Libros sin hojas


Javier Castañeda | 24/04/2008


Nada mejor que la resaca de Sant Jordi para reflexionar sobre los cambios que asoman en el mundo del libro. Al igual que en muchos otros sectores culturales, pese a que las cifras y datos que se manejan fuera del entorno analógico aún se escriben con minúsculas, todo parece esbozar que el proceso de digitalización es imparable.

Muchos lectores –e incluso no lectores de libros- reniegan sin pudor de ese nuevo y extraño invento que son los libros sin hojas. No en vano, la ecuación tiene su miga. Se trata de cambiar un gesto que nos ha acompañado varias vidas, como es el hecho de pasar las hojas de un libro, bien sea suavemente, con deleite, una tras otra… O bien a toda prisa, como el que busca ansioso cobijo entre sus letras. Dejar que los dedos se pierdan entre las páginas, que jueguen con ellas; sentir su tacto y su olor cuando abrimos un libro recién impreso… Todo un Edén de sensaciones aguarda, tras la solapa del libro, para ser disfrutado con vehemente fruición.¿Cómo será posible entonces, que cualquier maquinita sustituya tamaña ristra de placeres? Visto así, es comprensible que casi desde antes de haber nacido, el libro digital ya cosechara toda suerte de detractores.

Pero tan fútil es poner diques al mar, como intentar ir contra el progreso. Y lo que eran tímidas aproximaciones a los nuevos formatos, empieza a ser una industria cada vez más consolidada: un artículo del Florida Today de la víspera del Día Internacional del Libro, apuntaba que la industria del e-Book ha visto incrementos de dos dígitos, tras la llegada del Kindle de Amazon y del Sony Reader, que han dado un buen empujón a las ventas. Cada vez más pequeños, con mayor capacidad, más funcionalidades y, sobre todo, cada vez menos molestos a los ojos, los nuevos dispositivos digitales de lectura se perfeccionan y poco tienen que ver con sus hermanos mayores con los que apenas se llevan diez años de diferencia. Los más modernos libros digitales, están cada vez más cerca de provocar una sensación de lectura similar a la de un libro de papel y algunos expertos como David Pogue, columnista del New York Times, aseguran que "la experiencia de lectura es agradable, natural y que no se parece en nada a leer sobre la pantalla de un ordenador".

Pero no son sólo la tecnología de los dispositivos de lectura cambia. Pese a su efímera juventud, los nuevos soportes invitan a experimentar con nuevos lenguajes narrativos multimedia, a interactuar con la audiencia y terminarán, con el paso de los años, por crear un lenguaje propio enriquecido con la infinidad de piezas que permite hoy día el puzzle digital, y que probablemente ni podríamos imaginar ahora, sino tan sólo intuir torpemente. Mientras tanto, mientras a la escritura/lectura en pantalla le llega la mayoría de edad y con ella su propio modo de expresar una identidad tan única como polimórfica, la proliferación de libros digitales y otras experiencias narrativas –como los poemas por sms, las novelas interactivas creadas conjuntamente con el autor por la audiencia, las bibliotecas virtuales y demás ingredientes de esta sopa de letras virtual- tienen cada vez más demanda y más oferta de unos lectoescritores que, gracias a Internet, han trascendido su papel de lector pasivo y han adoptado los más diversos roles, no sólo como apuntadores o correctores, sino como autores en toda regla que emergen con todo tipo de obras basadas en estos nuevos formatos.

Mención aparte valdría la pena hacer de los blogs, ya que tanto por parte de los teóricos, como también en la Red, ha surgido todo un debate sobre si son o no un nuevo género literario. Dejo esta cuestión para los expertos en literatura, lingüística, filología, etc. que son los que han de investigar sobre el tema. Pero lo que resulta una realidad palpable, es que cada vez hay mayor número de blogs, que producen y recopilan información y contenidos digitales. Además, cabe destacar la fertilidad de la autopublicación o selfpublishingfacilidad de estos bloggers para pasar su obra al papel, gracias a editoriales como Lulu.com que, por un módico precio y bajo demanda, imprimen el contenido del blog con el número exacto de ejemplares que a cada uno pueda interesar.

Tras esta breve reflexión, parece claro que se abre todo un universo de opciones que se abre y que abarca, como no podría ser de otro modo, múltiples perspectivas y cuestiones, como la de si los documentos –en sentido amplio- que no se digitalicen serán una nueva especie en extinción; si será capaz la industria de adaptarse a los nuevos formatos –y las personas a los formatos de la industria- por consiguiente; si realmente seremos capaces de cambiar los libros por pantallas o si realmente estamos ante, lo que algunos expertos han dado en tildar de albores de una nueva era cultural. Un abanico de cuestiones que, sin duda, dan paso a un interesante debate y prometedoras reflexiones, que les invito a no perderse, sobre el futuro del libro.

Fuente:http://www.lavanguardia.es/lv24h/20080424/53457634077.html


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