Tomás Meabe como político, escritor y periodista

Arturo del Villar

LA personalidad de Tomás Meabe ha estado siempre oscurecida, lo mismo durante su corta y azarosa vida que en su valoración póstuma. Con ocasión del centenario de su muerte se le han dedicado algunos recuerdos que debieran servir para fijar su lugar en la historia política y cultural de España. Comenzó la conmemoración con una ofrenda floral ante su tumba en el cementerio de Derio, el 22 de noviembre de 2015, y exactamente un mes después fue inaugurada una amplia exposición sobre su figura histórica en el palacio Euskalduna de Bilbao, que sería deseable pudiera verse en otros lugares, muy especialmente en Madrid, la ciudad en donde falleció el 4 de noviembre de 1915 a consecuencia de la tuberculosis. Además la Fundación Pablo Iglesias ha editado un volumen de 180 páginas, titulado Tomás Meabe. Fundador de las Juventudes Socialistas, imprescindible para rescatar del olvido a esa figura interesante, ocultada por su modestia, en las tres actividades a las que se dedicó, la política, el periodismo y la literatura. Se le ha puesto un precio asequible de 15 euros. Se inicia con tres salutaciones de dirigentes actuales del partido en el que militó, el Socialista Obrero, seguidas por una introducción firmada por uno de los comisarios de la exposición, Enrique Moral Sandoval, y cinco estudios en los que otros tantos ensayistas acercan a los lectores a la personalidad de Meabe en sus variadas facetas, que son la razón de ser del volumen, y por ello los vamos a comentar. Se completa el libro con una cronología biográfica, una bibliografía del protagonista y la dedicada a él, y una galería fotográfica que ocupa 48 páginas, en la que se encuentran retratos suyos, de sus familiares y de sus correligionarios, escenas de mítines, manuscritos y portadas de revistas y libros. En la reducida bibliografía sobre Meabe existente, contenida en una página del volumen, esta edición representa una aportación decisiva para acercar al lector a una figura muy poco conocida, que sin embargo tiene un papel histórico importante, a pesar de su corta vida de solamente 36 años. MEABE Y LAS JUVENTUDES SOCIALISTAS El protagonismo de ese papel se explica en el título mismo del libro: Tomás Meabe. Fundador de las Juventudes Socialistas. Es el título que repite el otro comisario de la exposición, Aurelio Martín Nájera, en el estudio con el que colabora a su homenaje, y sin embargo en las primeras líneas anota una duda, al señalar que “la realidad fue que su papel en el desarrollo orgánico de las Juventudes Socialistas de Bilbao (Vizcaya) fue un tanto marginal” (página 151). Corrobora esta opinión con una cita de Andrés Saborit, tomada de un original inédito conservado en la Fundación Pablo Iglesias: “En realidad Tomás no hizo nada entre las juventudes socialistas” (p. 152), de modo que es discutible si el título del volumen resulta acertado. Explica Martín Nájera que los primeros movimientos asociativos juveniles surgieron en Bilbao en 1903, y fueron alentados por Meabe desde su cargo de director del semanario socialista La Lucha de Clases. El 12 de setiembre insertó un editorial en el que propuso crear “una organización de jóvenes”, a semejanza de la existente entre los socialistas belgas. La idea no era original, porque desde comienzos de ese año un grupo de jóvenes socialistas preparaba en Bilbao la constitución de una agrupación especial para ellos con personalidad propia. El 27 de setiembre tuvo lugar la primera reunión en Bilbao. Fue elegida una comisión constituyente de siete miembros, en la que figuraba Meabe, encargada de redactar los estatutos. Pero no pudo aportar su colaboración, porque en diciembre fue encarcelado, y a poco de salir de la prisión se exilió en Francia, para evitar un proceso en el que se le pedían ocho años de cárcel. Así se estrenaba el reinado de Alfonso de Borbón, el XIII de