba un poder inmenso al país que poseyera su fórmula, y así continúa siendo. El autor la calificó de “fabulación”, y como todas las fábulas contiene una moraleja final. Aunque trató sobre la posibilidad de publicarla en los Estados Unidos traducida al inglés, no encontró una editorial que la aceptase, porque el tema pacifista disentía del belicismo imperante en la sociedad. El tema inspirador se relaciona con la ciencia ficción, como una advertencia sobre los peligros de una tecnología destinada a la destrucción masiva, que puede abocar a un apocalipsis final. Claro que la historia posterior a 1950 convierte a la narración en una fábula candorosa, superada por una realidad terrible, en la que seguimos inmersos, al parecer sin remedio. No obstante, parece que Salinas conservaba alguna esperanza sobre el futuro, según sugiere la autora: En la fabulación saliniana subyace un deseo de retorno al “paraíso perdido” que trasciende la habitual dimensión amorosa que domina los relatos del autor para proyectarse sobre la humanidad. El nuevo “Génesis” culmina con un Edén en el que el sentimiento cainita ha desaparecido, en el que el hombre no repetirá nuevamente la muerte en manos de un hermano (“Génesis”, 4). En definitiva, el inminente Apocalipsis desemboca en una oportunidad de redención, que únicamente culminará gracias al proceso de desciframiento y piedad que esta moderna heroína desarrolla. (P. 105.) Salinas quiso probablemente recrear una nueva Utopía, que nada permitía suponer posible en su tiempo, y cada día se muestra más lejana. Como visionario parece un fracasado total, como todos recordatorios acerca de la igualdad y la fraternidad entre los seres humanos, para que la Tierra sea un paraíso, la patria de la humanidad. EL DESNUDO Y EL DESTINO Cinco novelas cortas independientes, aunque alguna vez se entrecruzan, componen el tercer y último libro de narraciones editado por Salinas, El desnudo impecable y otras narraciones, impreso forzosamente en México en 1951, porque en la patria del autor su nombre estaba prohibido. La ensayista proporciona una visión crítica de conjunto que resume perfectamente su contenido: La estructura de las novelas breves contribuye a afianzar la conexión que mantienen entre sí. En todas ellas la situación que se plantea al inicio es la de la vida cotidiana de los personajes, que viven inmersos en una tranquila atmósfera de confianza y monotonía. Esa primera impresión se ve sacudida por la irrupción inesperada de la casualidad.Ésta los obliga a tomar una posición ante los acontecimientos que se suceden, los cuales parecen abocarlos irremediablemente hacia la tragedia y suponen un enfrentamiento a todos los niveles de la existencia. (P. 107.) El destino inexorable inspiró algunas de las obras dramáticas más perfectas en la Grecia clásica, y es un tema inagotable para los escritores. Uno de los poemarios más alabados de autor se titula Seguro azar, aparentemente una logomaquia, porque en principio lo seguro no depende del azar, a no ser que entendamos el título como la obligatoriedad de acatar el destino inmutable. La niebla que alguna vez envuelve a los personajes hace pensar en la nivola de Unamuno de ese título, en donde se describe el cumplimiento obligado de la muerte del protagonista, después de advertir al autor que él también se moriría; innecesariamente, puesto que lo tenía muy asumido, aunque protestase airado ante su dios personal. De nuevo llama la atención la autora acerca de la atracción de Salinas por la gran urbe desbordada. El símbolo de la gran ciudad es Nueva York, “la ciudad posmoderna por excelencia”, presentada en tres de las cinco novelas del volumen. Se caracteriza por su hostilidad hacia el ser humano, en donde sus millones de habitantes son solitarios sin posibilidad de comunicarse, domiciliados en el peligro constante. Los rascacielos de los que se burlaba Miguel Hernández encuentran aquí una dimensión monstruosa e inhumana, en la que se anonadan sus habitantes, perdidos en calles dominadas por los delincuentes y en parques en los que se refugia la muerte. Eso es lo que consideramos civilización, aunque carezca de humanidad. LUCHAR CONTRA EL DESTINO Ese lugar es el escenario en donde se representa el gran guiñol del mundo, en donde las marionetas recitan sus papeles sin cambiar una letra, porque están manejadas por su destino. No obstante, les queda todavía escondido un trozo de rebeldía, el deseo de probar el fruto prohibido para llegar a ser como los dioses. Explica la autora a este respecto: La lucha del hombre contra su destino, tema sobre el que versan estas novelas breves, conduce a una interpretación de estos acontecimientos como una actualización literal de la tragedia clásica. No obstante, una lectura profunda hace emerger la revisión y la subversión que el destino determinista de los estoicos y los clásicos españoles sufre en estos textos. Lejos de aceptar una formulación resignada, en la que la vida se desliza irremediablemente hacia un desenlace ya escrito, se dibuja la posibilidad de trazar el propio destino. (P. 130). Seguramente El desnudo impecable y otras narraciones constituye la obra en prosa creativa más interesante de Salinas, por los desvelamientos que proporciona acerca su idea del ser humano en la historia, y por estar involucrada en el trabajo de creación de su obra lírica. Además de esta producción narrativa escasa, dejó Salinas varios borradores, conservados en la Universidad de Harvard, con apuntes, notas, argumentos y comienzos de relatos. Al parecer su método de trabajo consistía en trazar esquemas previos, sobre los que volvía para ampliarlos y modificarlos, realizando después una condensación del argumento, antes de redactar la narración a mano y pasarla a máquina para continuar corrigiéndola. Un método de trabajo lento, que en esos textos se quedó en proceso sin fin. En opinión de la autora, el verdadero valor de estos esbozos radica precisamente en su condición de inacabados, porque permiten conocer la fórmula creadora de Salinas, en estos casos quebrada. Lamentablemente no se conservan los originales de los tres libros de narraciones editados por él. Eso mismo es lo que nos facilita Natalia Vara Ferrero en su atinado ensayo. Con delectación atenta ha pormenorizado los elementos característicos de la preocupación saliniana al encararse con la realidad de su tiempo, en dos espacios separados por el tajo de la guerra en España con sus implicaciones. Tituló El contemplado su visión del mar desde Puerto Rico, pero su obra completa podría titularse “La contemplada”, porque eso hizo con su vida en los lugares adonde le llevó el destino.

 


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