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¿Te gustaría que fueran los lectores los que decidieran si te publican o no?

 

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En Francia, una editorial ha inventado un nuevo modo de decidir qué obras publican. No es la mejor noticia para los lectores editoriales ya que el nuevo método se basa en que los autores cuelguen los manuscritos en su página y los que tengan mayor repercusión y comentarios entre los lectores son los que la editorial decide publicar.  

La idea no es original, ya se aplica en páginas musicales, como MySpace, en la que los músicos cuelgan sus canciones para tener una respuesta de los oyentes y poder valorar su impacto, pero sí es novedoso aplicarlo a la literatura.

Como todas las innovaciones a través de internet, esta idea parece tener una ventaja, y es que democratiza la visión del lector, e impiden las camarillas, de modo que un autor desconocido tiene más posibilidades de ser descubierto, pero también tiene algún inconveniente y es que no hay un filtro crítico de personas doctas en la materia, de verdaderos expertos en literatura, y ya se sabe que la popularidad no siempre está ligada a la calidad. De hecho, muchas de las grandes obras universales que han perdurado en el tiempo se adelantaron a su época y fueron incomprendidas no solo por el público sino por la mayoría de expertos, pero hubo algunos editores y lectores visionarios que fueron capaces de detectar los avances literarios de una obra, más allá del gusto de sus coetáneos. Si no fuera por estas piezas literarias, la literatura no habría avanzado nunca. También es verdad que grandes obras fueron rechazadas por editoriales y solo el azar las acabó convirtiendo en conocidas. Hay que reconocer que las editoriales que han puesto en marcha este tipo de proyectos siguen teniendo algunos filtros iniciales y confían en una serie de lectores que están inscritos (por ejemplo en Francia son 10.000), pero uno de los peligros, para el que este tipo de editoriales tienen que estar muy atentos, es que el lector no se haya leído realmente el libro o solo de manera parcial. En cambio, la ventaja es que algunos de aquellos autores noveles que acostumbran a no recibir siquiera una respuesta negativa de las editoriales o de los agentes clásicos pueden encontrar aquí, como mínimo, un lector interesado que aporte su impresión.

También puede ser útil el modelo para aquellos autores que han publicado un libro, o dos, y no han tenido éxito. En otras épocas esto no representaba un problema si la editorial creía en la obra del autor pero actualmente la ingente publicación de libros hace que sea más difícil que te publiquen ese tercer libro, tras un fracaso de público lector, que no tiene por qué serlo de la calidad de la obra.

La polémica está servida en este tiempo de cambios incesantes. Vivimos en un mundo cambiante, acelerado, y sobredimensionado para el que habrá que buscar nuevas soluciones. El tiempo dirá cuáles mejoran el sistema actual y cuáles lo empeoran.