ese nombre, una cifra con mala imagen, en su caso con motivo. Llama la atención leer que Pablo Iglesias, el fundador del Partido Socialista, se opuso a la creación de las Juventudes Socialistas, por juzgar innecesario separarlas del resto de la militancia. Lo mismo opinaban el Comité Nacional del partido y su órgano de expresión, El Socialista. Pero el proyecto siguió adelante, y Martín Nájera lo estudia, sin la participación del exiliado Meabe, por lo que en la página 162 pone entre comillas que “fundó” la organización. De modo que el título de este volumen puede ponerse en entredicho. El seguimiento en el estudio de la historia protagonizada por las Juventudes Socialistas llega hasta 1977, cuando ya estaba instaurada la monarquía del 18 de julio, según la definió el dictadorísimo, aunque lógicamente no guarda ninguna relación con Meabe. POLÉMICA CON SABINO ARANA Víctor Manuel Arbeloa colabora con un análisis de las difíciles relaciones entre Meabe y Sabino Arana, fundador del Partido Nacionalista Vasco en 1895, cuando Meabe cumplió 16 años, terminó los estudios de peritaje mercantil y empezó a trabajar en un banco. Su padre era concejal por el PNV, de modo que el joven se afilió al partido. Sin embargo, se interesó por conocer los fundamentos del socialismo, al mismo tiempo que abandonaba la práctica del catolicismo romano en el que había sido educado por su fanática familia, y en 1902 empezó a colaborar en el semanario socialista del bocho La Lucha de Clases, del que sería director. La doble deriva de Meabe disgustó a Arana, que en un escrito firmado con seudónimo trató de hacerle volver a su redil, sin conseguirlo, porque el entonces marino mercante defendió sus nuevos ideales, con unas réplicas a su antiguo jefe político. En esos momentos Arana fue encarcelado, acusado del supuesto delito de pretender enviar un telegrama de felicitación a Roosevelt, el presidente de los Estados Unidos de América, por haber liberado a Cuba del colonialismo español, y pedir a su ejemplo la liberación de Euskadi. De modo que hace un siglo largo los gobiernos españoles actuaban igual que lo siguen haciendo ahora. Al regresar de un viaje Meabe visitó en la cárcel a Arana, y además escribió en contra de su encarcelamiento. Continuó publicando réplicas en defensa del socialismo, hasta una docena, glosadas atentamente por Arbeloa. Especialmente meditó sobre el concepto y las cualidades de la patria, combatiendo las ideas bizkaitarras. Lamentó el desprecio de los nacionalistas por los llamados maketos, emigrantes en Euskadi para buscar un trabajo inencontrable en España, hasta el punto de burlarse de su pobreza. También abordó la cuestión religiosa, tan pujante entre los nacionalistas, para recriminarles que no se comportaban como cristianos, ya que decían serlo, pero no practicaban la doctrina predicada por aquel “gran filósofo revolucionario”. En consecuencia les dijo: “Decididamente, sois enemigos de Cristo.” Comentarios de una persona que había abandonado la religión aprendida en su niñez por considerarla falsa, dirigidos a unos catolicorromanos cegados por el fanatismo. SOCIALISMO VERSUS NACIONALISMO Continúa tratando este asunto Jagoba Álvarez Endeño, en un extenso estudio a partir de una frase de Meabe: “Mi posición como vasco es el socialismo internacional.” Señala cuatro aspectos fundamentales en su ideología: la defensa de la lucha de clases para combatir el sistema dominante, la oposición internacional socialista contra el nacionalismo burgués, el laicismo con su deriva anticlerical, y el antimilitarismo. Se entrecruzan, por ser facetas del proyecto único de convertir la Tierra en un paraíso, de modo que se pueden analizar conjuntamente. El ensayista centra su estudio en el análisis de la oposición entre nacionalismo, baluarte de la burguesía, e internacionalismo, aspiración del socialismo. Traza un panorama de la realidad social en Euskadi