Escritores contra la vigilancia: una crítica al Facebook literario

Miguel Espigado / Elespigado.com

Día 07/01/2014

Más de 500 escritores de todo el mundo han puesto en circulación un manifiesto que exige a los gobiernos y las corporaciones el cese del espionaje social, realizado gracias a la venta de datos masivos por parte de Facebook, Google y otras empresas del sector de las nuevas tecnologías. Entre los firmantes cuentan cinco premios Nobel y otros nombres de enorme prestigio. A través de este post me gustaría pedir apoyo para la iniciativa, pero sobre todo, aprovechar el debate abierto para compartir una reflexión crítica sobre la utilización de Facebook en la comunidad literaria española. El texto tiene una extensión que me lleva a colgar una copia en PDF que puede descargarse aquí: Espigado, Miguel. Escritores contra la vigilancia. Una crítica al Facebook literario. La he enviado a un buen número de lectores, escritores y editores, animándoles a compartir sus opiniones en los comentarios, con el objetivo de redactar un segundo artículo donde se recojan esas intervenciones si la participación es significativa. Para los visitantes fugaces, un resumen:

Participar activamente en Facebook supone empoderar una empresa que ha traicionado la confianza de sus usuarios vendiendo su información a agencias gubernamentales, y se alinea con el comportamiento cada vez más antisocial de las grandes corporaciones del siglo XXI. Someter nuestro consumo de información cultural a un dominio que juega con los contenidos según criterios puramente comerciales, no hace más que consolidar viejas estructuras que deberían ser desafiadas a través de Internet. En el campo literario, ha convertido el marketing y la socialización en el centro mismo del intercambio cultural, provocando distorsiones preocupantes: las ocasionadas por la generalización de manierismos, comportamientos, y conductas condicionadas por la presión e imitación colectiva; la adaptación del mensaje intelectual y estético a las exigencias de la autopromoción on line; el fomento del sensacionalismo debido a la cuantificación constante de la popularidad; y la provocación de comportamientos patológicos que surgen cuando la relación con los agentes culturales se convierte en una relación social, resultando en una activación de prejuicios que afectarán definitivamente a la lectura (o renuncia a la lectura). Todo ello debería llevarnos a una reflexión profunda sobre cómo utilizar mejor las redes sociales para cumplir con los ideales universales del humanismo que deberían regir en el campo literario.

¿Y si fuera la vanguardia del pensamiento reaccionario?

Hasta hace poco, la defensa de Internet y el activismo en sus redes podían considerarse opuestos al pensamiento reaccionario, pues este se había esforzado en criticar el nuevo medio desde el desconocimiento y el prejuicio, solo por su capacidad para trastocar ese estado de las cosas que por definición el conservadurismo trata de preservar. Sin embargo, expertos y activistas de relevancia internacional como Eugeny Morozov o Julian Assange, así como los casos de espionaje destapados por todos los medios de comunicación más imparciales y decisivos, confirman que las plataformas virtuales que supuestamente debían ayudarnos a crear liberadoras formas de organización social, ha invertido perversamente ese ideal. En la bibliografía final, incluyo links a textos de ambos autores, donde se da información muy exaustiva sobre cómo las redes sociales y las nuevas tecnologías se han convertido en sistemas de vigilancia con un poder sin precedentes.

Aunque estos hechos ya comienzan a ser de dominio público, se observa en la falta de reacción de los usuarios de Facebook el nacimiento de un nuevo reaccionarismo, en un entorno hasta ahora bendecido con la fama de motor de progreso. Hablo de a quienes no les importará seguir empoderando Facebook con una participación acrítica, ignorando las pruebas objetivas que ponen a la empresa en la senda de las grandes corporaciones que operan con menosprecio del bien común. De esta manera, los usuarios de la red se estarían enrocando en el mismo conservadurismo al que antaño parecían estar haciendo un corte de mangas: conformarse con un estado de las cosas, pese a su nefasta configuración, solo porque así se ha establecido. Una parte importante del mundo literario español ha asumido este rol sin cuestionarse la forma en la que Facebook modifica las propias reglas de su juego. Por ello quiero compartir aquí mis conclusiones, fruto de varios años participando activamente en este entorno, y cometiendo todos y cada uno de los errores que hoy me atrevo a criticar. Posiblemente la mayoría de estos puedan extenderse a otras comunidades culturales, aunque yo me limitaré hablar solo de lo que conozco.

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