en el cruce de los siglos XIX y XX, período de expansión industrial y minero que atraía una emigración interior continua, en coincidencia con una deficiente legislación laboral y ausencia de derechos democráticos. El nacionalismo nació racista y xenófobo, resumido en su lema “Dios y leyes viejas”, con un desprecio absoluto hacia los denominados injuriosamente maketos, por lo que los obreros emigrantes aceptaban el socialismo. Su portavoz reivindicativo fue el semanario La Lucha de Clases, en el que Meabe desarrolló una gran labor proselitista. Se oponía a todas las visiones nacionalistas, como escribió: “Vasquismo, catalanismo, españolismo, cuanto tienda a desunir irracionalmente a los seres humanos, me es antipático.” El independentismo le parecía inútil, si no servía para mejorar la condición social del proletariado, puesto que así continuaría la lucha de clases, que él deseaba resolver. Resume Álvarez Ereño su meticuloso trabajo afirmando que Meabe aceptó el marxismo como suyo, demostró claramente su posición revolucionaria, y se opuso a quienes pretendían acabar con la misma idea de la lucha de clases desde posiciones revisionistas, y declara: “Frente al chovinismo racista Tomás se levantó como un convencido obrero de la pluma, se irguió como un internacionalista solidario y como un apóstata de las ideas impuestas” (pp. 87 s.) EL LITERATO INÉDITO La otra faceta que integra su personalidad, la de escritor, es comentada por Luis Arias González y Francisco de Luis Martín, en el ensayo que firman conjuntamente. Describen a Meabe como “un soñador de dimensión inconmensurable, faceta que vertió, también, en su producción escrita” (p. 95). Su escritura se vehiculó principalmente en el periodismo, y más concretamente en el político, por el que fue reconocido, admirado denostado, perseguido, encarcelado y exiliado. Su actividad como creador literario resultó ignorada por muchos de sus lectores, ya que él no publicó ninguno de los libros que compuso. Fue un escritor compulsivo, que dudaba sobre la exactitud de su escritura. Colaboraba en periódicos, pero no se decidió a dar un solo libro a la imprenta, por un afán perfeccionista que nos parece exagerado. Según propia confesión, quemó buena parte de sus escritos, por no parecerle aptos para la publicación. Todos sus libros se han publicado después de su muerte, gracias al interés de sus amigos para que no se perdieran. Los únicos libros publicado por él fueron las traducciones, nueve volúmenes editados en París entre 1908 y 13, más otro impreso en Bilbao. Hizo las versiones del griego clásico, el latín, el francés y el inglés, lo que demuestra su condición de políglota. Las traducciones le sirvieron para ganar un jornal, especialmente urgente en el exilio. Este carácter de ediciones póstumas de su obra literaria, comentan los autores, es perjudicial, porque no se ha seguido un criterio selectivo a la hora de fijar los textos, lo que es un motivo para devaluarlas. Un crítico tan exigente como Juan Ramón Jiménez le dedicó un retrato lírico en su restringido cenáculo de Españoles de tres mundos, publicado en 1942 durante su exilio de español libre, que empieza aludiendo a esa ineditez: “”Sus amigos lo llevan por ahí, manuscrito, en los bolsillos.¿Bastan los dos o tres gritos que le han dejado dar en su ahogo diario, para definir la silueta de su bella vida interior de pajarito triste y pobre?” Sí, bastan, como lo demuestra la propia inclusión en el libro de los retratos. Sabemos del gran interés de Juan Ramón por ese retrato, porque su secretario oficioso Juan Guerrero fue anotando en su diario las opiniones siempre variables del poeta acerca de su ubicación en el libro. Los autores tratan de inscribir a Meabe en una generación literaria, aunque por la misma condición de su escritura es difícilmente clasificable. Consideran que puede ser vagamente delimitado “como epígono del grupo del 98 y adelantado del 14, quedando en una tierra de nadie, situación muy acorde con su feroz individualismo y su resistencia a las etiquetas de todo tipo” (p. 99). Parece lo adecuado en este caso. Sobre su estilo opinan que le preocupó la forma de llegar fácilmente a los lectores, sin rehuir la calidad artística. Para acceder a un público mayoritario eligió unos géneros que le parecían los más asequibles, cuentos, fábulas, aforismos, poemas en prosa y juguetes teatrales. Los estudian con una atención que no es posible resumir aquí. Capítulo aparte lo marca el semanario satírico bilbotarra El Coitao. Mal Llamao, del que aparecieron ocho números en 1908. Apadrinado por Gustavo de Maeztu, reunió a un grupo de jóvenes disconformes con la asfixiante sociedad en la que vivían, tan apasionados en su crítica que hasta Unamuno colaboró en sus páginas. Lo hizo Meabe en tres números, con sus reivindicaciones habituales. Por la actualidad del tema pasado más de un siglo, debe destacarse un cuento sobre el desahucio de un anciano. LA AMISTAD CON PRIETO Finalmente, Alonso J. Puerta colabora en el volumen con un estudio sobre las relaciones de amistad entre Meabe e Indalecio Prieto, a partir de la documentación conservada en los archivos de la Fundación que lleva el nombre de Don Inda. La amistad se inició a comienzos del siglo XX, y según relató Prieto él fue quien empujó a Meabe a inscribirse en el Partido Socialista: dio cuenta en una gacetilla de su participación en una fiesta socialista, cuando todavía se le consideraba un nacionalista íntimo de Arana, por lo que se originó un revuelo en Bilbao, que le forzó a tramitar la afiliación. Que de todos modos hubiera sido segura. A diferencia de lo apuntado por Martín Nájera, Puerta considera a Meabe “el principal fundador de las Juventudes Socialistas de Bilbao y de España” (p. 133). De su amistad con Don Inda cuenta que asistió a su matrimonio civil en 1904, después de obtener la libertad provisional para abandonar la cárcel por concesión especial. En Madrid, en donde Meabe esperaba la muerte a consecuencia de la tuberculosis, Don Inda consiguió recolectar un dinero, vendiendo cuadros de pintores amigos, para que alquilara un piso adecuado. Allí lo visitó la víspera de su muerte, para despedirse de él, no porque supusiera su fallecimiento inmediato, sino porque marchaba a Bilbao con el fin de participar en la contiende electoral. A la mañana siguiente le llegó el telegrama que notificaba su muerte, sumiéndole en gran dolor. La Juventud Socialista de Bilbao organizó una velada necrológica en su recuerdo, e invitó a Don Inda a pronunciar el discurso fúnebre, pero le fue imposible pronunciar una sola palabra, ahogado por las lágrimas. Diez años después, cuando sus restos fueron trasladados al cementerio de Derio, llevó escrito un discurso, para evitar que se repitiera aquella escena patética. Don Inda siguó manteniendo la amistad con su viuda, Julia Iruretagoyena, y su hijo, muerto durante la guerra trágicamente cuando manipulaba una bomba. Exiliada en México, Prieto le procuró un trabajo en la secreta- ría de la JARE, y después continuó ayudándola económicamente hasta su muerte en 1954. Por la correspondencia publicada comprobamos que se trataban protocolariamente de usted. En cambio, se tuteaba con Santi Meabe, el hermano de Tomás. Don Inda escribió sobre su amigo con apasionamiento, y además preparó y prologó la edición de su libro Apuntes de un moribundo, aunque no llegó a verlo impreso por impedirlo su propia muerte en 1962. De este abreviado resumen debe entenderse que Tomás Meabe. Fundador de las Juventudes Socialistas, sea o no correcto el título, es un libro necesario para entender la oposición entre nacionalismo bizkaitarra y socialismo internacionalista, desde la perspectiva de quien militó sucesivamente en las dos teorías irreconciliables.

 

 


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